La voz de Él Mató a un Policía Motorizado habla del futuro de la banda, de sus canciones en solitario, de su amistad con el escritor Fabián Casas y, entre otros asuntos, el rendimiento de la selección argentina de fútbol.
En algún momento Santiago Barrionuevo (36) abandonó el dibujo. No le gustaba lo que hacía. Sentía que no tenía un plan, una razón, una idea. También había renunciado a la música: antes de formar Él Mató a un Policía Motorizado, antes de ser Santiago Motorizado, antes de los conciertos repletos, antes de convertirse en un referente generacional, antes de que cada noticia sobre la banda se convierta en un acontecimiento, antes de las canciones hipnóticas, antes de los himnos colectivos, antes de demasiadas cosas, había dejado de tocar.
Se sentía perdido.
Estaba estudiando plástica en el Bachillerato de Bellas Artes de La Plata pero faltaba todo el tiempo. Vagaba por la ciudad.
—Tengo esos recuerdos: fueron como dos años en que no tenía banda y no hacía nada con el dibujo. Nos juntábamos en la casa de los abuelos de Manu (Pantro Puto), que es el guitarrista, pero en ese momento no lo era, y también en la casa de los abuelos de Morita, que después fue mi novia. Eran lugares de encuentro, de pasarla bien y estar con amigos perdiendo el tiempo. También recuerdo que siempre era de noche. Fue una etapa de crisis personal. Estaba en búsqueda de cosas. Con Él Mató a un Policía Motorizado encontré un camino, que era hacer canciones. No estar esperando que alguien me invite a su proyecto, si no dar el inicio yo. Eso estuvo buenísimo.
—Te permitió unir el dibujo con la música, además.
—Disparó esas ganas de hacer cosas en el campo de las artes visuales y tenía un motivo: era la banda. Hacer pósters, hacer tapas de discos. Tenía una razón y todo un universo por explorar que podía complementar las ideas y estéticas que se plantean desde lo musical, desde las letras.
—¿Cómo conversan las artes visuales con la música en tu caso? Qué eres antes, ¿músico o artista visual?
—Cuando era chico me gustaba mucho dibujar, tenía supuestamente una facilidad con el dibujo. Me salía rápido. Dibujar acciones, personajes. La figura humana, digamos. Me acuerdo que en la escuela hacía historietas divertidas con mis compañeros de clases. Inventaba situaciones de escuela y eso a los chicos les copaba. Hacíamos fotocopias de las historietas y todos tenían sus copias. Después, en el secundario, a mi mamá y a mi viejo se les ocurrió que tenía que ir a la Facultad de Bellas Artes. A mí me pareció que estaba bien. Ahí comencé a tocar la guitarra, gracias a mis compañeros. Mi papá toca la guitarra y canta de manera amateur, en asados y cumpleaños, pero nunca me enseñó a tocar. Quizás, obviamente, de ahí sale el interés por lo musical. Siempre en mi casa hubo una guitarra, pero en la escuela fue donde aprendí los acordes. Ahí armamos las primeras bandas.
—¿Te sirvió de algo esa «facilidad» en bruto?
—Con el tiempo, me di cuenta de que esa facilidad sobre lo que se considera que es «dibujar bien» generalmente no sirve para nada, es una herramienta más. Lo importante son las ideas, ellas disparan otras cosas. Disparan todo, digamos. Disparan el por qué de la pieza artística. Son lo más importante. Después al momento de llevarlas a cabo uno puede tener herramientas más a mano, otras no tanto, pero todo se va desarrollando a partir desde ahí. Se me generó esa crisis: «Bueno, está bien, sé dibujar esto. Me sale fácil, ¿pero qué hago con todo esto? ¿Cuál es el plan?». Con Él Mató a un Policía Motorizado tuve el plan.
—¿Cómo definirías esa estética tras los afiches o las tapas de los discos de Él Mató a un Policía Motorizado?
