Suicide Squad: lo entretenido de la locura

por · Agosto de 2016

La tercera película del universo expandido de DC Comics es una mezcla de escenas de origen saturada de balazos, un ritmo frenético y una psicodelia que guiña al pasado comiquero y animado de sus personajes.

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«Prefiero morir de pie que vivir de rodillas – Emiliano Zapata».

Esa fue la primera reacción de David Ayer, a través de su Twitter, ante las notas de los críticos que pondera Rotten Tomatoes para cada película de superhéroes que no lleve la chapa de Marvel.

«La cita de Zapata es mi forma de decir que amo la película y creo en ella. La hicimos para los fans. La mejor experiencia de mi vida», fue el tuit siguiente del director de Suicide Squad.

¿Realmente muere de pie Suicide Squad? En rigor, no. Así que revisemos, punto por punto, por qué.

De entrada, la película se arriesga mucho menos de lo necesario. Nos recibe la prisión de Belle Reve, clips de música con la presentación de los personajes y un Will Smith en alto nivel.

La trama, absurda como lo anticipa la estética de la película —e incluso la agresiva campaña de marketing—, funciona guiada por un ritmo frenético que juega con los flashbacks que explican el origen de cada personaje o cómo llegaron hasta dónde se encuentran.

Todo lo anterior resulta atractivo en Suicide Squad, así como el humor, que como regulador de la válvula de presión que significa explicar una película casi coral, también funciona y no tiene nada que envidiar a la mejor salchicha producida en los últimos años por los estudios de Marvel.

La relación entre los personajes del Joker y Harley Quinn guiña de forma correcta su origen en la serie animada y permite ser un gancho para las nuevas generaciones. Secundarios como Killer Croc, Diablo o Rick Flag, también aprueban porque la película comprende la materia prima con la que trabaja y la acaricia bien gráficamente, pero la priva de una historia más digna de contar.

Al debe

¿Qué podría arruinar la experiencia? Las apariciones sobreactuadas de Cara Delevingne —que no alcanzan a ser maquilladas por los esfuerzos supremos de Ayer que parece buscar ocultarla—, resoluciones de conflictos o escenas de acción más dignas de serie animada que de película o una amenaza que nunca termina por explicarse.

Suicide Squad es una respuesta rápida al rechazo que provocó en el grueso de la crítica global Batman v Superman y eso le pesa bastante. No se desafía a sí misma. Es un producto de entretención que funciona, tiene fan service por doquier, cameos muy bien ejecutados y una historia insulsa, quizás pensada para un público más infantil que quien escribe.

¿Está hecha para fans? En cierta medida sí. A diferencia del grueso de lo que señalan las críticas, que ya han desatado incluso una petición para cerrar Rotten Tomatoes, el estilo de Suicide Squad parece algo bien logrado y sus personajes no son inverosímiles ni estúpidos, exceptuando el rol de Delevingne.

¿Qué le falta? Historia y sobre todo que Viola Davis, Will Smith, Jared Leto y Margot Robbie se apoderen de los componentes de la película: la amenaza principal, que pretende mover la historia, no sirve como un contrapeso.

Dicho lo anterior, hay cien películas de superhéroes donde falla el villano y la experiencia sigue siendo provechosa por el fan service. La promesa de una secuela mejor o simplemente ver a los personajes en pantalla grande, como si fuera la última vez, a veces basta. La pregunta, a estas alturas, es qué podemos exigirle al género, con nuevas audiencias e historias de otro cariz. En Suicide Squad hay risas —no por la trama, como en Ironman 3 o The Avengers: Age of Ultron, sino por los chistes—, emoción y una épica mezquina.

El público, como corresponde, deberá decidir si esta nueva entrega de DC Comics será recordada como tantas buenas historias o expulsada de la memoria como esos bodrios polifacéticos que pretenden más de lo que son.

Sobre el autor:

Gabriel Labraña (@galabra) es editor y conductor de #MouseLT en La Tercera.

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