José Padilha, director de Tropa de élite y del remake de Robocop, comanda esta nueva oferta de Netflix protagonizada por Wagner Moura, Pedro Pascal, Luis Gnecco y Paulina García, que se estrena el próximo 28 de agosto.
José Padilha, director de Tropa de élite y del remake de Robocop, comanda esta nueva oferta de Netflix para el segundo semestre. Escrita por Chris Brancato (Hannibal) y protagonizada por Wagner Moura, Pedro Pascal, Luis Gnecco y Paulina García, Narcos se estrena el próximo 28 de agosto.
Desde el desierto chileno a la selva colombiana, y de las costas de Miami pasando por el preludio de la dictadura de Pinochet alimentada por Richard Nixon, a la cruzada antinarcóticos de Ronald Reagan; todos nombres y destinos que funcionan como los padres fundadores (in)directos de Pablo Escobar Gaviria (Wagner Moura) y su imperio blanco, el mismo que remeció al mundo durante la década de los ochentas a punta de sangre, dólares y corrupción a gran escala.
En este variopinto y logrado casting está presente el primo y aliado de mirada torva (Juan Pablo Raba), la madre sacrificada del capo (Paulina García), los impasibles agentes de la DEA que intentaron acorralar hasta el último día a Escobar (Pedro Pascal y Boyd Holbrook) y el farsante socio chileno del zar de la cocaína (Luis Gnecco). Una manada que bien podría habitar una película de Martin Scorsese y que, con ingenio, parecen personajes descartados de Goodfellas (1990), estando obviamente mucho más emparentados con el Caracortada (1983) de Brian de Palma.
¿Qué ofrece como rasgo distintivo esta nueva ficción acerca del líder del cartel de Medellín? Honestamente muy poco. Si bien acá la figura de Escobar aparece como uno más de los involucrados en la red de narcoterrorismo, no deja de ser un rostro importante de la marquesina. ¿Decepcionante? La respuesta es no.
Lo de Narcos es otro acercamiento a su figura, otro tratamiento de la puesta en escena, otra forma de producir ficción, ¿o de cocinar ficción? Como si hacer series funcionara con la misma lógica de un laboratorio clandestino de drogas, buscando nuevos adictos a los cuales llegar mediante una dosis semanal, o en el caso de Netflix, liberar todas las dosis de una sola vez.
La narración es trepidante desde la secuencia de créditos iniciales, la fotografía deslumbra con los neones de las calles de un Miami muy poco turístico. El humor es oscuro, las intenciones de los personajes también, la violencia y delirio es palpable a todas horas y la megalomanía del personaje de Moura es absoluta.
Hacia el final del primer episodio, Narcos se erige como un drama criminal que reimagina con creces los tiempos y las leyes de un jet set maldito compuesto por parias arribistas devenidos en capos. O una epopeya acerca de un mutación paisa de Robin Hood, que condujo a un abismo de muerte y atentados a todo un país.
Ser adicto o consumidor ocasional de estos dealers queda a conciencia del espectador.