The Killing: murmullos incontenibles

por · Julio de 2014

Más reposada y oscura, este viernes Netflix estrena la última temporada de The Killing.

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Este viernes 1 de agosto, Netflix estrena en exclusiva la cuarta y última temporada de The Killing.

***Alerta de spoiler: Aparecen hechos de la tercera temporada.

El cambio fue repentino: The Killing pasó del entusiasmo al desprecio. Lo cierto es que la adaptación del drama danés Forbrydelsen siempre que pudo se pegó tiros en los pies. Se hablaba de ella como una correcta sucesora de Twin Peaks, pero decepcionó en el final de su primera temporada. Después, cayó en el lodo de las excesivas pistas falsas en su segundo ciclo. Supimos quién había asesinado a Rosie Larsen cuando el interés se había esfumado. Cuando apareció su brillante tercer ciclo —por lejos, el más redondo de todos—, ya quedaba muy poca paciencia.

Pero ahí está, a días de estrenar su temporada final de seis capítulos coproducidos por Netflix. Luego de sobrevivir a dos cancelaciones de AMC. The Killing está de vuelta, con una fuerza inusitada.

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Seattle tiene fama por el grunge, por ser la ciudad en donde Kurt Cobain se destapó los sesos, pero también por su constante lluvia. Aunque en casi todas las ciudades de la costa oeste de Estados Unidos tienen un promedio mayor de precipitaciones, la fama de Seattle es por su llovizna. Constante. Agobiante. Aplastante.

En medio de ese ambiente, se mueven Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinnaman). Primero, para conocer la historia de un asesinato: ¿Quién mató a Rosie Larsen? Esa estudiante popular con una vida supuestamente perfecta, pero llena de oscuros secretos. Luego, para resolver una ola de muertes de chicas prostitutas de Seattle, donde el asesino está en la cárcel pero los cadáveres continúan apareciendo.

Linden, dañada pero siempre aguda, se involucra en la investigación de los crímenes de forma personal. Tal vez, porque ve en las víctimas el abandono que sufrió cuando niña. Los cambios, de un hogar de menores a otro. Holder constantemente lucha contra sus adicciones pasadas. Impulsivo. A pesar de la dureza que muestra se derrumba, una y otra vez.

Si Twin Peaks nos mostraba a un agente Dale Cooper sereno, íntegro y, a ratos, extravagante; en The Killing los policías sangran, y mucho. Los casos terminan de romperlos a la mitad. No comen, no duermen, se mueven como por inercia. Vacíos. Como fantasmas que caminan entre la llovizna y ese Seattle gris pizarra que se va degradando hasta ser azulino. Abrumador y pesado, tan hermoso como sórdido.

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Sarah Linden se sacude de la decepción, de la pérdida de la persona que más ha amado y, a la vez, detestado en la vida. Se siente asqueada. Trata de limpiar su memoria de la misma forma en que lava su ropa ensangrentada. Sabemos que hace unas horas mató a James Skinner. Dos balas. El tipo que amaba era el asesino serial y ahora está muerto en el mismo lago donde se descomponen los cadáveres de las chicas prostitutas. Holder y Linden se juramentan guardar silencio, arman un guión y tratan de seguir adelante.

La cuarta y última temporada de The Killing continúa justo después del final del ciclo pasado. En medio del desastre, y con sus consciencias manchadas, Holder y Linden toman un nuevo caso: una familia perfecta ha sido asesinada. El único sobreviviente es el hijo, Kyle Stansbury (Tyler Ross), quien recibió un disparo en la cabeza durante la masacre y está siendo excesivamente protegido por la severa directora del colegio militar al que asiste, la Coronel Margaret Rayne (Joan Allen).

Linden es demasiado inestable para mantener una buena mentira. Se ve cercada por sus recuerdos. Agobiada por la culpa: finalmente sus sentimientos nublaron su juicio a tal punto que se enamoró de un monstruo. Holder no lo hace mejor y la seguridad que mostró después del asesinato desaparece de inmediato. Mientras, el policía Carl Reddick sospecha de Holder y Linden, así como del real destino de Skinner.

Los cuatro primeros capítulos de la última temporada que liberó Netflix exploran de forma perfecta la decepción. Muestran a la memoria como un murmullo incontenible que lleva a Holder y Linden a bordear el precipicio. Finalmente, los policías terminan del mismo lado de los tipos que persiguieron por años. Y ahí es donde la justicia se acaba. «La religión está llena de pruebas poco concluyentes y eso no impide que 5 billones de personas dejen de creer en lo que creen», dice amargamente Holder a Linden.

Más reposada y oscura, esta vez The Killing se toma aún más tiempo para entrar a la cabeza de sus personajes fisurados. A fuego lento, como preparándose para el gran final que merece. Y eso, en parte, es una grata venganza. Que siga la llovizna.

The Killing: murmullos incontenibles

Sobre el autor:

Javier Correa (@__javiercorrea) es periodista y coescribió «Nunca cumplimos 30. Una historia oral del Canal 2 Rock & Pop» (2018, @librosdementira).

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