Se acercan las tormentas y yo mirando la pared: apuntes sobre Okupas

por · Agosto de 2021

A 20 años de su estreno, la serie argentina cae al catálogo de Netflix con su banda sonora revitalizada por Santiago Motorizado.

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Parte así: con un desalojo de una casa ocupada ilegalmente por varias familias. Vemos el caos, la violencia. Niños que lloran, policías y abogados al acecho. En una secuencia larguísima, cámara en mano y movimientos bruscos, quienes reprimen restablecen el orden social en medio de gritos y sangre. La casona del barrio de Congreso, en Buenos Aires, vuelve a estar en silencio.

El despojo de esas familias da paso a Ricardo Riganti (Rodrigo de la Serna), un chico de clase media alta que dejó la universidad y al que su prima Clara (Ana Celentano) le ofrece cuidar temporalmente la casona para que no vuelvan a ocuparla mientras tramitan los papeles de la sucesión.

Las reglas son claras: no quilombo, no drogas, no música fuerte, chicas con discreción y no meter a nadie en la casa.

Esos «mandamientos» —como les llama Clara— son destrozados constantemente por Ricardo, quien quiere perderse y, sobre todo, cambiar. Ahí, en esa casa gigantesca, ve una promesa, otra forma de aventura.

Instalado en esas ruinas, se reencuentra con su viejo amigo del colegio Pollo (Diego Alonso Gómez) y conoce a Walter (Ariel Staltari) y a Chiqui (Franco Tirri), con quienes pierde el tiempo por el paisaje arrasado de un Buenos Aires aturdido tras los años de neoliberalismo de Carlos Menem.

En medio de esas chispas de una Argentina al borde de explotar en demasiadas direcciones parte Okupas, la serie dirigida y escrita por Bruno Stagnaro (Pizza, birra, faso) en 2000, que ya está disponible remasterizada en Netflix, luego de años circulando en viejos VHS y DVD como un objeto de culto.

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En esa casona Ricardo desciende. Turistea por la marginalidad en un mundo que no le pertenece, como un héroe burgués tan adorable como idiota, que rompe con su familia para constituir una nueva con el Pollo, Walter y Chiqui. Se tienen a ellos mismos y con eso basta.

«Para vos esto es como unas vacaciones raras, para mí es la vida normal», le dice a Ricardo su novia Sofía (Rosina Soto) en algún momento de Okupas.

Y en esas vacaciones, en esa búsqueda de romper su propia historia, pone en riesgo a sus amigos. Porque su nueva familia es intensa y radical: van del amor al odio en minutos. Amistad y caos. Son ante todo inestables, descarados.

Ricardo, Pollo Walter y Chiqui recorren Buenos Aires sin rumbo, pierden el tiempo. Todas sus ideas son estúpidas o increíbles a la vez. Se van asomando cada vez más al borde del sistema.

Y, de paso, se despiden de la juventud.

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Cuando Okupas salió al aire en octubre de 2000 a través de Canal 7 —hoy Televisión Pública— tenía en su soundtrack a The Beatles, The Doors, Bob Marley, The Who, Jimmy Hendrix, entre otros. Eran otros tiempos: los costos de uso de la música en televisión tenían un valor bajísimo.

Veinte años después y para lograr la incorporación al catálogo de Netflix, Stagnaro le propuso al músico argentino Santiago Motorizado utilizar canciones de Él Mató a un Policía Motorizado para reemplazar algunos temas que no podía incluir por problemas de derechos.

El cantante de la banda platense era fan duro de Okupas. «Me partió la cabeza», dijo en una entrevista. «Vi la serie como 40 veces. La tenía en VHS, la grabé cuando la repitieron en Canal 9, y siempre que hablaba con alguien sobre ella le decía “vamos a verla”», profundizó.

Santiago Motorizado comenzó a trabajar manteniendo la esencia, pero haciendo algo nuevo. Trató de pasar desapercibido. Compuso desde julio de 2020 hasta mayo de 2021 y el resultado fue tan prolífico como increíble: 30 nuevos tracks y 20 piezas instrumentales.

