Secretos en el jardín al sofá: un psicólogo analiza a Cox

por · Mayo de 2014

Un psicólogo explica cómo funciona la cabeza de Carlos Alberto Cox, uno de los villanos más complejos de la televisión chilena.

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A pesar del tiempo en la cárcel, las fugas hacia la religión y Miami, el viejo Carlos Alberto Cox —interpretado por Alejandro Goic— sigue ahí. En medio del fracaso moral de la época, su disfunción sexual, el tedio, su imposibilidad al amor, el voyeurismo, el padre duro y la madre infiel, la cocaína, las violaciones y los muertos. Cox y sus crímenes como el diamante del fascismo. Impune. Violento. «Somos gente decente», repite constantemente en la serie Secretos en el Jardín de Canal 13.

Acá Miguel Morales Dahmen, psicólogo de la Universidad Diego Portales, magister en Psicología Clínica y Forense de la Universidad Complutense de Madrid, pero más importante, fiel seguidor de Secretos en el jardín, nos ayuda a entender cómo funciona la cabeza de uno de los villanos más complejos de la historia de la televisión chilena.

Cox tiene dos grandes trastornos que dan cuenta de una personalidad psicopática: es narcisista y antisocial.

¿Cuál sería el diagnóstico de Carlos Alberto Cox?

—Cox tiene dos grandes trastornos que son descritos en la psicopatología y que juntos dan cuenta de una personalidad psicopática: narcisista y antisocial. Esta es la clase de psicópata que describe Robert Hare, un autor moderno que habla sobre psicología criminal. Carlos Alberto Cox reúne bastante bien esos dos criterios.

Vamos por parte, ¿qué características tiene una persona con trastorno narcisista de la personalidad?

—Principalmente cumple con un patrón insistente de falta de empatía afectiva, es decir, una condición que le impide dolerse con el dolor ajeno. No es que no lo comprenda, lo hace, pero no le duele. O sea, si pasa por el lado de un viejito que acaba de tener un grave accidente, no lo ayuda porque no siente una especial necesidad. Lo que es muy extraño: la mayoría de los seres humanos sí tenemos capacidad de afectación. Nos afecta el dolor del otro, es una respuesta natural, está probado fisiológicamente.

De cierta forma están blindados…

—No sienten ninguna incomodidad al observar el dolor de los demás, por lo tanto pueden generarle dolor. Lo hacen porque a ellos no les pasa nada y, la mayoría de las veces, tienen un propósito: saben que eso les generará una ganancia.

¿Y en cuanto al trastorno antisocial de la personalidad?

—Es un patrón persistente de comportamiento que trasgrede los derechos de los demás. Por lo tanto, son más cercanos a cometer delitos. Una persona con un trastorno narcisista podría no cometer nunca un delito, no necesariamente está en el ámbito de la criminalidad. En cambio, el antisocial sí lo hace. Si juntamos estos dos trastornos, tenemos a un psicópata.

¿En qué rasgos específicos de Cox podemos notar estos patrones?

—Si te fijas en Carlos Alberto, coherentemente con los narcisistas, nunca reconoce haberle causado daños a terceros. Eso es muy frecuente en las personas que tienen ese trastorno de la personalidad. Nunca lo reconocen.

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«Nosotros somos gente decente», repite constantemente Cox. ¿No tiene conciencia de sus actos?

—Si tiene conciencia, absolutamente. Lo que hace es mentir. La gente que tiene trastornos de personalidad de esa naturaleza no tiene ninguna alteración de conciencia. Si lo tuviese, podría discutirse la atenuante de responsabilidad. No hay trastornos de autoconciencia o de heteroconciencia. Si Cox miente de esa forma es porque no tiene culpa. No le causa nada, no se afecta con lo que hizo. Solo sabe calcular, ver cuándo y dónde puede mentir.

La mamá de Cox murió en un accidente con su amante cuándo él era un niño. Por otra parte, Carlos Alberto detesta que su mujer Magdalena le exija tener sexo, como se quejó ante Opazo, ¿cuánto de castigo hacia esas figuras femeninas hay en los ataques de Cox?

—Eso es literatura. Puede y no puede darse. En la realidad no es tan fino, no es tan bonito. La historia es súper pulcra. Dan a entender que Cox está reivindicando una situación de desilusión de la madre y que tiene una doble fachada. Repite ser «gente decente», pero hace estas fiestas completamente indecentes. Por otra parte, la madre la tiene en una foto, pero se fue con el amante. Ese cuento es más bien literatura. Lo que sí está bien hecho en ese sentido, es la falta de integración de las figuras femeninas. No tiene integrada a la madre ni a su esposa, o a las mujeres.

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¿Cómo mira Cox a las mujeres?

—No las percibe como personas que están fuera de él, que tienen matices; sino que las divide entre las buenas y las malas. Decente e indecente. Eso es inmaduro. Como cuando éramos chicos y decíamos «o eres mi amigo o no eres mi amigo». Es muy propio de la pubertad establecer polos de certeza. Cox habla de ese modo, pero nunca logra integrar a esas figuras.