—No sé cómo definir el arte en ese sentido. No es lo mismo encarar un afiche, que encarar la tapa de un disco. Uno tiene una función, directa, anunciando un concierto, y otro no es tan informativo, sino que la cara de toda una obra que es musical. Me gusta el arte pop en general, en todas sus ramas, y el diseño también, pero más del lado de lo plástico, del dibujo, de la pintura y también de la fotografía y el collage. Ver cómo va evolucionando el arte pop a través del tiempo y a través de esta sobrecarga de información en la actualidad que antes no estaba.
Amigos, formemos una banda de rocanrol
—Has dicho que tu acción política es ser un artista independiente, que con tus amigos pelean para que las bandas no dejen de hacer canciones, para que no abandonen lo que aman. ¿En qué momento supiste que querían ese camino?
—Optamos por el camino de la independencia porque es la forma de vida que nosotros elegimos de chicos, sin saber bien qué era eso. Era un poco imitar a las bandas que amábamos y querer hacerlo a nuestra manera, pero siguiendo ese espíritu. Por lo menos, el que imaginábamos que era. El que nos llegaba.
—¿Qué bandas admiraban?
—Me acuerdo de que nos copamos mucho con el Sello Matador y todas las bandas de ese momento, de mediados de los noventa: Pavement, Yo La tengo, Guided by Voices. Esa cosa de juntarnos entre varios y armar algo en conjunto. Ese espíritu. Eso fue algo bastante importante para nosotros. Me acuerdo que teníamos el caset What’s Up Matador (1997), un compilado del sello, que nos pasábamos para copiarlo. Eso era como una biblia para nosotros. Siempre quisimos tomar ese camino. Sin verlo como una opción contraria a los otros caminos, sino que nos gustaba eso. Nos sentíamos identificados con esas bandas, con su música, con su arte, con sus letras. Después, veíamos fotos y nos gustaba como eran ellos, como se mostraban frente al mundo. Nos sentíamos hermanados con eso a la distancia.
—¿Cuesta mantener la independencia a medida que la banda se va haciendo más grande? ¿Nunca se sintieron tentados de tomar el camino más fácil?
—Con el correr del tiempo, todo el crecimiento que tiene la banda —sobre todo en convocatoria— hace que aparezcan nuevos desafíos. Tocar en un escenario más grande propone una apuesta más grande. Un ejemplo puntual: antes no teníamos sonidista, ni iluminador. Lo que es divertido es que vamos sumando gente y eso nos copa, nos copa que la familia se vaya ampliando. Uno cuando propone este camino como forma de vida sabe que una de las cosas divertidas es eso: trabajar con amigos, o gente cercana, o que te cae bien, o que más o menos piensa como vos. Hacer esto es un trabajo, pero el trabajo como ideal: con tus amigos, haciéndolo de la forma que vos querés, con tus tiempos, sin la presión de nada externo, ni esas cosas, que no suelen estar buenas en los trabajos en general.
—¿Han tenido que negociar ciertas cosas?
—Sí, habrá que negociar con algún festival que te invita o algún boliche que tenga sus requerimientos a la hora de armar un show, pero eso es más externo al trabajo de lo que es nuestra banda. A veces pedimos consejos, a veces no, nos gusta eso de sorprendernos. Esa inocencia que tenemos frente a algunas dificultades que van apareciendo quizás hace que resolvamos las cosas de manera más pura, más a nuestra manera. Eso nos divierte. Es eso: poder tener ese momento de elección puro y hacer lo que queremos. Creo que estamos haciendo las cosas bien, a nuestra manera.
Nuevos discos, nuevas drogas
—“El baile de la colina” la escribí una noche en una casa prestada que usábamos de estudio casero de grabación. Se iba a ocupar en unos meses, así que estaba libre, libre de muebles y cosas. Atrás había un gran patio lleno de plantas y por las noches mirábamos Twin Peaks proyectado en la pared.
