Tambores de guerra

por · Diciembre de 2016

Vine a ver un ensayo de Asamblea Internacional del Fuego y parece que perdí un poco de audición, pero me siento afortunado. En pocas horas, la banda lanzará en vivo Dialéctica negativa, su primer disco en más de una década.

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Sábado 5 de noviembre. Estoy en el patio de Gitano Recs., una casa con salas de ensayo y estudio de grabación en la calle San Francisco, la clase de lugar que siempre alberga músicos tramando algo. Vine a ver un ensayo de Asamblea Internacional del Fuego y parece que perdí un poco de audición, pero me siento afortunado, después contaré por qué. En pocas horas, la banda lanzará en vivo Dialéctica negativa, su primer disco en más de una década. Desde el jueves, prácticamente no escucho otra cosa. Ese día también anduve por aquí, buscando una copia del álbum en CD, y me quedé al ensayo de Tenemos Explosivos, invitado por Juan José Sánchez, guitarra en ambos grupos y señor Corales de Gitano.

El avance del reloj deja poco margen al error. Después de afinar detalles musicales, los cinco integrantes de Asamblea se concentran en otras decisiones sobre el show. ¿Cómo empezar? ¿No será muy raro poner la intro de un tema de Víctor Jara seguida del sample de una película? ¿Y qué hacer con las visuales? La determinación se toma con los ojos puestos en la pantalla de un notebook, ordenando una selección de imágenes de tenor político y comentando su procedencia. Pronto llegará el transporte recién conseguido, luego de que el original se bajara a último minuto. Hay que cargar instrumentos y el resto del aparataje para montar la tocata en la explanada de Matucana 100, pero antes Emilio Fabar (voz), Gabriel Oporto (batería), José Miguel Canales (bajo) y Sebastián Peñailillo (guitarra) parten a almorzar por ahí cerca. Juan José, que comió temprano, se queda con expresión seria en el patio de Gitano, pendiente del progreso de las visuales en el notebook y de lo que, según mis ojos pitis, parecía una tablilla de Excel.

Cada detalle del lanzamiento depende del poder de gestión del grupo, así que el ajetreo no da respiro hasta la noche. De hecho, poco antes de subirse a tocar, Juan José seguía repartiendo volantes en la entrada y Emilio andaba pendiente de la lista de invitados. Con todo, el concierto fue brillante, iluminó la noche de esta ciudad donde el alumbrado público es tan mezquino. De haber ido en calidad de crítico, solo a escribir una apreciación forastera, hubiese tapado el show en elogios, pero tuve la oportunidad de valorarlo desde adentro. Supe cuánto costó llegar a ese par de horas en las que se grita, se suda y se llora si es necesario. La forma del recuerdo que atesoraré se vio alterada, además, por lo que pasó diez días después, cuando finalmente eché a andar la grabadora para entrevistarlos. Emilio partió diciéndome que, a comienzos de milenio, «hicimos toda la pega de clavo y martillo y después no cosechamos», pero, luego de conversar casi tres horas, una de sus últimas frases fue «recién ahora empezamos a cosechar».

La carrera de Asamblea arranca el 2001 y queda en pausa cuatro años después, luego de un EP (La marcha de la desesperanza) y dos discos (Columnas y Lo que hablaron las ánimas en el camino) que ahora son de culto. Hace casi un lustro que la banda salió del congelador, y todo ese tiempo quiso publicar nuevo material. Dialéctica negativa, como idea, permaneció un largo período en la incubadora. Es más, el título del álbum fue anunciado a comienzos de 2013. Con el beneficio de la perspectiva, Emilio critica la estrategia: «Fue un error dar a conocer el nombre al tiro porque estábamos recién entrando a componer, ni siquiera a grabar, solo teníamos un demo. Lo que pasa es que juntarnos significaba hacer canciones nuevas porque eso es lo que nos convoca. A nosotros siempre se nos dio bien el trabajo de taller, así que la posibilidad de grabar un disco surgió apenas hicimos las tocatas de reunión».

