Los Osbournes hechos con chubi

por · Julio de 2012

Los Osbournes hechos con chubi

Publicidad

Diga lo que diga de Dj Méndez, nadie le va a quitar una cosa: el fin de la década de los ’90 le corresponde. Todas las fiestas adolescentes lo tenían de fondo cantando “Estocolmo”, una canción plagada de rimas forzadas y un spanglish que ya se quisiera Luis Jara. Todavía deambula en mi memoria el recuerdo de fiestas de segundo medio que terminaron de manera impresentable al ritmo del “Chiki Chiki”. Bueno, nada que se llame “Chiki Chiki” puede terminar bien. La gracia que tenía en ese entonces el pre-reggaetonero DJ Méndez era su vulgaridad, su estampa de pícaro y rebelde que ahora se adjudican tipos como Residente de Calle 13, pero sin la chulería y precariedad de Méndez. Eso último era la gracia de este, allá a principios del 2000: era “a la chilena”, que se fue a Suecia y estaba vinculado a la delincuencia. Ese que volvió con un manojo de canciones que se convirtieron en éxitos instantáneos y pudo coronarse como profeta en su tierra.


Pero van varios años de eso. Ya no está el éxito de antaño ni la fama ni la estampa ni las fiestas ni la picardía. Envejeció. Los años pasaron y los tatuajes quedaron. Lo que es nuevo, o por lo menos se ve nuevo, es el intento de mantener a flote la paternidad (sus hijos Leo Jr. de 14 y Stephanie de 16 son coprotagonistas), de llevar la vida de músico chileno como cualquier otro y mantener una casa en Chicureo.

The Osbournes

The Osbournes

El formato ya estaba visto antes por un hito televisivo de los reality shows: Los Osbournes, que por cuatro temporadas llevaron la vida de éxitos y fracasos de toda la familia Osbourne, partiendo por el senil –pero nunca idiota– Ozzy, la manipuladora Sharon, la wannabe famous Kelly y el clon del niño de Two And a Half Men, Jack. Sin embargo, Ozzy comprendía que su papel como rockstar no le permitía ser un buen ejemplo moral, mientras que el chileno intenta serlo retando a sus hijos, imponiendo reglas, armándoles la vida. Ellos lo ven con dudas, extrañados, evidenciando que esto es para la televisión. Con los shows pasa algo similar: sus músicos lo ven extrañado, él se siente extrañado, y lo mejor viene cuando comienza a jotearse a las minas, pero las cámaras lo cohíben.

Hay un personaje, eso sí, que rompe todos los esquemas y que merece mucha mayor atención: la nana (que es presentada como “la nana”). Una afrolatinoamericana con un aire a la protagonista de Precious que tiene los mejores diálogos improvisados.

Lo que hacía genial a The Osbournes era que todo lo que hacían era tan real como absurdo, que nada les importaba demasiado y que los problemas de la vida cotidiana eran un fastidio. En el caso de Los Méndez no se puede hacer eso, por una cuestión de escala. Cada jueves, pasadas las 11 de la noche, Méndez aparece de nuevo en pantalla, intentando convencernos de que está ahí, brillando, y que su regreso al país es triunfal. Pero Méndez no es Osbourne, los hijos de Méndez no son Osbournes y la mansión londinense de Ozzy deja a la residencia en Chicureo de Méndez como una casa chubi. Y es como eso finalmente, Chubis contra M&Ms.

Los Osbournes hechos con chubi

Sobre el autor:

Mariano Tacchi (@playeroycasual)

Comentarios