“El baile de la colina” es una de las cuatro canciones que componen Violencia (2015), el último EP de Él Mató a un Policía Motorizado y una especie de puente entre La dinastía Scorpio (2012) y su nuevo álbum de estudio, que esperan publicar a comienzos del próximo año.
Alejado del perfil conceptual de Navidad de reserva (2005), Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008), la placa fue pensada como una excusa para rescatar temas que tenían cierta continuidad con su último disco. Aunque la idea al trabajar su sonido fue distinta: hacer las canciones más limpias, prolijas. Despojarlas al máximo y ver cómo quedaban.
El resultado les gustó. Y fue el germen de Violencia, que también puede ser leído como una colección de pistas que perfilan el futuro de la banda.
«Todavía no hay nombre, tengo algunas ideas de posibles portadas, hay una muy puntual que tengo que desarrollar. Pero faltan algunos detalles por terminar y estoy con eso. Todavía está en mi mente, todavía no me puse a llevarla al plano de la realización. También faltan letras de algunas canciones, eso me está preocupando un poco, levemente, porque quiero apurar esto en el sentido de que no tarde mucho todo este proceso. Pero bueno, supongo que va a estar todo bien».
—Existe una búsqueda en el EP por correr el eje, por diversificar sonidos. Lo digo especialmente por “Aire fresco”. ¿Es esa canción un indicio de lo que escucharemos en el nuevo disco?
—Puede ser, algo de eso va a haber en el nuevo disco. Pero todavía falta para terminar de definirlo. Ojalá en las próximas semanas, después de las giras, podamos avanzar y llegar a más definiciones.
—¿Qué nivel de claridad tienen sobre el nuevo disco?
—Tenemos como más o menos veinte canciones que estamos preparando, que estamos armando, que estamos dando forma. Bastante redondas habrá unas cinco canciones, todas las demás están ahí, en vías de desarrollo. Armamos un estudio acá en mi casa y siempre viene Luquitas (Rossetto) de Buenos Aires, que es nuestro sonidista, y él organiza un poco la preproducción. Tenemos un plan de grabaciones, todas las semanas, tres días. Estamos dándole con eso, para ver si podemos terminar por lo menos este proceso de la preproducción lo más rápido posible, tener las maquetas de todas las canciones terminadas y ya planear dónde vamos a ir a grabar el disco definitivamente.
Terrorismo (de Estado) en la Copa del Mundo
La canción tiene solo una frase. Arranca de manera instrumental. En esos minutos algo se va cargando, exuda energía. Luego viene un puente y Santiago Motorizado comienza a cantar. Suena un poco adormecido, como perdido en un mundo propio. La frase es relajada pero la energía de la canción no cede. La frase dice: «Si vienen a buscarme, estoy dormida».
—Le habíamos puesto un título que no tiene nada que ver con la letra, que no iba con ese espíritu. Elegimos “Terrorismo en la Copa del Mundo”, por un terrorismo más moderno, tipo Al Qaeda. También nos gustaba estéticamente por como sonaba, no mucho más que eso. No tiene ni siquiera un contenido político pro terrorismo o antiterrorismo. Nada de eso. Era un juego estético.
Pero esa canción mutaría.
Algunos se apropiaron de ella. Y el sentido, y el significado con que fue escrita, cambiaría.
Un 24 de marzo, el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en que se conmemora a las víctimas de la última dictadura cívico-militar en Argentina, una fanática de la banda publicó una foto del dictador Jorge Rafael Videla junto a la frase «si vienen a buscarme, estoy dormida». Ahí la canción se convirtió en otra.