El proceso se alargó inesperadamente: «Como teníamos mucho para echar al semillero y habíamos hecho los discos anteriores en muy poco tiempo, creímos que el resto sería un trámite. Aunque no teníamos pretensiones de vivir de la música, jamás la consideramos un pasatiempo, trabajábamos de forma muy intensa porque Asamblea siempre fue un acto súper serio. Pero ahora teníamos hijos, parejas estables. La fidelidad estaba primero con la familia». Otro factor en la demora fue la salida momentánea del fundamental Gabriel Oporto. Durante ese lapso, se grabó con otro batero una primera versión de Dialéctica negativa, finalmente descartada tras el reingreso de Gabriel y su insistencia en partir desde cero.

Cada obstáculo superado endulza los frutos que cosechan. Se necesita más que el estrés de organizar un lanzamiento o de rehacer un disco entero para tumbarlos. Asamblea ha resistido embates peores, cuenta Emilio: «Antes sí que nos pasaron cosas tristes. Recuerdo que le pusimos un montón de empeño al disco rojo (Columnas) y en una masterizada el sonido se fue a la mierda para siempre, nunca más se pudo arreglar». A esta altura, Juan José incluso valora correr con obstáculos: «Mi teoría respecto a las fallas, y a todas esas hueás como yeta que nos pasan, es que son una marca de vida. Aparecen para dejarte ahí, a punto. Que te cueste. Que haya una traba para que te den ganas de hacerlo de nuevo. Para que seas capaz de llegar más arriba».

Piedra a piedra, muralla a muralla

Un amigo tiene una tienda de vinilos en el persa, pero el mejor negocio de su vida ha sido vender por Internet un ejemplar de la primera edición del mítico Congregación viene… de Congregación. Tres mil dólares le pagó un millonario japonés obsesionado con Antonio Smith y que también desembolsó fuertes sumas de dinero por discos de Los Jaivas y Violeta Parra. De repente cuesta dimensionarlo, pero hay extranjeros que fantasean con la música de Chile tanto como Chile fantasea con la música de los extranjeros. La tarde en que acordamos este seguimiento, el viernes 28 de octubre, Juan José y Emilio visitaron mi casa y me contaron que al día siguiente, en Bogotá, se iba a realizar un concierto tributo a Asamblea Internacional del Fuego. El grupo no ha tenido los medios para visitar Colombia, pero su presencia allá es tan anhelada, que tres bandas locales recrearían un concierto suyo.

Si caminara sin parar hasta el local donde se haría el tributo, los cálculos de Google Maps indican que me demoraría 1467 horas, poco más de dos meses. Por suerte, Gitano queda a 10 minutos de mi casa, donde recibí a los Asamblea colgando ropa a pata pelada y los invité a sentarse en el sofá donde veo películas. Es esa cercanía la que me hace sentir afortunado. Y también sorprendido: nunca se me ocurrió que una banda tan atenta a las miserias de Chile me provocaría cierta dicha por vivir acá. Parado en Matucana 100, pensaba en los fans bogotanos del grupo, en lo bien que lo hubiesen pasado adelante, con los más enardecidos, un grupo de personas que no medía su fervor. Emilio atribuye la devoción al timing: «Fuimos los primeros en hacer esto y ser primeros tiene su gracia. Después vinieron cabros que tocaban mejor, pero nadie se acuerda del segundo porque la historia es cruel». Del respeto que inspiran se desprende la solemnidad que hace especiales sus tocatas: «Nosotros no echamos la talla. Somos un acto estricto. No quiero que te pasís la película y me hueís. Esto tiene un carácter litúrgico, esto es serio».

En efecto, las canciones de Asamblea son ley sagrada para algunos seguidores. Una vez, en City Tour, a Federico Sánchez y Marcelo Comparini se les apareció una frase del grupo escrita en un muro. Hay rayados similares en Rancagua y Puente Alto, entre otros lugares, con líneas como «y ahora que todo es distinto, ¿qué haremos con los recuerdos?» o «que el viento se vuelva huracán». Para Emilio, son motivo de emoción: «Uno se desayuna con esas cosas, son muy fuertes. Ahí te das cuenta de que no puedes llegar y escribir las pelotudeces que diría Pilar Sordo o alguien que piensa que sus ideas se pueden aplicar a todo el mundo como si fuesen publicidad. Yo escribo desde lo propio hacia lo colectivo. Cuando tocamos en Europa, allá se murieron los egos de niño, eso de pensar que eres especial y que te vai a comer el mundo. Ese continente es tan viejo, que todo lo que tú haces ya se ha visto antes. Ahí decidí reforzar mi localía, hablar desde acá y que ojalá mis palabras lleguen a otro lado. La movida ahora es ir de gira a México y Colombia porque allá hay mucho interés y tú tienes que devolverle mano a la gente que tiene una respuesta hacia tu trabajo».

