Mad Max: fe en el caos

por · Mayo de 2015

Como un ajuste de cuentas, con el estreno de Mad Max: furia en el camino, los géneros bastardos —específicamente el cine grindhouse y exploitation— están recibiendo la atención y homenaje que siempre han merecido.

Publicidad
mad max

Como un ajuste de cuentas, con el estreno de Mad Max: furia en el camino, los géneros bastardos —específicamente el cine grindhouse y exploitation— están recibiendo la atención y homenaje que siempre han merecido.

Ya en 1979, George Miller, el director de la saga, mostró su evidente interés por las películas de Sam Peckinpah, Don Siegel y John Carpenter, tres artesanos de marca registrada en sus obras, siempre enfundadas de nihilismo y humor cínico.

Pero es en 2015, con el estreno de esta cuarta Mad Max, cuando se entiende —a modo de efecto retrovisor— que películas tan disímiles como 12 monos (1996), de Terry Gilliam, y Saw (2004), de James Wan, hayan bebido de ese hito del subgénero retrofuturista, a modo de inspiración. La mal llamada baja cultura o de consumo blockbuster alimentando a la alta cultura.

Mad Max: furia en el camino —desde hoy en salas— va sobre las aventuras distópicas del justiciero de los páramos ahora personificado por Tom Hardy. Quien es el encargado de retomar los tormentos y ansias de escape del alguna vez policía que vio morir a su familia, a manos de una banda de forajidos de autopista. En esta entrega, y en la cual destaca el infernal dictador de nombre Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), que mantiene dominados por su control del agua y gasolina a los habitantes de Ciudadela bajo su régimen. Serán Max en alianza con la andrógina y empoderada Imperator Furiosa (Charlize Theron), quienes desatarán una épica de alto octanaje en pos de liberar a un grupo de esposas cautivas del tirano, acompañados por un disidente llamado Nux (Nicholas Hoult)

Estamos ante un neo western estilizado y brutal, una ópera llena de espíritu punk, fuego y balas. Una híper energizada road movie con adn de manifiesto político, porque habrán opiniones acerca de que Miller privilegió la espectacularidad del montaje por sobre el subtexto ideológico. Pero buscando la voz del consenso, es un despropósito decir eso de una historia que habla de un futuro postapocalíptico, donde el hambre, las enfermedades y la baja calidad de vida hacen nata entre los escasos sobrevivientes sometidos a una tiranía.

La ultraviolencia, el descontento social y las crisis políticas internacionales hierven en las venas de Mad Max.

Si para 1979 la cortina de hierro de la Guerra Fría dio a la película un estilo marginal y antisistémico, ahora y con un presupuesto mucho más generoso, Miller escenifica en lo agreste del desierto una batalla campal que se hace vívida y globalizada, estridente y perturbada, incluso gloriosa e irónica al devolverle al espectador la realidad deformada, pero no en un significado grotesco, sino que dándole otra ubicación a los hechos de todos los días. ¿Tan lejos tan cerca de la catástrofe? Puede ser. La ficción ya tiene a su prócer libertador y se llama Max Rockatansky.

Mad Max: fe en el caos

Sobre el autor:

Fernando Delgado es comunicador audiovisual y guionista de series y teleseries en TVN, MEGA y CHV.

Comentarios