Por el nuevo soundtrack original de Okupas pasan clásicos de Él Mató a un Policía Motorizado como “Yoni B”, “Vienen bajando” o “Noche de los muertos”, pero también cinco cumbias (una de ellas “Tonto corazón”, con Vicentico) y hasta un tango con Daniel Melingo.

De cierta forma, la música de Santiago Motorizado y la banda platense funciona como un puente silencioso entre las sensibilidades musicales y de época que recorren la serie de Stagnaro, desde su versión original en Canal 7 a su nueva vida en el streaming.

El escritor y periodista Walter Lezcano, lo explicó con eficacia en el sitio Indie Hoy: «Es la unión de dos símbolos de lo que representa ser joven en momentos históricos ardientes y utilizar el arte como guerrilla para imponer una nueva manera de acceder al placer. Ser joven a fines del siglo XX (Okupas se encarga de este retrato) y ser joven después de la tragedia de Cromañón (El Mató encarando una nueva sensibilidad rockera)».

Santiago Motorizado acierta con su invisibilidad. Crea piezas sonoras que se mueven en torno al universo de Okupas, que amplifican su sensibilidad, que profundizan su estética y que acompañan a la serie sin que su sombra la cubra.

Quizás la mejor muestra de esa generosidad es ver cómo crecen otras canciones que giran por la serie: “Mi espíritu se fue” y “Bajan”, de Pescado Rabioso; “Ya no sos igual”, de 2 Minutos; “Canción para los días de mi vida”, de Luis Alberto Spinetta, o “Gente que no”, de Todos tus Muertos:

No te creas que le hablo al de al lado porque te hablo a vos…
¿Quién sos?
¿Qué carajo estás haciendo con tu vida?
¿Qué carajo vas a hacer de vos?
Querés ser policía, querés ser ladrón
Querés ser un concheto, queres ser Stone

«Soy un fracaso. Tengo 24 años y no sé para qué carajo estoy acá», dice Ricardo en el capítulo 6. «No te hagás problema que somos cuatro», le responde el Pollo. De fondo, Buenos Aires es un hervidero camino al estallido de diciembre de 2001.

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La idea era romper con la televisión argentina. En Okupas existe una búsqueda por escapar del orden, de esa precisión impostada de ciertas ficciones, de sus fórmulas.

La serie parece estar bordeando siempre el documental. Filmaron en la ciudad, sin autorización, con cámaras ocultas. Hay algo vivencial, callejero. El elenco tenía muchos actores profesionales desconocidos y otros que no habían pisado nunca un set de televisión. Había castings en la calle para los extras. La belleza está en esa inmediatez, en ese caos.

Okupas está siempre a la contra. Nada de lo que inunda la televisión y el streaming parece existir en ella: ni la marginalidad solemne, ni el atractivo gansteril o narco, ni los antihéroes, ni los juicios morales, ni tampoco el ritmo ansioso.

Eso es lo otro: el tiempo. O la total irrelevancia del tiempo. Porque en la serie de Stagnaro no hay apuro, todo se cocina a fuego lento. En esas conversaciones eternas que no parecen apuntar a nada, o en esos paseos sin rumbo por Buenos Aires que no parecen llegar a ninguna parte, vemos cómo lentamente la red de Ricardo, el Pollo, Walter y Chiqui se va rompiendo.

Pienso en la escena más escalofriante de Okupas. En Ricardo sentado en el living del Negro Pablo (Dante Mastropierro), en ese piso del Dock Sud tomando vino en caja y preguntando a qué hora llega el Pollo: «Che, loco, ¿viene seguro el Pollo?». En la risa de la señora que observa la escena —que parece sacada del convenience store de Twin Peaks—. En esos minutos tensos, interminables. En la frase «¿sabés que vas a hacer ahora? Vas a bailar en pollera para todos los vagos».

En ese momento en que sentimos que a Ricardo se le comienza a romper la vida.

Sobre el autor:

Javier Correa (@__javiercorrea) es periodista y coescribió «Nunca cumplimos 30. Una historia oral del Canal 2 Rock & Pop» (2018, @librosdementira).

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