Asamblea valora la atención del público: «La capacidad que tenemos para hacer canciones es tan lenta en comparación a lo rápida que es la capacidad de la gente para cansarse de ellas. Son dos tiempos que no concuerdan. La gente toma algo, lo usa, lo deja y ya era». Para Emilio, generar interés siempre es una sorpresa: «Lo que nosotros hacemos es como la antítesis de una canción pop. Las líneas de texto, si las ves, son súper grandes, está escrito como en prosa, no es muy coreable. Y la música también es muy larga y compleja, tiene hartos brazos que van para todas partes. Si te das cuenta, a veces se repiten súper poco las partes, o hay partes largas y después vuelve la otra. Pero aun así a nosotros siempre fue más y más gente a vernos. Después paramos de tocar y, mientras yo vivía en Barcelona, siempre me dijeron ‘ven, va a ser un golazo’. Hubo mucha respuesta y mucho cariño cuando volvimos. Tenemos la fortuna de ser queridos, no quiero decirlo desde la arrogancia, pero mucho menos desde la falsa humildad».

No pretendo ser un aguafiestas, pero la música no es solo arte, sino también negocio, sea en la escala que sea. Hay un aspecto material que no debe ser olvidado. Pregunto, entonces, si han podido capitalizar ese interés: «En esta etapa, el grupo se autofinancia. No hablamos de ganar, sino de no pagar todo con el vuelto del pan. Dialéctica negativa se hizo con plata que el grupo generó tocando, eso tiene otro valor porque esa plata la hicimos cobrando entradas baratas. Tiene un significado súper bonito. Nunca olvidamos que nacimos de la autogestión, de hacer las cosas nosotros mismos. Es el legado del punk y no hay que desconocerlo. Las entradas que cobramos no pasan de cierto precio y eso es parte del discurso. Cuando hablamos de estética, pensamos en eso también, en que una entrada sea barata para que llegue harta gente, sin que eso vaya en desmedro de la calidad de la tocata. Aprender eso es difícil».

Para llegar a este punto, pasaron una etapa formativa que ahora recuerdan riéndose: «Al principio, había caleta de ímpetu, íbamos con la perso y hacíamos un show, nos tirábamos al suelo y hueás que ahora no haríamos ni cagando. Decían ‘puta, estos hueones andan locos’ porque pensaban que nos drogábamos». Advierto que ese comportamiento habla del mismo desapego de la norma que cultivan hoy: «Como éramos más viejos, tampoco nos vestíamos igual, no usábamos uniforme. Nos preocupaban otras cosas, como construir una forma, tomar una conciencia, definir una estética de la unidad, de la unidad que planteaba Asamblea. No fue fácil porque teníamos gente que venía de distintas partes, aunque había música que nos volaba la cabeza a todos, como At the Drive-In. Ellos nos gustaban, pero no queríamos sonar igual porque sabíamos que no éramos eso. Y nunca fuimos emo tampoco, compararnos con lo emo es mezquino porque no hubiésemos podido tocar eso ni aunque quisiéramos. No estaba cerca de nuestros parámetros, no venimos de esa escuela. Asamblea se fue autoconstruyendo. Hubo autopoiesis, como diría Maturana».

