SigOBrillAndo: honestidad sin pose

por · Septiembre de 2014

Entorpecida por la pose, violada por conseguir el auspicio de la bebida energética o las zapatillas de lona, la honestidad ha quedado mutilada en la música chilena.

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El sonido del nuevo pop chileno es un peso que cae firme sobre las espaldas de los nuevos grupos y proyectos musicales, esos que buscan tomar rápido la posta de quienes recién cosechan éxitos masivos tras más de una década de trabajo subterráneo. Es difícil encontrar una banda reciente que no recurra o a los arreglos dënverianos o a las tonalidades gepeanas o al electro menístico. O incluso al revionismo del am latino, desprejuiciado estos últimos años por los Ases Falsos. No hay nada anormal ahí, tampoco: todos quieren avanzar detrás de quien corta el viento, y así no sufrir con la fría fuerza del riesgo pegándoles en la cara.

Giancarlo Landini, también conocido como Guaro, ex Moreno, líder de Syndie, pintor y guitarrista, ahora compone bajo el fotologuero nombre de SigOBrillAndo. Arrurrú es su primer disco. Sin camisas estampadas ni tatuajes geométricos ni zapatos con cordones, Landini apuesta por algo peligroso en estos días superfluos. Mezclando lo emo de una adolescencia permanente con lo concreto de una paternidad reciente, el resultado es de una honestidad que entrega dos posibilidades: o estremece o da vergüenza ajena. Música para identificarse a muerte o para odiar de por vida.

«Cada uno tiene su mundo / yo lo sé», se escucha varias veces en “Cosas personales”, el primer single, acompañado de Dadalú. Una obviedad que en la repetición cobra una fuerza extraña, un sentido que aparece en la ducha al remojarse el champú o esperando a que termine la contención de pasajeros en la combinación del metro. Es tal la fuerza con la que Landini se abre a estas observaciones, sin ingenio pero con mucha pureza, que termina por provocar eso que se ve tan esquivo entre la mayoría de los grupos jóvenes: emoción, riesgo, veracidad.

Entorpecida por la pose, aplastada por la necesidad de sonar en el blog mexicano, violada por conseguir el auspicio de la bebida energética o las zapatillas de lona, la honestidad ha quedado mutilada en la música chilena. De una década, la pasada, llena de intenciones caseras, espontaneidad lo-fi e intensidad mal amplificada, pasamos a una con altos estándares de producción, inimaginables mejoras técnicas y una pose generalizada, vacía muchas veces de discurso, preocupada más del objetivo radial que del fondo artístico.

No creo en la nostalgia, pero seguramente es eso lo que activa este comentario. La generación emo —con sus variantes indie, aggro, hardcore, radiohead y otras— no sobrevivió al auge del nuevo pop, entonces cuando un adulto canta con el desgarro de la desadaptación —tan de principio de siglo—, descartando la minucia del estudio y apelando a la crudeza de lo básico, una ridícula lágrima cae por estas mejillas cada vez menos jóvenes. Más absurdo que un viejo emo, pero acá estamos. Y acá está para nosotros SigOBrillAndo.

SigOBrillAndo: honestidad sin pose

Sobre el autor:

Patricio Corona

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