Pina y los huérfanos: bailar mientras todo cae
Este año el Festival Santiago a Mil en alianza con el Cine Huérfanos diseñó un Ciclo de Cine que comenzó el pasado jueves 5 de enero. Entre las cintas en cartelera, se encuentra la alemana “Pina”. Este es su reviú.
Partiré siendo sincero: tengo ciertos prejuicios hacia las películas alemanas. Cuando me dijeron que tenía que reseñar “Pina”, pensé: “oh no, otra película alemana, de seguro será en blanco y negro, con sólo 3 diálogos y actores tan expresivos como Gonzalo Valenzuela”. Lo valioso de esta historia es que me equivoqué. “Pina” a ratos es pretenciosa bordeando el absurdo (como gran parte de cine alemán), pero entrega mucho más, es el registro de una pasión, de un trabajo minucioso y de una orfandad.
“Pina”, dirigida por Wim Wenders (Buena Vista Social Club), es una película que antes de comenzar a rodarse se ve cruzada por una tragedia. Los días previos al inicio de la filmación, la famosa coreógrafa alemana e inspiradora-protagonista de la cinta, Pina Bausch, muere de un cáncer fulminante. Cuando Wenders iba a desechar la idea de hacer la película, fue la familia de Bausch y sus bailarines los que encausaron otra vez el proyecto.
En sus 106 minutos de duración, “Pina” cuenta la relación de la compañía Tanztheater de la ciudad de Wuppertal con la danza y con el legado de Bausch, su mentora: cómo crecieron, fueron marcados por su talento y se sintieron huérfanos luego de su repentina partida.
Todo esto, mientras impresionantes coreografías guían la película, tanto en los escenarios de la compañía como en un parque, una piscina, una fábrica, la montaña o el tren colgante que cruza la ciudad.
La cinta de Wenders es arriesgada, nos hace pensar en un principio que es excluyente y que está filmada para los círculos conocedores de la vida y obra de Bausch, pero evoca algo más amplio y simple: sentimientos a través de hermosas escrituras de danza, a ratos emotivas, otras veces graciosas, violentas o cargadas de tensión sexual. Deleite más que análisis. Una grata experiencia de movimiento humano en la pantalla grande.
Finalmente, “Pina” es una gran empresa en que desde el director hasta los bailarines tributan el legado y talento de Bausch, de manera emotiva y a ratos simple, pero nunca sin evidenciar pasión, entrega y pertenecia a una herencia que los marcó.
“Bailemos, bailemos, si no, estamos perdidos”, dice en un momento de la cinta Pina Bausch y, de paso, le entrega una respuesta y antídoto al sentimiento de orfandad de su compañía de danza y seguidores: bailar como única respuesta, bailar mientras todo se cae, bailar para mantener vivos a los muertos.