Man of Steel: aprendiendo a ser Superman

por · Junio de 2013

Revisamos el reciente Superman de Zack Snyder, que es básicamente un extraterrestre entre humanos más humano que los humanos.

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Un planeta arde en llamas, por decisiones político-económicas de una clase política incapaz de controlar la situación.

Bebés que nacen para ser obreros, ingenieros o guerreros.

En el ardid de toda la situación, dos rebeldes, un militar y un científico, buscan salvar el legado de una civilización completa y se enfrentan para prevalecer su propia visión de mundo. La batalla la gana el científico, que envía a su hijo, el producto de una sostenida rebeldía contra el sistema, a ser la semilla de su raza y tener una oportunidad de vivir lejos del caos. El militar y su equipo perdedor son confinados a pagar su desacato bajo la poca institucionalidad que le queda al planeta.

Man of Steel, eufemismo para Superman —tal como lo fue The Dark Kight para Batman en la segunda y tercera parte de la trilogía de Nolan— es una fábula familiar sobre cómo se forja el carácter con la adversidad frente a los ojos.

La inteligencia de Zack Snyder para presentar la narración de por qué Superman es Superman, nos permite ir acompañando al personaje interpretado por Henry Cavill en una búsqueda por adquirir valores que no le son propios y que a veces quiso traicionar, respondiendo preguntas que no encuentran respuesta en una forma humana.

Clark no existe, siempre fue un disfraz para Kal, hijo de El, del planeta Krypton.

Un marginado Kent pelea contra sus demonios terrestres y les salva la vida una y otra vez: niño, joven y ya de adulto —lo que anticipa sus futuras confrontaciones en nuevas películas, una moral intachable contra un objeto humano inamovible—.

Superman es básicamente un extraterrestre entre humanos, que es más humano que los humanos.

El por qué de tanto heroismo y la crónica del encuentro del Kal-El que abandonó Krypton con Superman, Snyder lo relata con un abuso de flashbacks que solo es superado por lo insoportable de los zoom in y zoom out como salidos de un-video-musical-dirigido-por-Samuel-Beyer. Fuera de estos detalles, que a primera vista no son tan molestos, el gran acierto de Man of Steel es contarnos una historia no original de forma original.

Mucho se ha escrito sobre las pretensiones de esta película de transformarse en lo mejor que se ha hecho sobre el personaje fundacional de Detective Comics. En cierta medida tiene escenas dramáticas insuperables. Las líneas de Kevin Costner son siempre buenas y contrapuestas con las de Rusell Crowe (en quien los guionistas dejaron caer toda su flojera al lanzarlo al choque directo con todos los mecanismos de exposición argumental con frases del tipo «eres esto y por eso debes hacer aquello») adquieren una dimensión que va haciendo a Superman cada vez más nuestro.

El militar derrotado regresa a completar el sueño de un nuevo Krypton y Superman debe elegir entre su vida como humano extraordinario o la del «kryptoniano perdido con una misión por descubrir y completar». Acá empieza el punto más conflictivo para quien escribe: las peleas son todas extraordinarias, fuera de serie y Michael Bay debería pensar seriamente en el retiro de sus franquicias inteligibles a la luz de una forma de entender la acción que se desarrolla en Man of Steel, pero los motivos, los cimientos de esa acción, no son lo suficientemente claros como para gozarla de punta a cabo. Salvo la pelea en Kansas, donde Clark defiende a su madre como cualquier terrícola bien nacido lo haría, el amor del inmigrante interplanetario al país de la bandera estrellada no se termina por desarrollar en los flashbacks. Quizás ahí entra el personaje de Lois Lane (Amy Adams), la esperanza de Clark en una tierra como hogar post crianza traumática.

¿O finalmente el mensaje es que por más bullying que te hagan en el colegio nunca debes responder, siempre debes poner la otra mejilla y usar tus virtudes para salvar a la humanidad? El relato mesiánico tras Man of Steel está planteado desde el punto de vista del salvador, el extraño e incomprendido que no se sabe de qué lado está sino hasta qué se vuelve necesario. Dios.

Bajando línea: Man of Steel es una gran película de acción que supera a ilustres títulos como Batman Begins o la mejor de Marvel que se haya hecho jamás. Muy pretensiosa, eso sí. Bien actuada (resalta el soberbio Michael Shannon), pero un poco ilusa. No es exagerado decir que se podría esperar mucho más del guión de David S. Goyer y Christopher Nolan. Vale la pena ir a verla porque tiene puntos hermosos como la relación de padre e hijo al doble, las metáforas tras la adopción de un país, un planeta y un bebé que puede ayudar a sacar lo mejor de alguien o incluso ir contra lo que su ADN dicta, pero es solo un comienzo. Un muy buen comienzo, pero que por poco no justifica cada puñetazo, lanzamiento de láser por los ojos y explosión de aviones en medio de una confusión en la que Superman está demasiado atormentado como para representar lo que todos sabemos que representa.

Como si recién estuviera aprendiendo a ser Superman.

Quizás eso sea lo mejor de esta película: esa ruta del héroe que no sabe que es héroe, que no ve el camino sino hasta que se hace necesario y que aún así vive atormentado por la diferencia de forma y fondo con quienes convive. No le queda más que hacer el bien.

Sobre el autor:

Gabriel Labraña (@galabra) es editor y conductor de #MouseLT en La Tercera.

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