Matías Aguayo: el DJ que canta

por · Julio de 2011

Habla el gestor, productor y compositor de Cómeme, que en noviembre viene a Maquinaria.

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Sin residencia fija conocida, el más joven de los chilenos destacados en la electrónica europea conversó con paniko.cl, a pocos meses de su presentación en Maquinaria. Para noviembre, cuando salga sobre el escenario de Club Hípico, Aguayo anunció visita como DJ, puesto donde actualmente se mueve como compositor, productor y gestor, a través del sello Cómeme.

Además de cantar para algunas colaboraciones intermitentes.

Al habla Matías Aguayo.

// Por Álvaro Farías y Alejandro Jofré.

Te he visto relacionado a sucesos muy buenos durante los últimos dos años. Sólo por nombrar un par: que tu canción Rollerskate sea utilizada para promocionar las cámaras GoPro la hizo tener una plataforma muy diferente a las que habitualmente utilizas para la difusión de tu música. Al mismo tiempo trabajaste con Battles en su nuevo disco. ¿Cómo evalúas tu crecimiento como artista?

—Sí, se han estado dando varias cosas, y bueno, en su resultado, algo como lo de cantar en una canción de Battles. Para mí es uno de tantos resultados que ha dado un largo tiempo de vivir con la música. La palabra crecer no me gusta en una lógica de economía, pero sí me interesa bastante más en la idea de aprender, de madurar, de avanzar en la vida y siempre darle sabor a lo que uno hace.

Claro, en el espacio público, la atención para mí como artista ha crecido también, y eso es un reflejo de todo un trabajo que implica la colaboración de varios amigos importantes, sobre todo el trabajo en nuestro sello Cómeme. Igual me siento muy al inicio de algo y eso me gusta. Trato conscientemente siempre de hacer algo nuevo, exponiéndome a nuevas situaciones o tratando de relacionarme de alguna manera con el presente.

Por ejemplo, no hay un modelo para cómo hacer un sello hoy en día, sobre todo en tiempos de tantos cambios que inspiran también a encontrar nuevas maneras de distribución y otras soluciones artísticas. Hay toda una parte oficial, digamos, que está reflejada por los medios de información de música independiente, que aún están siguiendo mucho ideas estéticas o también teóricas provenientes del hemisferio norte, y adaptadas a una rutina bien estandarizada de cómo relacionarse con la música.

Creo que eso está cambiando, al igual de la percepción de la música en general. Siento una apertura, mucha esperanza y curiosidad, y creo que lo más interesante que está pasando ahora, por ejemplo, puede estar sonando en una fiesta en una esquina de una calle en Santiago, Santa Elvira, por decir algo, o por ahí en un baile en un pueblo del estado de México. Ahora la gente no sabe muy bien qué escuchar y también están pasando muchas cosas de las cuales uno no se entera. Ya no se puede saber del todo lo que está pasando y eso es súper bueno para un DJ, porque implica una posición más abierta del público y más espacio para sorpresas.

Aparte, en todo proceso nosotros buscamos eso: un lenguaje abierto y contemporáneo, y que el contexto de amigos pueda seguir trabajando en eso. Se trata de crecer manteniendo el espíritu de los inicios siempre.

Volviendo a Rollerskate, ¿cómo nace el rollo con GoPro?

—Se acercaron a Kompakt, los sellos hoy en día tratan mucho de hacer colaboraciones así, licenciar temas, etc. porque no se venden muchos discos y se buscan otras entradas. Igual Kompakt se fija que el auspiciador no sea cualquier cosa, dudo que harían algo con una multinacional de tabaco, por ejemplo. Lo de GoPro parecía más simpático, aparte me dieron unas cámaras para filmar unos videos. Hicimos uno aventurero con Diego Morales (Diegors) en unas rocas, pero nos colgamos en editarlo, igual quizás este verano en Europa lo terminamos para por ahí estrenarlo en el verano en Sudamérica.

