Mike Wilson y el arte de cortar árboles

por · Agosto de 2013

Dos especies de renuncia, una relacionada con abandonar todo y entregarse a la naturaleza hasta desaparecer. Otra, una renuncia a la ficción.

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Dos especies de renuncia, una relacionada con abandonar todo y entregarse a la naturaleza hasta desaparecer. Otra, una renuncia a la ficción. Al menos, así ha expresado el escritor argentino norteamericano avecindado en Chile, Mike Wilson, cuando se refiere a Leñador (2103, Orjikh editores), su cuarta novela.

WilsonBajo una idea inicial: «Me fui del país, buscando alejarme de todo, de la oscuridad, del pasado», según expresa el narrador al comienzo de la novela, Leñador es un ejercicio literario, una cruza entre bitácora zen ficcionada y una enciclopedia obsesiva que reconstruye la vida de los leñadores del Yukón, al norte de Canadá. Aderezado por un subtítulo o un título alternativo («Leñador o Ruinas Continentales» dice el libro en su interior, no así en su portada, en donde además se omitió su propio nombre). Conversamos con el también autor de Zombie y Rockabilly.

 

Mike, el libro supera las 500 páginas, es un relato extenso por decirlo de alguna forma. En base a esto, ¿hubo algún método o experiencia particular en relación a tus trabajos anteriores que son, más bien, breves?
—No mucho. El tema es quizá bastante subjetivo, pero en mi caso no escribo pensando en método o en cómo se relaciona o no con los otros libros. La extensión no es premeditada, aunque al ir avanzando con la novela me fui dando cuenta que esta vez iba a alargarse, pero no era algo que me cuestionaba, había algo en la acumulación de la experiencia del personaje que, solamente así, se iba a abrir la posibilidad de llegar al final de la novela, avanzar hasta que las cosas se le hacían manifiestas.

La historia se desarrolla en Canadá y hay una obsesión con los detalles, las descripciones y las definiciones. ¿A qué se debe?
—Es otro elemento que evité sobre-analizar, pero sé que algo tiene que ver con la consciencia de ser, del entorno, de querer incorporarse al territorio y encontrar sentido, certezas que no están sujetas a la duda. Además, hay algo pre-reflexivo en ese tipo de escritura/lectura que me parece terapéutico.

¿Por qué la figura del leñador? ¿Tiene algo de leñador el escritor?
—Cuando joven, mi viejo trabajó unas temporadas de leñador. La idea de él en un bosque remoto talando es algo que de chico me impresionó mucho. Pero más que eso, creo que me interesó la figura del leñador por la naturaleza de lo que hace, de estar lejos, de trabajar con las manos, de disponerse ante la actividad como un vehículo del sentido. En la novela el leñador es un extranjero, un hombre que viene de otro lugar, lejano, que arrastra sombras y que busca en aquella actividad y en aquel entorno algo prístino y a la vez la posibilidad de encontrar sentido, verdadero sentido.

Hay una cosa media redneck ahí, ¿no?
—No tanto, los leñadores eran más bien un grupo obrero que tuvo un impacto importante en la historia de la expansión norteamericana (tanto en EE.UU. como en Canadá) hacia el oeste. El concepto del redneck es algo que se suele asociar con un margen cultural del sur gringo, pero claro, igual es posible imaginarse un redneck que es a la vez leñador.

¿Y el rock de los noventas? ¿Seattle, Cobain y las camisas leñadoras?
—Jajaj, no, no lo tenía contemplado en el contexto de la novela. Otro fenómeno.

Wilson2¿Cómo obtuviste tanta información de los leñadores del Yukón? ¿Hay ayuda de la ficción?
—Leí mucho, busqué textos de antes, mientras más obsoletos mejor, y sí, también hay cosas apócrifas. Pero en realidad no me interesaba tanto la información en sí, por lo menos no en el sentido más obvio. Lo que me interesa es el efecto que produce escribir y leer en esa clave, el efecto acumulativo y tácito de esa clase de texto no-narrativo, donde la parodia ya no tiene cabida.

¿Qué otros textos tomaste para darle forma a Leñador?
—Almanaques agrícolas, manuales, mucha fotografía de la época de la Gran depresión, la música de Woody Guthrie, lugares en los que he estado, Wittgenstein.

Has dicho que se trata de tu última novela, vamos, ¿es tan así?
—Es una distracción a la que quizá se le ha dado más atención de la que merece. Salió en una entrevista entre muchísimas otras cosas que dije, algunos se enfocaron en eso. Pero en fin, no tengo intenciones de publicar más novelas, sí seguiré publicando textos académicos. Pero en cuanto a ficción, escribir sí, publicar no. No es nada grave ni gran cosa tampoco, simplemente es ser honesto conmigo mismo y darme cuenta de que ya no percibo mucho valor en el acto de publicar. Tampoco lo digo de manera prescriptiva, es lo que me parece indicado para mí, nada más.

A ratos, la información es tan documental que parece tomada de un programa de Nat Geo, ¿te gustan?
—Jajaja, no. No es que no me guste, es que no veo mucho el canal. Pero igual entiendo la idea. Gran parte de la novela no es narrativa, se enfoca más en la exposición y descripción.

Eres una suerte de gringo, chileno, argentino. ¿Qué opinas de la literatura chilena actual? ¿y de la latinoamericana?
—Sí, soy algo así, pero a la vez vivo, escribo y publico en Chile. Del paisaje actual nacional no sé, creo que se está diversificando un poco y eso es bueno. Hay escritoras y escritores que me gustan mucho, que están escribiendo con cierta libertad, pero la verdad es que no estoy tan atento a todo, por lo que sospecho que mi opinión en cuanto a la actualidad de la literatura chilena no es muy relevante.

¿Hay algo parecido al leñador, como figura, en nuestro país?
—Claro.

 

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GANADOR (instrucciones enviadas al correo-e):
Camila Fuentes A.

Mike Wilson y el arte de cortar árboles

Sobre el autor:

Daniel Hidalgo (@dan_hidalgo). Publicó los libros Barrio Miseria 221 (2009) y Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011).

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