Todo siempre fue mañana

por · Mayo de 2012

Todo siempre fue mañana

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Ahora llueve y en un diario español Javiera Mena dice que somos el único país de Latinoamérica que no tiene carnaval. Cumbia triste, rock plomo, perdonen la tristeza. La foto en blanco y negro y la tapa gris de “La voz de los ‘80” (1984) defiende esa idea. Define a casi todo el medio musical chileno, también, y algo de todo eso tiene esta noche la sombra de Álex Anwandter.

La segunda mitad de “Bailar y llorar” (2008), en su etapa Teleradio Donoso, es una muestra: “tengo en la mano una granada / una gran nada”, dice en “Granada” y buena parte del consultorio sentimental en que transformó su lírica, todavía, cuando se aburrió de componer para una banda y se lanzó a cantar, acompañado de dos bailarinas y unas velas a la escena análoga de Detroit, bajo el nombre de Odisea.

Este es un Santiago paranoico, perturbado o, mentalmente, todo lo opuesto a la palabra tranquilo, punto. “Padres con sus hijos, gente en las calles / miran hacia arriba luces en el valle / son transformadores, es tecnología / fuego artificial de melancolía”, dice en “Odisea” y “suenan y suenan las bocinas y alarmas / tengo una almohada abajo de mi arma” en “Nuestra casa de violencia”.

De un tiempo a esta parte Álex Anwandter es del puñado que escribe con igual dedicación tanto su música como sus letras. Se nota en todas las pasadas por sus trabajos, donde compone, produce, arregla e interpreta temas de hasta nueve minutos. “Está en él la demostración de una elegancia insoportable para canciones de tres minutos”, aclaró antes el escritor Álvaro Bisama. El silencio habla más que yo, canta Anwandter en “Que se acabe el mundo, por favor”.

Pasan “¿Cómo puedes vivir contigo mismo?”, “Casa latina” (de Odisea), “Shanana”. Hace varias horas liberó el video de su segundo sencillo para el disco Rebeldes (2011) y uno no sabe muy bien a quién le habla: si a los drags que se mueven entre la pista mal iluminada del Papagayos o al que está viendo a través de su pantalla como se contornean esos personajes de Lemebel: “siendo sólo lo que soy es que entiendo lo que es real / y aunque digan que es malo yo me siento en cielo”.

Tatuaje”, “Como una estrella”, “Tormenta”. Ahora sobre el escenario del Centro Mori lo que más importa es la melodía y la letra. Juan Pablo Wasaff y Nacho Aedo aparecen entre medio de un Fender Jazz y sintetizadores que persiguen el sonido vintage, como el Prophet ’08 Dave Smith instruments, a los costados de un cantante ensimismado e incómodo por hacer mover a los presentes (un par de veces se metió a cantar entre medio de la primera fila en un efecto irreproducible en la radio). “Que se acabe el mundo, por favor”. Esto es la traducción de un Prince introvertido: canciones arregladas con lo justo para agitarte, sin el trance de Odisea, pero con el mismo gancho de cualquier trabajo de este autor de pop que cerró con todo el público de Sesiones Zero moviéndose al ritmo de “Bailar y llorar” (de Teleradio Donoso), “Amar en el campo” (de TD) y “Cabros” (de Odisea).

Están bien los Beatles, pero desde Kraftwerk en adelante sale un mundo nuevo, que es impresionante, y me parece tonto ignorarlo, le dijo en esta entrevista el propio Anwandter al poeta Felipe Cussen. Así se explica mejor esta noche y todas las que vinieron después de Teleradio Donoso.

Todo siempre fue mañana

Sobre el autor:

Alejandro Jofré (@rebobinars) es periodista y editor de paniko.cl.

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