Los sellos ahora buscan todo el tiempo nuevas formas de colaboraciones y auspicios y eso. Síntomas del fin de la industria musical, como la conocíamos. La lógica del mercado no va muy bien con el avance tecnológico. Ahora todo se vuelve auspicio y marcas.

Está bueno que esté metida gente ahí, igual, que puedan sacarle el mejor provecho a esas posibilidades y trabajar con músicos intersantes o hacer cosas como el Redbull Music Academy, etc. Mientras no llenen las pistas con pantallas e iluminaciónes que te hacen recordar la bebida, el aparato, el tabaco o lo que sea, todo el tiempo, igual se crean condiciones buenas para hacer cosas. Es raro lo de los auspicios igual.

¿Y desde cuando se conocen con Battles? ¿cómo llegaste a grabar Ice Cream?

—Conocí al baterista, John Stanier, una noche que estaba tocando con Daniel Maloso en Berlín. Esa noche fue muy memorable, con puros músicos y DJs mexicanos, proyectos en los que trabajo con Avril Ceballos, en curar programas para festivales llevando música que fuimos conociendo durante los viajes que hacemos con la música. John estaba en el público y se me acercó, me dió mucho gusto y me sorprendió que él conociera mucho mi música.

Pocas semanas después me propuso cantar en algún tema de su disco, y fue muy entretenido hacerlo, sobre todo porque era algo tan lejano a lo que suelo hacer. A pesar de que la música de ellos es muy diferente a lo mío, me gusta el acercamiento lúdico que tienen ellos al final también a la música, y aparte se han mostrado gente muy simpática y agradable con quien trabajar. También debo mencionar el alto nivel de trabajo con ellos.

¿Qué te parece que la banda haya decidido mantener tu voz en los shows? Se ve muy bien tu cara repartida en las pantallas que utilizan.

—Sí, me encanta, claro lo ideal hubiese sido acompañarlos, pero mi enfoque obviamente está más en mis propios proyectos. Pero de vez en cuando coincidimos en este verano de festivales, así que va a haber alguna que otra oportunidad en la cual voy a acompañarlos para cantar “Ice Cream”.

Aguayo al frente de Battles

¿Qué tan simple es comer un helado derritiéndose?

—Eso está bien documentado en el video de “Pitaya Frenesí” que hicimos con Rebolledo en México y se puede seguir disfrutando en Youtube. La base que habían preparado los Battles ya tenía el nombre “Ice cream”. Como muchas veces el “texto” parte desde una improvisación, me gusta el texto improvisado sin mucho sentido, o sea tomar también la articulación vocal como algo musical, como instrumento, no tanto como algo que transmite un contenido tan definido como es el de una letra.

Igual transporta contenido, imaginación. En el fondo, es algo parecido a lo que muchos hemos hecho cuando chicos: tratar de cantar canciones cuya letra no entendemos, algo como un pseudoinglés, como el de la canción “Prisencosinesinaincusol” de Adriano Celentano.

Hay algo democrático tambien dentro de eso, dejar espacio, dejar libertades de interpretación y dejar un espacio que después se puede rellenar con movimientos, imaginación, fantasía. Es algo muy característico para mí, de la buena música para bailar: no está todo en la música, no puedes entender el house si no lo has bailado, por ejemplo. Por eso, la música profunda puede ser bien “simple” también.

He seguido tu carrera y creo que siempre he tenido la impresión de que eres un músico un poco más solitario, las colaboraciones con otros artistas son súper esporádicas. ¿Qué te llevó entonces a quebrar quizás esa regla interna y volver a realizar una colaboración?

—No lo siento tan así, porque después de Closer Musik, si bien lo mío ha sido la música de autor, nunca he hecho un disco solo, siempre he incorporado alguien para la mezcla como Marcus Rossknecht en varios discos míos, o Vicente Sanfuentes junto a Marcus, también, en “Ay ay ay”. Todo el proyecto Cómeme tiene mucha colaboración también, hice temas con Diegors, he colaborado con Rebolledo en Pitaya Frenesí, etc. Sí, es verdad que son escasas mis apariencias como cantante en temas de otros, como en los casos de Discodeine y Battles. Pero eso tiene que ver con que me cuido ahí un poco de seleccionar bien con quien trabajo, quiero que los resultados siempre sean buenos y de alto nivel.