Para Emilio, ni siquiera es posible encasillar a la gente que llega a verlos: «Cuando tocamos se arma una cosa muy guapa, se pasa bien. Nuestro público es variopinto. Te puedes fumar un cuete y nadie va a paquear, no hay atados. Yo vengo del hardcore y el hardcore es más hostil en algunas cosas. Nosotros como Asamblea no vivimos eso, no fuimos parte de esa escena, ni tocamos con 10 grupos más». Cuadrarse con dogmas ajenos nunca formó parte del plan: «Juan José venía del mundo CFA (el sello de Fiskales Ad-Hok), cabros que habían tocado con ampli grande. Su foco no estaba sólo en el gesto de tocar, sino también en sonar bien, justo cuando en la escena hardcore lo que se llevaba era que diera lo mismo el sonido. A la larga, eso nos jugó a favor, nos distinguió, pero al comienzo nos jugó en contra. Teníamos atados con gente, nos tiraron pa’l lado y tuvimos que remar solos. No es que no quisiéramos ser parte de una escena, a nosotros la escena no nos pescaba. Todo lo que hicimos fue a pulso. Piedra a piedra».

No ser neutral

Soy el primero en admitir que el periodismo musical apesta a autocomplacencia. Casi no aporta conceptos que sirvan en el mundo real, fuera de la cámara de eco en la que viven sus eslabones. Cuando se me escapan términos como rockismo o poptimismo conversando con alguien, casi siempre me veo forzado a explicarlos después. El ensayista Chuck Klosterman tiene razón al comentar, en su último libro, que esas palabras tan poco naturales parecen la forma de hablar que tendría un periodista musical en una serie de Aaron Sorkin. Una excepción que hace la regla es el concepto de banda portal, citado por Simon Reynolds en el obligatorio Retromania. Las bandas portal son las que indican el camino hacia una serie de referencias culturales marcadas con destacador en su obra. Un ejemplo al vuelo: Rush, cuyos fans más curiosos acaban devorando los libros que Neil Peart cita en sus letras.

Dialéctica negativa consolida a Asamblea como una banda portal. Emilio así lo decidió: «Hay un tema en La marcha de la desesperanza que se llama “Marcha y transmisión”. Ahí citaba tímidamente a “Te recuerdo Amanda” de Víctor Jara. Lo hacía sin saber que quería hacerlo. Lo hacía porque quería establecer que veníamos de acá, que esto era local. Ahora en este disco hay un montón de eso, de intertextualidad, pero esta vez es muy adrede porque Asamblea, como acto, tiene mucho de homenaje. Las letras son la herramienta que tengo. Como no canto bien y tampoco soy Brad Pitt (se ríe), sabía que tenía que suplirlo en otras áreas y aportar por otro lado. Así que le doy muchas vueltas a las letras, es un trabajo bien particular, hay mucha cita y descripción».

Puedo dar fe de lo que dice. Después de escuchar el disco, terminé chequeando datos de historia y geografía, tentándome con un par de libros, shazameando música gitana e informándome sobre el clima en España, entre otros efectos colaterales. Dialéctica negativa parte con un audio de Aguirre, la ira de Dios de Werner Herzog y cierra con un tema que samplea la entrevista de Roberto Bolaño en La belleza de pensar. Lo que une ambos extremos es el mejor disco chileno del 2016. Un clásico instantáneo.

Con Emilio como guía, cruzamos el portal: «La primera canción es “Casaspena”, que se llama así por un villorrio abandonado en el Pirineo, en Portbou, donde quedaron solo mujeres viviendo porque los hombres se fueron a la guerra. Dicen que la gente ahí se vuelve loca por el viento de la tramontana. Ahí murió Walter Benjamin escapando de los nazis. Pero la canción no se trata de ese lugar, sino que envuelve el concepto de Dialéctica negativa por la otra cita que contiene, la de Aguirre, la ira de Dios. Este disco engloba una idea fuerza, la de las cuentas que no encajan, salir para atrás en la suma y resta. Aguirre sabe que no va a encontrar El Dorado, pero, entre seguir adelante para morir con gloria y devolverse para morir humillado, se autoconvence de seguir. Nuestra generacion es como Aguirre, sabemos que no hay mucha vuelta. Toda nuestra sumatoria, por más que hacemos las cosas como hay que hacerlas, no sale. Nuestra sumatoria es siempre negativa. A mí me decían que las letras de Asamblea eran tristes y yo no quería que fueran tristes, pero al final salen así nomás. No dejamos de estar rodeados de puras hueás nefastas. Por más que no quiera escribir canciones tristes, siempre me toca sacar el tambor de guerra porque elegí no ser neutral».

