Sobre la violencia

por · Noviembre de 2019

Un ensayo fotográfico para pensar las razones del estallido social chileno.

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Lo siguiente es un ensayo fotográfico para pensar sobre las causas del estallido social chileno.

Al río torrentoso lo llaman violento
pero al lecho que lo comprime
nadie lo considera violento

Bertolt Brecht

“No es un hecho menor el que estamos viviendo”, advertía durante los primeros días del estallido social chileno de 2019 el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar. ¿Por qué se produjo la crisis? Según historiadores y analistas, el aumento en la tarifa del metro es apenas “la punta del iceberg” de los problemas que aquejan a parte importante de la población.

Para medir qué tan desigual es la distribución de la riqueza en Chile —uno de los tópicos más mencionados en los análisis—, hay un par de datos clave. El último informe “Panorama Social de América Latina” elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) apunta que el 1% más rico del país se quedó con el 26,5% de la riqueza en 2017, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió apenas al 2,1% de la riqueza del país. El segundo reza que el sueldo mínimo en Chile es de $301.000 (US$ 423) en tanto que, según el INE, la mitad de los trabajadores recibe un sueldo igual o inferior a $400.000 (US$ 562) al mes.

Con ese salario los protestantes alegan que un alza en el costo del metro es inconcebible. 

Entrevistado por La Tercera, el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar dice que el actual estallido social es una “crisis larvada”. “Siempre cuando hay calderas de este tipo basta una señal cualquiera, como un alza de 30 pesos en el metro, para que la explosión se produzca”, aseguró el historiador.

“Estamos viviendo una situación histórica que de alguna forma hace converger procesos profundos y otros de más corto alcance”, dijo. 

Gabriel Salazar

Según Salazar, la crisis social que atraviesa Chile “es una situación que se ha repetido muchas veces, desde el siglo XIX hasta el día de hoy, con actores y procesos que tienen una larga presencia en nuestra historia. Y hay factores que son propios de la instalación del modelo neoliberal en Chile, particularmente de la década de 1990 en adelante.

Es un reventón social. Una explosión social no planificada, no coordinada, que introduce, naturalmente, una especie de pánico o en la clase política o en la sociedad, y que demora mucho tiempo en olvidarse. Y se producen reacciones políticas, sociales y culturales. No es un hecho menor el que estamos viviendo”.

Gabriel Salazar, autor entre otros libros de La historia desde abajo y desde adentro (Taurus, 2017) y Mercaderes, empresarios y capitalistas (Debate, 2018), aporta un contexto: “Cuando se instaló la democracia en Chile, distintos observadores —todos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)— vieron que hay un malestar interior en los chilenos —así lo definieron ellos—, que se manifiesta de muchas maneras. Y esa crisis larvada, que es una crisis de representación, crisis económica, etc. puede mantenerse por mucho tiempo. A la pregunta: ¿confía usted en el sistema político actual, en la constitución y en los partidos políticos? El 54% de los chilenos dijo que no, no confío. Ese indicador yo lo he seguido paso a paso hasta el año 2017 —que es la última información que hay— y aumentó del 54% al 94%. Cuando en una sociedad tienes una disconformidad con la clase dirigente, con el sistema que lo rige, de ese porte, es una crisis gravísima. Según los sociólogos, es una crisis de representatividad a la que se le agrega el hecho de que es una crisis de legitimidad porque la constitución del 80 no fue legítima y eso es muy grave”. 

“El problema es que esta caldera social no tenía forma de canalizar su expresión por una vía institucional, no hay mecanismo donde la ciudadanía pueda expresarse organizadamente frente al sistema para cambiarlo. En otros tiempos, comienzos del siglo XIX, estaba el cabildo, estaba la asamblea provincial, eso lo suprimieron desde el año 1830 hasta el día de hoy, entonces la sociedad no tiene canales de expresión directa para manifestar su descontento y la presión crece por dentro sin salida”, dice el historiador.

Juan Andrés Fontaine

La contrarrespuesta del gobierno a los primeros llamados de evasión —el lunes 7 de octubre, liderada por estudiantes de colegios emblemáticos como el Instituto Nacional— fue a través del ministro de Economía Juan Andrés Fontaine y resultó provocadora: “Alguien que sale más temprano y toma el metro a las 7 de la mañana tiene la posibilidad de una tarifa más baja que la de hoy”, dijo. Y se sintió como una bofetada considerando que —según un estudio de la UDP citado por un artículo de BBC— el transporte público en Chile es uno de los más caros en función al ingreso medio: de un total de 56 países alrededor del mundo, el metro de Santiago es el noveno más caro.

Según una columna de Daniel Matamala publicada por La Tercera, “fue una protesta lenta, que subió en intensidad gradualmente, con muchos momentos para reaccionar. Pero no hubo más que dos respuestas: la tecnocracia y la represión. El panel de expertos define la tarifa, las Fuerzas Especiales la hacen cumplir. Planillas Excel y lumas, mientras la política permanece ciega, sorda y muda”.

En su análisis, el autor del libro Poderoso caballero: el peso del dinero en la política chilena (Catalonia/UDP, 2015) explica que desde el poder se cataloga de “delincuente” a quien evade un pasaje de 830 pesos, “pero jamás se ocupará tamaña palabra para referirse a evasores como los estudiantes de ética Délano y Lavín, quienes evadieron impuestos por 857.084.267 pesos cada uno. Eso equivale a 1.032.631 pasajes; un trabajador que evadiera el Metro dos veces al día tendría que vivir 1.414 años para igualarlos”.

“Seamos claros —escribe Matamala—: fue esa élite la que rompió el contrato social al consagrar su propia impunidad, y al hacerlo tapó la olla, subió el fuego al tope y se tapó los oídos para no escuchar cómo el agua entraba en ebullición”.

Tal vez una publicación de The Economist resume mejor el espíritu del estallido social protagonizado por los chilenos, una crisis que parece no acabar y que poco a poco suma elementos impensados como los veinte muertos a causa de los desórdenes y la violencia policial: “No solo están enojados por el precio del transporte. Pagan un montón por el sistema de salud y generalmente tienen que esperar largos períodos para ver un doctor. La educación pública es pobre. Las pensiones, manejadas por firmas privadas bajo un sistema establecido por el régimen de Pinochet, son bajas. La creciente inequidad aviva el enojo. En 2017, los ingresos del decil más rico fue 39,1 veces más alto que el del decil más pobre, de acuerdo con una encuesta del Ministerio de Desarrollo Social. La mitad de los chilenos ganan menos de $400.000 al mes. Y, encima de todo eso, viene el alza de los pasajes del que ya es una de las ciudades más caras de América del Sur. Luego del aumento de tarifas, el costo del transporte puede llegar a $32.000 al mes”.

Sobre la violencia

Sobre el autor:

Alejandro Olivares es fotógrafo y co-fundador de Buen Lugar Ediciones.

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