Pharmakon: Historia personal de un ruido

por · Septiembre de 2015

Crónica de la accidentada presentación en Bellavista de Margaret Chardiet, la domadora de las máquinas que vomitan el ruido de Pharmakon.

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Uno: Intro.

—Oye, ¿Y qué música pondrán entre cada presentación? Si vas a una tocata noise, ¿escuchas noise en los intermedios?
—No creo, para mí que ponen algo así como, no sé, Mogwai. Y la gente baila.
—¿Se podrá bailar el noise? ¿Cómo se bailará noise? ¿Has visto los videos de Vomir en vivo, donde la gente baila con bolsas de basura en la cabeza mientras el tipo ese se queda parado frente a las máquinas?
—Sí, aunque igual puede ser algo así a lo Kylie Minoise.
—Claro, ¿Querí un cigarro?
—Dale.

Dos: This is a journey into sound.

Me junto con el Seba en el terminal. Es jueves y nos disponemos a ir al show que Pharmakon va a dar en la noche. De alguna forma logramos conseguir permiso en nuestros respectivos trabajos para viajar desde Rancagua a Santiago y poder ir a ver a Margaret Chardiet y su espectáculo ruidista. En algún punto nos sentimos como Toshiji Mikawa y Fumio Kosakai, quienes combinan sus trabajos de día —en un banco y en una oficina de gobierno respectivamente— con el harsh noise que hacen como dúo bajo el nombre de Incapacitants. El viaje tiene también mucho de peregrinación. Como viajar a la fiesta de alguna de los múltiples santos o vírgenes del país. Una peregrinación oscura y sucia, con ruido y estática de fondo.

Tres: A nihilist walks into a bar…

Caminamos por el Barrio Bellavista buscando el local. Nos perdemos, pasamos de largo, damos un par de vuelta y llegamos. Nos encontramos con una persona tirada en el suelo con cara de haber consumido cantidades industriales de pasta base. Pasamos a comprar un pan en una esquina y nos sentamos a esperar que abran las puertas. La gente empieza a llegar y vemos a un par de caras conocidas de alguna tocata anterior. Escuchamos a Sin Perdón —la banda de hardcore melódico— que prueba sonido en un bar cercano. Me tomo una bebida energética para —según pienso— mantenerme despierto, aunque en realidad es más por hacer algo mientras estamos ahí. Unos punkys se acercan a preguntar si sabemos de alguna tocata. No, ni idea. Les comentamos de Pharmakon y de Sin Perdón que está tocando detrás de nosotros. Vuelven a preguntar lo mismo después en la entrada del club Mamba. Al parecer la respuesta es idéntica y siguen su camino.

Cuatro: As Loud As Possible

Entramos y alguien ya está haciendo ruido. Un pequeño grupo de personas se concentra en una de las esquinas del bar. Una presentación bastante cuidada de quien, según me señala el Seba, es 886VG. Sigue Montaña Extendida, quien mezclando las máquinas con una caja de batería y un juego de luces presentó un show más arriesgado que el anterior y que terminó con un computador en el suelo luego de ser golpeado por la caja de batería que giraba en su cuello. Buena forma de preparar el ambiente, aun cuando el espacio y el ambiente no acompañan mucho. En los intermedios, y respondiendo la pregunta que le había hecho en algún momento al Seba, suena post-punk y new wave. Salimos a fumar un cigarro mientras esperamos a Pharmakon.

Cinco: Primitive Struggle

El show comienza antes de que cualquier sonido salga de los teclados y cables que la misma Margaret está preparando e instalando. Como en una mesa de operaciones los cables se conectan para dar vida a las máquinas que vomitarán el ruido que durante alrededor de media nos mantendrá en trance. Los primeros acordes en aparecer transforman las caras de la gente que se aglomera frente a la performance de Pharmakon en cámaras que disparan flashes a todo lo que se mueva delante de ellos. Como en una distopía sci-fi el show se ve mejor desde los celulares y cámaras —incluidas las análogas— que directamente. Los gritos de Margaret se mezclan con las ásperas oleadas de ruido y las estructuras complejas que se arman a través de golpes y palabras desgarradas procesadas a través de los efectos y pedales. ¿Son nuestros ojos más fidedignos que lo que vemos a través de las pantallas con las que estamos grabando? ¿Es la voz que sale por los parlantes diferente de la que se proyecta hacia el micrófono? Estamos frente a un espectáculo que nos demostrará cómo los espasmos de la carne y los desechos posindustriales de la tecnología pueden comulgar al más puro estilo de una película de Cronenberg. La nueva carne en vivo y en directo. Mientras tanto el calor comienza a subir. Margaret se pierde entre el público. Los flashes continúan. Se acerca a algunas personas y las mira directamente a los ojos como para recordarles que a pesar de estar envueltos en un ambiente donde las máquinas predominan seguimos siendo humanos, no solo a pesar de ellas, sino que a través de ellas. En algún momento algo pasa y tras una pequeña discusión que interrumpe lo que estamos viendo —sin que las máquinas dejen de funcionar— el show termina abruptamente.

Seis: Humano, demasiado humano

En una de sus arremetidas contra el público, Margaret se acerca a un grupo de personas que están en una esquina. Ingresa en el grupo y sale encarando al mismo. Alguien, obviando los términos del momento en que nos encontramos, le agarró el culo. Así como suena. Desde la posición en la que me encuentro alcanzo a ver que quien lo hizo es el mismo tipo que ha estado durante todo el show tomándole fotos al culo de Chardiet. Luego de una discusión entre el público, Margaret y la gente que la acompaña comienzan a desarmar el set. El tipo en cuestión y alguien que supongo es su amigo —hubo varias miradas cómplices entre ellos del tipo «la hice papá»— son expulsados del local, aunque ya es tarde. Pharmakon no continúa tocando. Lo que me queda mientras el set se desarma es acercarme a agradecer el show y a pedir disculpas por el incidente, como gran parte del público hace. Otras personas empiezan a instalar sus instrumentos pero preferimos irnos. Algo lamentablemente se había roto.

Siete: Outro

Nos vamos caminando hasta el paradero entre gente que nos ofrece jales y hamburguesas de soya. La persona que estaba tirada en el suelo pasa ahora con una lata de cerveza en la mano. Aparte de las puteadas contra el tipo que le agarró el culo a Margaret apenas cruzamos palabras. En algún momento todo fue comunión en torno al ruido que inundaba nuestras cabezas, pero ahora todo se transformaba más bien en el sabor amargo de algo que pudo haber sido un gran espectáculo pero que se vio empañado por actitud retrógrada y mal intencionada. En la micro tampoco hablamos mucho. Vamos cansados y también un poco frustrados. Como en cualquier ritual donde algún paso se hace mal, el conjuro no logra realizarse.

Pharmakon: Historia personal de un ruido

Sobre el autor:

Rodrigo Figueroa

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