Del doblaje al españolísimo de Aguirre, la ira de Dios, Asamblea extrae el relato angustioso del diario del misionero Gaspar de Carvajal: «La moral de los hombres está por los suelos (…) Las cosas no están saliendo como pensábamos, no vemos otra cosa que hambre y muerte. Perdemos hombres, pero no vemos ningún enemigo». Es un buen resumen del discurso del disco, aunque Emilio admite el tono sombrío de sus palabras: «Es crudo. No le quiero cantar a un chico de 17 años, lleno de esperanza, que estamos hasta el pico y más allá. Ojalá que él la haga, pero yo, para donde mire, no veo hueás buenas. Trato de ser optimista porque tengo una hija y no quiero cuestionarme por qué uno trae hijos al mundo, pero sé que las cosas cuestan porque esta hueá no está hecha para nadie. Solo vemos noticias terribles, nuestras tragedias son continuas. En este tiempo, no se puede cantar de otra cosa a no ser que te abstraigas de tu realidad, que también es válido, pero incluso en ese ejercicio hay una desesperanza. ¿Conoces el trap? El trap es lo más aberrante que he escuchado. Cuicos jugando a venir del barrio y traficar droga y, por otra parte, los que vienen del barrio reafirmando ideas que sólo te llevan a revolcarte en la mierda. Pero los entiendo. Hoy no hay mucho de adónde agarrarse, entonces dónde mirai. Nosotros no traemos la solucion de nada, pero nos parece que todo está difícil. Siento que es un tiempo de puros Aguirres que prefieren seguir adelante porque es mejor que renunciar».

Otro costado de “Casaspena” está en la mención de Ítaca, motivada por la lectura de los poemas homéricos: «Aparece pensando en Ulises, en volver al hogar y en el viaje continuo de todos nosotros, que tenemos la esperanza de ir a buscar eso que creemos que está en otra parte, pero llegas a esa otra parte y cachai que es la misma hueá básicamente, a veces peor». Juan José lo resume: «Uno es como es donde sea». Emilio lo extrapola: «Uno quiere cambiar, pero todos somos a veces el remedio y a veces la enfermedad. No eres peor que nadie, no hay buenos o malos. Por eso me parece tan peligroso situar los discursos en términos de ellos versus nosotros porque no es así. A veces somos los mejores, a veces somos una mierda».

Hijo de un comunista de base y bautizado en honor a Luis Emilio Recabarren, el cantante de Asamblea entiende la importancia de mantener la memoria viva. Dejar testimonios es un asunto que no se toma a la ligera. No solo discos y canciones, sino también descendencia: «Mis papás son del campo, de la Séptima Región, y yo pasaba allá los veranos. Un flashback de mi infancia es estar cosechando tomates y que una tía me dijera ‘el Río Mataquito nos da de comer’. La gente que se alimenta de la tierra tiene esa nobleza, entienden que hay que cuidarla sin esa lógica cool y modernosa de la comida orgánica y todas esas pelotudeces. Por eso la canción “Río Mataquito” habla de las semillas que plantamos, de nuestros hijos. En este mundo enrevesado, tiene que haber mucho amor para decidirse a tener críos sabiendo que estai chapoteando en la mierda. Si tuviera que elegir la canción de Asamblea que me hace sentir más orgulloso, es esta porque se la regalé a alguien. Es un tema absoluto, sin desperdicio, ninguna palabra sobra».

“Río Mataquito” reafirma el lazo que une a los miembros de Asamblea: «Vernos con hijos es brutal porque nos conocimos cuando todavía nos matábamos a pajas y nuestra única aspiración era hacer las monedas pa’ tomarnos un copete. Ha pasado tanto tiempo y tenemos algo tan potente que ya no hay marcha atrás. Hicimos discos, hicimos viajes, hicimos amigos. La canción es un regalo, pero no solo para nosotros, sino para todos los que viven el proceso de hacerse papás. No está hecha desde ningún lugar común relacionado con la paternidad, es para los que seguimos en pie pese a toda la mierda. Eso es mucho decir».