¿Qué consecuencias tuvo en la personalidad de Cox esa relación infantil con su padre, de inferioridad, de constantes peleas?

—Puede ser que los guionistas hayan sacado eso de la figura del psicoanálisis, muy de caricatura clásica, que el psicópata se formaba por una sobre vinculación con la madre y un padre castigador, distante. Los primeros psicoanalistas hablaban de esa doble presencia. Lo que ocurre con esa figura, es que el individuo no incorpora la norma, siempre está fuera. No se auto determina, lo hace por la norma externa. Por ejemplo, al ser adulto, si está el semáforo en rojo y no hay ningún Carabinero, pasa. Solamente se detiene si existe una figura de autoridad, porque nunca la incorporó, no la lleva consigo.

«Yo quiero ser parte de eso. Yo quiero hacer el amor. Yo quiero que compartan conmigo ese amor», piensa Cox antes del primer ataque en Viña. ¿Cuánto influye en los asesinatos que Carlos Alberto sea impotente?

—No suele darse en las personalidades narcisistas y antisociales, al contrario, son muy erotizados. Tienen comportamientos sexuales bastante más frecuentes que las personas sin trastorno. No se da. No lo logro encajar.

En las sociedades dictatoriales no hay tanta criminalidad en frecuencia, pero la que existe es más grave.

Chile estaba en plena dictadura, probablemente el momento más impune e infame de nuestra historia, especialmente por parte de la alta burguesía a la que pertenece Cox, ¿cuánto afecta el contexto político y social a la personalidad de Carlos Alberto?

—La violencia acompaña al poder. Eso ocurre con las sociedades sometidas a tiranías. La violencia es un ejercicio que forma parte del grupo que sostiene el poder. Las personas que concentran el poder ejercen comportamientos que trasgreden los derechos de los demás. Por lo tanto, los individuos que tienen rasgos psicopáticos se van a sentir con mayor libertad para poder ejercer ese comportamiento. El entorno lo permite.

¿No se podría dar algo así en democracia?

—Es más difícil. Hay más criminalidad pequeña, mediana. En las sociedades dictatoriales no hay tanta criminalidad en frecuencia, pero la que existe es más grave. Los asesinos seriales como este son muy escasos, tienen mucha prensa no más. No es algo frecuente. Se da cada 20 ó 30 años, en el mundo.

Cox parece complementarse muy bien con su mujer. Vemos a Magdalena agobiada, quebrada por lo que vive pero nunca escapa, todo lo contrario: cada vez que se mete más al fondo de estas situaciones que la asustan.

—Las mujeres que hacen familia con hombres que tienen trastornos narcisistas, suelen ser mujeres que tienen psicopatologías. Trastorno de dependencia, por ejemplo. Entonces son justo la pieza que necesita el narcisista como sirvienta. La mujer tiene tanto temor a la pérdida que sobrelleva la relación a pesar de la realidad. No logra observar los hechos, tiene un estrechamiento del campo de consciencia.

Jerez es como el pene armado de Cox.

Hernán Jerez es un completo desastre. Pero aún así tiene la hombría que Cox carece. Incluso, a Carlos Alberto parece no importarle que se acueste con su mujer y que sea el padre de su hijo, ¿hay algo de proyección por parte de Cox en la imagen de Jerez?

—No es tan complejo eso, no resiste análisis psicopatológico. Es más literal, tal cual tú lo dices. Jerez es como el pene armado de Carlos Alberto Cox.

Cox pasa desde la algofilia (excitación por el dolor sin componente erótico), al candaulismo (excitación al ver a la pareja copulando con otra persona) y hasta la alopelia (excitación al ver a otros teniendo una relación sexual), ¿es normal que personas con la personalidad de Cox sufran de tantas parafilias?

—Sí, podría, pero yo nunca he visto algo así. Ni en la literatura. Esos rasgos están demasiado caricaturizados. Tal vez existe, pero no lo conozco. Es muy inusual, por eso mismo no está tan estudiado.

¿Alguna terapia para Carlos Alberto Cox?

—En el caso del trastorno narcisista de la personalidad no tiene terapia porque no está enfermo, tiene un modo diferente de percibir la realidad. En el caso del patrón antisocial hay fármacos que podrían regular los impulsos, porque hay una des-regulación química.

Carlos Alberto Cox

Secretos en el jardín
Lunes a jueves, 22:30 horas. Canal 13
Director: Rodrigo Velásquez Q.
Productor ejecutivo: Matías Ovalle
Guión: Nona Fernández, Marcelo Leonart, Ximena Carrera, Simón Soto y Anneke Munita

Secretos en el jardín al sofá: un psicólogo analiza a Cox

Sobre el autor:

Javier Correa (@__javiercorrea) es periodista y coescribió «Nunca cumplimos 30. Una historia oral del Canal 2 Rock & Pop» (2018, @librosdementira).

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