Nintendostalgia: sobre La fantástica distopía del Hombre Pez

por · Marzo de 2017

El trabajo de Bagre se enmarca dentro de la sampladelia, utilizando soundtracks de viejas consolas, cine de ciencia ficción, programas de televisión y todo el amplio espectro de la cultura trash.

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En Retromanía, Simon Reynolds anota: «Tomar un segmento en tiempo vivo —eso es, justamente, un sample— y encadenarlo en un loop no es sólo una apropiación: es una expropiación». La historia del hip hop, y esto podemos atestiguarlo en documentales como Copyright bastards, es la historia de la expropiación cultural por excelencia: el DJ y el beatmaker, como si de la creación de un Frankenstein se tratase, hacen estallar la tradición para re-ensamblar los fragmentos en nuevas piezas sonoras. Usando cierta jerga sociológica, el sampler es una suerte de resignificación: sugerir nuevas lecturas para ritmos que, a la velocidad con que la cultura pop se recicla a sí misma, se nos aparecen como viejos.

El trabajo de Bagre (Fernando Vidaurrazaga, Talca) se enmarca dentro de esta sampladelia –para continuar con Reynolds—, utilizando soundtracks de viejas consolas, cine de ciencia ficción, programas de televisión y todo el amplio espectro de la cultura trash. La fantástica distopía del hombre pez es el segundo largo de Bagre y fue editado el año 2016 por Lunar Tapes, sello que reúne a otros beatmakers como eggglub y Flakodiablo. Los 20 tracks que componen el tape llevan nombres como “Fase inicial”, “Impulsor de olas”, “Ghetto Mutante” o “Diluvio nuclear”. Cada pieza parece ser el soundtrack de un juego de consolas en donde el protagonista sortea chatarra espacial, agujeros negros y naves abandonadas en el vacío de espacio. Porque estos beats están salpicados quizá involuntariamente de cierta melancolía de una infancia de videojuegos y tardes de cine. La fantástica distopía del hombre pez es, para inventar una palabra, el reino de la nintendostalgia.

He leído en un par de entrevistas a los chicos de Lunar Tapes que su opción por lo casettes con copias limitadas constituye una ética y estética de trabajo. Junto con el bajo costo de producción y venta –cinco mil pesos como tope—, está la calidez del sonido de cinta, las texturas lo-fi que produce la reproducción del mismo. Sabemos además que, a diferencia de los sonidos digitales, lo análogo está sujeto al temporal del tiempo: desde la suciedad de los cabezales de la radio hasta la degradación de los materiales mismos del casette, todo confabula para que estos sonidos vayan perdiéndose lentamente, fundiéndose en una masa espectral cada vez más informe. Habría que hacer el ejercicio de escuchar los beats de Bagre en 20 años más o escuchar el tape en una vieja radio de segunda mano. Puede que tracks como “Avanzada (yermo del Piduco)” o “Asignación de roles” suenen doblemente melancólicos. Tristes como tristes son los astronautas que flotan sin objeto en galaxias lejanas.

Hip-hop experimental, lo-fi hip-hop, hip-hop instrumental: lo que sea, La fantástica distopía del hombre pez expropia el sonido de un pasado reciente —¡ah, retromanía!— para ordenarlo a través de esa maquinita magnífica llamada Roland SP 404sx. Magnífica porque permite que un montón de tipos estén reconfigurando y reensemablando la historia de la música. Jugando a ser los Pierre Menard de la cultura pop.


Nintendostalgia: sobre La fantástica distopía del Hombre Pez

Sobre el autor:

Jonnathan Opazo Hernández (@ensayo_error) es autor de Junkopia y mantiene el blog lacitadeunacita.

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