Más puntos geográficos aparecen en “Cúbito / Radio”, un recorrido por el mapa del desamor: «Parte con un fragmento de un tema tradicional gitano que cantan en los Balcanes y que también lo canta Diamanda Galás. En español dice ‘quémame, tira más brasas al fuego’. Fue lo último que hicimos para el disco y le faltaba una letra, habíamos probado otra idea, pero no funcionaba, así que escribí sobre mi separación y salió al tiro. Yo venía con una congoja de la que no quería cantar, pero sabía que era necesario hacerlo porque de verdad no puedo hacer cosas neutrales, hablo de lo que está ahí. “Cúbito / Radio” menciona los lugares donde yo estuve con esa persona. Lugares donde pasé días maravillosos, como Lisboa, el barrio Vallcarca o Estanbul, donde está la Torre de Gálata».

Tanto La marcha de la desesperanza en vinilo como Dialéctica negativa en CD incluyen una transcripción de la letra de “El sonido de los helicópteros (Canción para Irene)”. Un texto sobre las violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar con énfasis en la valentía de las madres y esposas «que salieron con sus fotos a la calle cuando el coraje escaseaba». Escrito hace tiempo, guarda un profundo sentido personal para Emilio: «Fue uno de los primeros temas que hicimos. Irene es mi madre, pero podría haber sido la canción de cualquiera de las mujeres que vivieron la dictadura en una población de obreros. Desde ahí, eso del exilio, de mirar tu tierra con añoranza, parecía glamoroso. A nosotros nos molieron a palos, yo vi cómo a mi viejo lo tomaron preso ene veces».

Los horrores del Chile de Pinochet son retratados con escalofriante vividez. Tras escuchar “Neltume, la voluntad”, sobre la gesta del MIR en Panguipulli, los amigos sureños de Asamblea organizaron un encuentro entre el grupo y los sobrevivientes de esa época. Ese día, en la Casa de la Memoria de Valdivia, Emilio no contuvo sus lágrimas: «Yo tenía algo para decir y me terminé quebrando. La historia es brutal, había campesinos, obreros, los mataron a los días. Ellos, en su delirio revolucionario latinoamericano, trataron de resistir las embatidas. Y cuando volvieron los primeros exiliados del MIR, terrible pila, ya con otra formación porque habían viajado un poco más y sabían que la cosa no era tirar cuetazos, suben otra vez y de nuevo la misma tragedia. Sólo les quedaba la voluntad».

Como todos los discos de Asamblea, Dialéctica negativa está lleno de frases que calan hondo. “Neltume, la voluntad” tiene una sobresaliente: «Aquí cabalga Quilapán, al estilo José Liendo/ Lumi Videla, no la quiebran los tormentos». Emilio explica el cruce de personajes: «Quisimos homenajear a Lumi Videla porque a ella, por ser mujer, la mataron dos veces. Después de torturarla y asesinarla, tiraron su cuerpo a la embajada italiana y dijeron que se había muerto borracha en una orgía con los refugiados dentro del edificio. El Mercurio se burló de ella publicando una tira cómica en la que sale disparada por un cañón hacia la embajada. Era la cultura machirula de los milicos; no conformes con la barbarie de matar a una persona, la denostaron con mentiras en su calidad de mujer. Y Quilapán se mezcla con el Comandante Pepe porque los dos aglutinaron gente por una causa. Quilapán fue el último lonco que juntó a los mapuche y los llevó a ganar un combate. Lumi Videla, José Liendo y Quilapán son figuras muy gráficas».

Aunque también escribe en función de la fonética, Emilio busca que el fondo sea tan importante como la forma. Cuando cita ideas ajenas, no se queda en el mero guiño, sino que interpreta y adapta: «Me gusta el pandillismo literario de Los detectives salvajes de Bolaño, el periplo por el que pasan sus protagonistas. “La pequeña muerte de Ulises Lima” toma a este personaje basado en Mario Santiago Papasquiaro para hablar del hedonismo que tenemos todos, de nuestros vicios y virtudes. Nosotros mismos éramos Ulises Lima, salíamos en la noche a perdernos, a correr riesgos. ‘Si he de vivir, que sea sin timón, en el delirio’. Aquí vamos y nos morimos mañana. La pequeña muerte es hacerse mierda porque no le crees a nadie, ni tienes nada que perder».