—Esta chica tomó el terrorismo de Estado de la Copa del Mundo de Argentina 1978. Fue un recuerdo muy oscuro de la historia de mi país. Mientras se celebraba el Mundial habían lugares clandestinos en donde se torturaba y se hacía desaparecer gente. Y usó esta frase «si vienen a buscarme, estoy dormida» como hablando de alguien que la dictadura viene a chupar, a detener y se está escondiendo. Me gustó esa interpretación, tomando de manera relajada su destino fatal. Así vivían ese momento muchos jóvenes que dedicaron su vida a querer cambiar el mundo, a pelear contra una dictadura, que era pelear sin armas. Como que ya habían decidido de antemano que iban a dar su vida por eso. Una situación muy triste, muy extraña. Me emociona. Cuando la canté pensando en eso me agarró como un escalofrío, como si fuese la canción de otro, porque no era la intención con la que yo la había escrito. Aunque pensándolo en ese contexto tomaba otro significado.
—¿Te ha pasado algo parecido con alguna de tus canciones?
—Me pasa algo parecido con “Más o menos bien” en la parte en que nombro a mi mamá y a mi papá, «Ma, no te preocupes tanto. Todo va a estar más o menos bien». Hace algunos años ella falleció y me acuerdo que siempre estaba muy preocupada por todo, porque todos estemos bien. Quizás esa preocupación extrema hizo que se enfermara. No sé. Pero al cantar esa canción ahora me acuerdo de mi mamá de otra manera. En ese momento la cantaba para que la escuchara y ahora la canto para recordarla.
—¿Qué es lo que más te atrae de mezclar sentimientos supuestamente opuestos en las letras de Él Mató a un Policía Motorizado?
—Me gusta generar una especie de incertidumbre. No me gusta que todo sea tan literal, que se vuelva obvio. Predecible. Que por más que a veces se habla de una idea concreta, de manera bastante directa, me gusta romper esa línea, poner acentos en otras cosas. Que no caiga en la solemnidad, romperlo con humor. O algo que va por un lado romperlo con una palabra que lo saque de contexto, creo que esos acentos sirven para equilibrar ese universo que se crea con una letra, con una descripción de un personaje, de una situación, de un sentimiento. Porque un poco así es todo, no todo es blanco o negro, siempre algo ocurre en esas verdades o esos lugares que quiebran una especie de idea redonda y cerrada, y genera —aunque estemos hablando del plano de las ideas— estéticamente algo que me gusta.
—En tus letras las ideas se van limando, una y otra vez hasta que no sobre nada. Hay una dedicación por lo mínimo. ¿Qué es lo que te parece más poderoso del poder de síntesis?
—Me gusta la simpleza en las letras, llegar a esa síntesis. Me gusta cuando siento que ya logré describir ese concepto que tenía como idea principal, y cuando ya encontré esas palabras siento —como por naturaleza— que no tengo nada más que agregar. También me gusta como la simpleza acompaña a lo musical. En muchas de nuestras canciones hay un clima de repetición de algo que se va cargando, que explota, que vuelve a comenzar, que es cíclico, y una letra breve acompaña bien a eso.
Santiago Corazón
La idea no era publicarlo. Eran grabaciones que tenía en su casa, en su computador, y que iba enviando a sus amigos para que existiese una devolución.
En esas canciones, la voz está acompañada por una sola guitarra acústica y Santiago Motorizado, que cuando se presenta como solista es Santiago Corazón o Santiago C. Motorizado, quería grabarlas con una banda. En algún momento Santiago Corazón quiso arreglarlas un poco. Pero alguien las recolectó y publicó un disco bootleg bajo el nombre de Acústico, con una vieja ilustración que hizo el músico del Memo Ochoa como portada .
—Me parece divertido que se hayan «filtrado». Igual usar la palabra «filtrado» con canciones que grabé en mi computadora ya me resulta gracioso. Muchos piensan que es mi disco, que es como oficialmente yo lo saqué y no es así. Igual me divierte que suceda todo eso. Estoy contento con todo lo que sucedió, más allá de que no estaba en mis planes lanzarlo así, pero a veces la vida destruye tus planes inesperadamente y hay que acomodarse a las cosas. En este caso fue todo para bien, no es que lo destruyó para mal, sino que te los cambia y te sorprende. Eso es divertido.
