Modiano, rastreando el hilo de la propia existencia

por · Noviembre de 2022

En Tinta simpática (Anagrama, 2022), el escritor francés y Premio Nobel 2014, escarba en el pasado mediante un personaje detective, quien está en busca de las huellas de una joven desparecida en París en 1965. La investigación revela tanto acerca del pasado de ella como del pasado del investigador, e incluso del autor.

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Por Mathieu Roger- Lacan. Traducción: Patricio Tapia

Tinta simpática: “Tinta que es incolora al utilizarla y se oscurece con la acción de cierta sustancia”. Al recordarnos la definición de ese objeto extraño que es la escritura invisible, la huella gráfica inaccesible en una primera mirada, Patrick Modiano nombra no sólo lo que caracteriza la excursión desconcertante que constituye su último libro, sino también lo que podría ser una metáfora de toda su búsqueda literaria.

A primera vista, el último relato del Premio Nobel de Literatura 2014 no difiere fundamentalmente de los anteriores. Nos sumerge en un universo familiar, hecho de paseos parisinos, de una aguda conciencia del paso del tiempo que produce a su vez una especie de lucidez melancólica propia del narrador modianesco —los años 60 corresponden al contexto inmediato de escritura del texto— y de un algo que habita los diálogos de Patrick Modiano en particular, una especie de dulce incoherencia, como las películas de Aki Kaurismäki, vestigio de un tiempo —soñado o vivido—en el que hubiera sido posible que una palabra no sea exactamente la respuesta a la pregunta que la suscitó.

La novela relata la investigación incompleta del personaje-narrador sobre Noëlle Lefebvre, el seudónimo de una joven que vino a París durante tres meses alrededor de 1965 y desapareció sin dejar rastro. Realizada por primera vez como parte de una misión para una agencia de detectives privados, esta investigación se convierte gradualmente, para el narrador modianesco, en una búsqueda existencial, la búsqueda de una afinidad secreta entre los elementos fragmentarios que descubre en la vida de Noëlle y las huellas olvidadas de su propio pasado que este trabajo de investigación hace resurgir. Todo sucede como si estos descubrimientos progresivos hubieran sido escritos de antemano, como con tinta simpática, esperando ser, en el sentido fotográfico del término, revelados. En suma, se trata de rastrear el hilo discontinuo de su propia existencia confrontando los fragmentos dispersos de una vida desconocida, o para usar los términos de Paul Ricœur, de inventarse un sí mismo como otro.

“La avenida estaba desierta y sin embargo intuía a mi lado una presencia, el aire era más vivaz que el que solía respirar; la noche y el verano, más fosforescentes. Y eso lo notaba siempre que me aventuraba por atajos para poder poner luego por escrito mi itinerario, siempre que vivía otra vida, al margen de la mía”. 

En este sentido, el texto se sitúa en una doble filiación modianesca. La primera es la de Dora Bruder (Gallimard, 1997; Seix Barral, 1999), donde el autor-narrador va en busca de las escasas huellas dejadas por una joven judía, cuyo nombre había aprendido por casualidad, hojeando, más de cincuenta años después, un número del periódico Paris-Soir fechado en 1941. Oculta por las monjas del internado del Sagrado Corazón de María, en la calle Picpus, durante la Ocupación, Dora se escapó de allí, antes de ser apresada y luego morir en la deportación. El misterio de la fuga, de esta inexplicable decisión y del azar que inclinó el destino de esta joven hacia una tragedia olvidada, está en el corazón del proceso que motiva el relato de la investigación. Del mismo modo, la necesidad de huir parece ser un elemento capital de la economía romántica de Tinta simpática: “Bueno, pues sencillamente, escapar era por entonces su forma de vida. […] Una forma de escapar sin fin”. Sumergirse en el corazón del misterio de una existencia, cuyo escape incesante de las manos del investigador redobla el escape real que fundó su desaparición, transforma, en el relato de 1997 como en la última novela de Patrick Modiano, la investigación obsesiva del otro en una ansiosa búsqueda de uno mismo.