Un sample de Roberto Bolaño en La belleza de pensar redondea el homenaje: «Es uno de mis autores favoritos, está en mi triunvirato. Bolaño, Pablo de Rokha y Manuel Rojas. Si algo tienen en común, es que son engrandecedores de pequeños personajes, de personajes míseros. Hijo de ladrón es como el Oliver Twist chileno. Los personajes de Bolaño y de Pablo de Rokha tienen una magnitud tremenda desde lo pequeño. Como “El canto del macho anciano”, escrito para un hombre cuando está viejo, hecho piltrafa después de haber sido amo y señor. Eso me parece magnífico». Pese a nacer de la actividad intelectual, “La pequeña muerte de Ulises Lima” tiene una arista menos pensativa: «La grabamos al último, y como yo no tengo técnica para cantar, me quedé sin voz, pero al final la hice con la garganta rota y nos gustó así, suena asalvajada». Juan José puntualiza que el factor emotivo nunca queda descuidado: «Siempre buscamos parar los pelos, sobrecoger. Es la premisa de las canciones de Asamblea en general».

Así como Irene en “El sonido de los helicópteros” o Lumi Videla en “Neltume, la voluntad”, una figura femenina es vital en “La pequeña muerte de Ulises Lima”. La canción no solo se vale de Bolaño, aclara Emilio: «No escribo de forma lineal, sino más bien rizomática. Por eso aparece la madre, tu madre, la mía. Esa madre que tenía expectativas para ti y ahora se pone triste cuando te ve. Y que también podemos ser nosotros en el futuro, porque nuestros hijos quizás van a querer vivir sin timón, en el delirio, y nosotros no vamos a querer eso para ellos. Pero yo entiendo que alguien quiera abocarse a los placeres pasajeros, cachai, porque todo eso que nos dijeron cuando éramos críos, todo eso en lo que creíamos, queda reducido a nada cuando vemos lo que nos rodea. El romanticismo de antes ya no convoca, no lo vemos en ninguna parte. Pienso en la generación de mi viejo, ellos depositaron todo y todo sucumbió. Hoy es inconcebible ese dejo de epopeya, esa gran tristeza de perder cuando tu batalla es grande y te la jugaste entera. Ahora estamos minimizados. Nos llevaron a ser torpes, a ser tragicómicos, a ser bobos, a ser individualistas».

Dialéctica positiva

Realizo una visita express al baño. A la vuelta, Emilio y Juan José están conversando animadamente sobre futuros conciertos, las poleras del grupo y las copias en CD del nuevo disco, entre otros asuntos. Me cuentan que Dialéctica negativa fue publicado simultáneamente en Argentina con un cover de “El espejo” de Todos tus Muertos como bonus. Lo sacó Inerme, el sello de su amigo Sebastián Saire, la voz invitada en “El sonido de los helicópteros” y, según Juan José, un símil de Emilio. Tocar fuera de Chile, desde luego, también está en sus planes, así como la pronta salida en vinilo de Dialéctica negativa y la reedición de más material antiguo.

Pese a todo lo que hemos conversado, las cuentas arrojan números azules para Emilio: «Con este disco tengo súper pocas dudas, me siento conforme. Aunque a veces en la vida he sentido que la vuelta no se condice con lo que doy, con Asamblea siempre han sido más las cosas buenas que las malas. En la búsqueda, trabajando, se va aprendiendo por dónde ir y por dónde no. Eso toma tiempo, yo siento que le agarré la mano a la cumbia recién ahora al cuarto disco. No ha sido fácil, pero sí ha sido enriquecedor. Hemos transitado por donde teníamos que transitar. Aunque han surgido dudas en todos nosotros, el tiempo ha indicado que vamos bien y se ha avanzado. Hay cuatro discos, un repertorio súper grande. Este es nuestro camino, el mío y el de los muchachos».

Cuando vamos saliendo de Gitano, después de olvidar por horas la existencia de nuestros celulares, Juan José revisa su correo. Sorpresa: mientras conversábamos, los organizadores del tributo en Colombia le enviaron un resumen en video del concierto. Aunque les falta poco para ser unos cuarentones, el guitarrista y el cantante de Asamblea miran la pantalla con entusiasmo infantil.

-Está bacán.

-Sí, está bacán.

Tambores de guerra

Sobre el autor:

Andrés Panes (@panesandres) es periodista musical.

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