Tu último disco fue editado en 2009, ¿estás trabajando en algo nuevo?

—Acaba de salir mi simple “I don’t smoke” por Kompakt. Tiene cuatro temas en el vinilo y 6 en la versión digital, en esa versión ya es como un mini álbum. Son temas hechos durante los viajes de discoteca a discoteca, cosas que han sido desarrolladas tocando. Temas que surgieron de anécdotas, como el mismo tema “I don’t smoke”, que relata un episodio de una de las giras Cómeme por Europa.

Los álbumes me toman bastante tiempo, siempre encuentro que tiene que haber una razón para un álbum, un nuevo impulso, un gesto, otra manera de trabajar. Aún estoy viendo cuál podría ser esa para un próximo álbum. Me lo tomo con calma igual, no me siento apresurado. Es la temporada de los festivales en Europa, estoy tocando mucho, y a veces incluyo a más músicos en las tocatas. Estoy seguro que eso también me va a inspirar en como hacer el nuevo álbum.

Sé que no son del mismo estilo, pero a modo de ejemplo, Chico Trujillo ha dado un salto de escenarios muy grandes a nivel internacional, van a estar en el Lollapalooza de Chicago, y así hay muchos casos de bandas chilenas que están teniendo muchas facilidades para salir. Cosas similares pasan con Ana Tijoux o Javiera Mena. ¿Sientes que el ser chileno está como cool?

—Jaja, si te refieres a algo como que “está de moda” no sé, puede ser, para mí de todas manera lo está, pero desde un punto mucho más íntimo, no tan mediático o a un nivel de estudios culturales o algo así.

Tú mismo en noviembre vuelves a Chile para Maquinaria. ¿Es el escenario más grande en que has tocado en Chile?

—Probablemente sí.

Cuando piensas que naciste en Chile, pero que casi toda tu carrera ha sido fuera de aquí, pero que cada vez crece la admiración por tu trabajo en estos lados, ¿sientes algo en especial?

—Claro que sí. Me pone muy contento porque viví gran parte de mi vida afuera de Chile y siempre he tenido una relación muy fuerte con el país, por mis padres, mi familia en Chile. Con los años mi relación con Chile fue cambiando en el sentido que a lo familiar que tenía para mí ir a ese país, pude agregar una relación además muy importante trabajando con músicos de Chile, algo que comenzó por una iniciativa de Pablo Mellado y Javiera Parada, un evento de intercambio de músicos en el que conocí a Diego Morales, a los Mostro, etc.

También pude trabajar con Vicente Sanfuentes en las grabaciones para mi álbum y en producciones para Cómeme, conocí a los Fredi Michel, a Alejandro Paz, a la Mamacita, y a más músicos y me encanta escuchar sus cosas y convivir con ellos. Además, también está el nivel ese en el que uno puede decir que hay como un nivel político en la cosa, volver a Chile con la música que hago y la política que seguimos con el sello es una postura contra los momios también.

Se supone que te mueves entre París y Buenos Aires, finalmente ¿en qué país te sientes más cómodo? ¿qué lugar crees que es tu hogar?

—No tengo hogar. De verdad no, quizás Colonia en Alemania y Santiago de Chile. Colonia porque fue el lugar donde viví más tiempo, y Santiago porque fue el lugar al que siempre siempre volví.

Cómo te sientes más cómodo, ¿como DJ o cantante?

—Como DJ que canta.

¿Y hay algún cantante que admires mucho?

—Arthur Russell porque no está en la primera línea como cantante sino como músico total, fuera de contexto, viviendo la imaginación en la música.

Matías Aguayo: el DJ que canta

Sobre el autor:

Álvaro Farías (@alvaroifr)

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