La segunda filiación dentro de la obra de Modiano a la que se une Tinta simpática es la de Calle de las Tiendas Oscuras (Gallimard, 1978; Anagrama, 2018). El personaje-narrador, en ésta como en aquélla, fue primero un detective de la misma agencia, dirigida por el enigmático personaje de Hutte. Solamente que allí la búsqueda memorial y existencial se volcaba directamente hacia el propio narrador, ya que éste padecía amnesia y buscaba recabar información sobre su propio pasado. Como en Tinta simpática, la novela terminaba en Roma: en un caso en la via delle Botteghe oscure (calle de las Tiendas Oscuras), en el otro en un paseo por la tienda de fotografía con el evocador nombre de “Gaspard de la nuit”, en la via della Scrofa. Sin embargo, la amnesia es aquí menos un fenómeno claramente identificable que un componente sordo de la memoria de cada uno de los personajes. La búsqueda de la identidad se duplica al mismo tiempo, en particular mediante el uso de un contrapeso dentro del relato: a partir de cierta página, en efecto, la narración, hasta entonces asumida por el personaje del investigador que hablaba en primera persona, pasa a la tercera persona, y cuenta la historia desde los ojos de la propia “Noëlle” (de la que sabemos que no es su verdadero nombre).

Este sutil juego de cambio de puntos de vista no deja de tener importancia para el propósito del texto. De hecho, permite un fecundo entrelazamiento de los niveles de lo real y lo imaginario, aumentando la confusión, las impresiones de déjà-vu (ya visto), o más bien de déjà-lu (ya leído) que explora el relato. Además, permite crear un tercer nivel de vértigo, al introducir (como suele ocurrir con Modiano) en este juego de ida y vuelta entre los puntos de vista, información de la biografía del propio autor. Descubrimos así una articulación compleja de los niveles de la realidad —la experiencia de Patrick Modiano—, de la verosimilitud de la ficción —la serie de coincidencias que ponen al personaje tras la pista de “Noëlle”, el reconocimiento final del personaje por parte de “Noëlle”— y el sueño dentro de él —la proyección imaginaria del personaje en la vida que se inventa, hasta decir finalmente: “Siempre he vivido en el distrito 15”, mientras que este distrito es nuevo para el personaje al principio de su investigación, y es relativamente nuevo en la topografía parisina de las novelas de Modiano.

Así, la vaga impresión de semejanza entre lo que el personaje-narrador descubre de la vida de “Noëlle” y lo que cree recordar haber vivido —una semejanza a veces confirmada por su vida, a veces inventada desde cero para ganarse la confianza de testigos útiles a la investigación— se refleja luego en las impresiones de la propia “Noëlle”, que recuerda al final haber visto ya el perfil de este hombre cuando era joven, en el autobús que llevaba a los escolares de Annecy hacia Veyrier-du-Lac. Pero Modiano fue efectivamente un huésped en esta ciudad, que relata bajo una luz oscura en Un pedigrí. Se produce entonces un doble mecanismo: ya no tenemos acceso a los pensamientos del personaje-narrador, pero nos encontramos con el mismo proceso de recuperación de recuerdos de Noëlle, a partir de elementos extraídos de los recuerdos reales del autor, y de los que no sabemos si el personaje-narrador los había inicialmente soñado o vivido.

Esta escala musical del recuerdo, que juega sobre los efectos del silencio y el estribillo, sobre una creciente indistinción entre lo que descubrimos, lo que redescubrimos y lo que inventamos, da la textura sensible de tentativa de la escritura modianesca en contacto con la frágil materia que es el olvido. Además, esta entrada en la dialéctica delicada y emocionante del recuerdo y del olvido a la que nos invita el texto se ve redoblada por el efecto de lo déjà-lu que nos proporciona la lectura de una novela donde se encuentran numerosos elementos ya cruzados en la obra de Modiano. En última instancia, se podría decir sobre Tinta simpática dentro de en su obra lo que dice Modiano sobre esta novela en particular: “Hay cosas en blanco en una vida, pero a veces hay eso que se llama un estribillo”. La escritura se propone así la tarea de revelar la fragilidad constitutiva del camino existencial y escritural, que oscila constantemente entre sacar a la luz lo que parecía escrito de antemano pero que esperaba ser legible, y el misterioso poder del azar, el vértigo de las coincidencias, de los encuentros que tal vez no tuvieron lugar o de los que nunca tendrán lugar.

Artículo aparecido en la revista “Le Grand Continent”.

Modiano, rastreando el hilo de la propia existencia

Sobre el autor:

PANIKO.cl (@paniko)

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