Antes se presentaba solo con una guitarra acústica, como en las canciones de Acústico. Ahora, lo hace acompañado de Mora Sánchez Viamonte, de 107 Faunos, en los teclados, y Tom Quintans, de Bestia Bebé, en la batería.
Ahí, en esa experimentación, fuera del universo de Él Mató a un Policía Motorizando va probando canciones. Al tocarlas en vivo, siente cómo cambian de forma y define a qué proyecto corresponden. O pasan de un repertorio a otro, como “Ahora imagino cosas”, que dejó de tocarla como solista y hoy la ensaya con la banda.
—En el plano solista, las canciones tienen un tono de humor muy propio, con mucha ironía. Un humor más tonto. Muy personal, como suelo ser yo hacer mis chistes. Siento que eso no encaja en Él Mató a un Policía Motorizado, donde trato que las canciones, las letras, nos representen a todos. Y cuando se las muestro a los chicos estoy esperando que les gusten y que las sientan como propias. Muchas veces tomo cosas que nos interesan a todos, cosas que hablamos cuando estamos de viaje, cuando estamos juntos y las transformo en letras. Las letras de mi set solista van más por otro lado. Están cargadas de humor y en sí el clima de la canción ya está gestado por ese lado. No sólo la letra, sino también lo musical.
Boedismo zen
Esto lo dijo el escritor argentino Fabián Casas cuando le preguntaron sobre Él Mató a un Policía Motorizado: «Me gustan todos sus discos y mi tema favorito es “Mi próximo movimiento”. Son un golpe de espíritu en la música argentina. No se hacen los ‘artistas’, ni las ‘estrellas’, no son esclavos, no tienen que representar ningún poder, solo hacer música o, como decía el genial Javier Martínez, solo fumar o dibujar. Para qué complicar». Varias veces el autor de Ocio (2000) se ha subido a cantar junto a Santiago Motorizado ese himno al fin del mundo aparecido en Día de los muertos. El crossover es genial e inesperado, pero lo cierto es que Casas y Barrionuevo son amigos, casi hermanos.
Se conocieron en la radio Rock & Pop. Santiago recuerda que Casas le contó que le gustaba la banda por el nombre y por unas fotos que vio. Nada más. Eso le pareció increíble: que a Casas le gustara la forma que tenían de mostrarse frente al mundo, así como ellos admiraban las fotos de sus héroes del Sello Matador. Tiempo después se hicieron amigos y al escritor de Boedo también le gustó la música. Desde ahí, la relación ha sido estrecha y prolífica: Santiago actuó en la adaptación al cine de Ocio (2011), dirigida por Alejandro Lingenti, ilustró el cuento infantil Rita viaja al cosmos con Mariano (2009, Planta Editora) y se ha encargado de varias tapas de sus libros, desde las versiones latinoamericana [Emecé] y española [Literatura Random House] de la novela Titanes del coco (2015), hasta el recién publicado volumen Trayendo a casa todo de nuevo. Todos los ensayos (2016, Emecé).
—Siempre me está hablando del arte, de sus caminos, de que el artista tiene que ir en contra de sus facilidades, de que el arte es colectivo. Un montón de cosas que yo no las tomo a personales porque son como máximas que abarcan al arte en general, pero obviamente que lo aplico a lo que hago. Y quizás de alguna manera me está dando un mensaje puntual a mí por algo que vio en las canciones, o algo que hago yo.
—El otro día leía una entrevista en que contabas que le habías criticado algunas cosas a Fabián Casas de Jauja (2014), película que escribió, y que a él no le había gustado nada.
—En realidad a mí Jauja me encantó. Fue una crítica leve: él me decía que ciertos aspectos de la película, de la introducción sobre todo, cuestiones de vestuario de los personajes, estaban hechas exageradas a propósito y yo decía que la exageración no se notó. Vi la película y parecía que los trajes, no sé, no soy un estudioso de la historia, correspondían a ese momento histórico. Y le dije eso, que si quería exagerar y lograr ese clima de absurdo, de poner elementos que no son de la época, tenía que exagerarlo aún más, llevarlo al extremo para que se note. Quizás un historiador lo ve y dice: «no corresponde ese collar en un soldado del ejército argentino», pero el público común —y se supone que las películas no son solo para un público especializado— necesita esos acentos más marcados. Esa crítica le hice y él se cagaba de la risa, qué sé yo.
—¿Casas te ha devuelto la mano y te ha criticado cosas de La dinastía Scorpio o Violencia?
—Él no me criticó nunca así directamente, con esas cosas puntuales como yo le dije de la película. Sobre todo me jode con que quiere ser el productor del nuevo disco. Él no tiene idea de música ni nada, pero podría ser un buen productor de las letras, por ejemplo. Siempre me lo dice en tono de broma, «yo soy el productor, yo soy el productor». Obviamente lo voy a tener en cuenta cuando termine de escribir. Igualmente es como un hermano y nada, siempre estamos ahí, charlando tonterías.
—Y en relación a esa máxima que repite siempre Casas, «uno debe trabajar siempre contra su habilidad», ¿te inquieta la posibilidad de repetir fórmulas en la banda?
—La verdad es que no me inquieta mucho. Hay formas que amamos y las vamos a repetir, porque básicamente nos gustan mucho. Pasa algo raro en el arte, en otras ramas —como en la pintura— se respeta al artista que encuentra un estilo y nadie le critica que lo mantenga durante décadas, hasta el final de sus días. En cambio, en la música siempre se exige mutaciones radicales, que rara vez suceden. Igual lo digo pensando en voz alta, ¿por qué será? Más allá de todo, entendemos que es parte de esto y lo disfrutamos. Nuestro objetivo siempre es sacudirnos un poco con lo que hacemos, que nos conmueva, nos revitalice y nos motive, primero a nosotros mismos y luego a quienes nos escuchan.
Escapar de la isla
El viernes 24 y el sábado 25 de junio pasado, Él Mató a un Policía Motorizado tocó en un bar de Rosario. El domingo, temprano, volvieron a La Plata. Ese día, a las 20.00 horas, Argentina jugaba la final de la Copa América Centenario frente a Chile en el MetLife Stadium de Nueva Jersey. Santiago Motorizado tenía planeado juntarse con unos amigos del colegio, uno de ellos haría guiso de lentejas. Pero mientras se acercaba la hora del partido se fue poniendo muy nervioso, cada vez más ansioso. Y cuando Santiago se pone nervioso le gusta estar solo.
—La verdad es que eso es un error, porque al estar solo te ponés más nervioso aún. No tenés con quién charlar, con quién descargar esa tensión. Me arrepiento de no haber ido finalmente a esa reunión.
Lo miró en una pieza que tiene en la casa de su padre. Solo. Ahí, desde el gol que se perdió Gonzalo Higuaín a los veinte minutos de partido, sintió que todo parecía repetirse, como una tragedia que vuelve: la final del Mundial de Brasil 2014, la final de la Copa América en el Estadio Nacional en 2015. Así, pasó la lesión de Di María, el error de Higuaín, el pésimo planteamiento de Martino y los penales. Que Messi, el mejor jugador del mundo, la mandara a las nubes era el golpe final a una Selección que parecía cruzada por el desastre.
—Lo de la Argentina es como la serie Lost, donde los personajes tienen una especie de karma que los persigue y siempre están repitiendo los mismos errores. Están todos metidos en ese círculo.
—¿Qué análisis haces del partido?
—La verdad es que lo sufrí un montón. Argentina jugó muy mal. Hubo errores que costaron bastante y errores puntuales, como definiciones, la de Higuaín sobre todo. Errores como que juegue Di María. Yo supongo que Di María habrá pedido jugar porque se habló mucho de él cuando no jugó la final del Mundial, asumo que quería sacarse la espina. La verdad es que se notaba que no estaba para jugar, que no le picaba a Messi. Es muy importante que le corra a Messi alguien por esa banda y sin Di María no tenía dónde descargar. Lo de la Selección era dársela a Messi, básicamente, y que él trate de pasarse a tres chabones. Un delirio.
—¿Hubo un factor psicológico también? La presión fue muchísima.
—Yo entiendo que, para los jugadores, en esta seguidilla de finales perdidas, cada final fue pesando en la siguiente. La presión fue creciendo y, sin darse cuenta, no querían arriesgar. No querían ir para adelante. Quiero creer que el técnico vio eso y no que fue una decisión natural de él no arriesgar un poco más, sino que vio que los jugadores estaban en ese momento de tensión y supongo que habrá pensando que arriesgar más iba a ser un error. Entonces, el planteo de Argentina era básicamente un mediocampo muy defensivo y todos muy pendientes de ver qué resolvía Messi. El partido se fue yendo, la defensa estuvo bien porque, bueno, básicamente había muchos hombres en defensa. Los laterales la verdad no son hombres que suban demasiado, están más atentos a la parte defensiva que al ataque y… ¿Me estoy extendiendo mucho, no? Jajajajaja. Me estoy descargando por lo que no descargué con mis amigos, parece.
—¿Qué te pasa con el exitismo argentino?
—Me pone triste porque nunca se aprende la lección, siempre es igual. Cuando se aprende la lección ya es tarde. Cuando es tarde se vive resignado, se vuelven a hacer las cosas mal y así sucede. Los argentinos tienen un exitismo exagerado y siempre piensan que merecen un lugar que no sé si es real. En un punto eso hace que los jugadores jueguen con otro espíritu, eso es bueno, en un punto, pero si se sobreexige ya empieza a ser una molestia. Argentina en los noventa tenía un plantel totalmente inferior al brasilero, me acuerdo, pero Argentina salía a jugar ante Brasil de igual a igual. Ese orgullo era bueno, era positivo. Lograba que jugadores que eran inferiores salieran a jugar contra un súper seleccionado brasilero, casi el mejor de la historia, con Roberto Carlos, Cafú, Ronaldinho, Rivaldo, Ronaldo. Argentina tenía al Piojo López, Kily González, Orteguita, jugadores que no estaban a la altura, pero ese orgullo argentino hacía que se elevara esa intensidad. Después no nos iba tan bien, pero a veces es útil eso de creérsela en la competencia, pero la presión es muy grande. Por ejemplo, en la actualidad, al tener al mejor del mundo, no se va con esa guapeza, con ese orgullo, se va a jugar pensando que merecemos salir campeones de todo y no es así.
—¿Cómo proyectas lo que viene?
—No pienso mucho en el futuro. La verdad es que estoy pensando mucho en el pasado, en este tiempo que pasó y cómo la dirigencia, que se encarga de mover los hilos en sus partes más importantes, no supo aprovechar la riqueza del plantel argentino en su delantera. En estos últimos años Argentina ha tenido delanteros de primer nivel, creo que nunca en sus historia tuvo tantos a tan buen nivel, jugando en los mejores equipos de Europa. Y también está el mejor jugador del mundo. Pero, bueno, alrededor de eso, no se hizo nada. Se llamó a un técnico mediocre que no estuvo a la altura y nunca tuvo una idea: que Argentina juegue a algo como lo hace Alemania, como lo hace Chile hace años. Son equipos que vienen trabajando hace mucho, no cosecharon cosas en lo inmediato, pero con el tiempo sí. ¿Por qué Argentina no puede jugar como Chile? ¿Por qué no puede presionar como Chile? ¿Por qué no puede salir jugado como Chile? ¿Por qué tan desprolijo tiene que ser siempre?