Yo creo en la violencia. Y porque he jugado y juego a la pelota la justifico como forma de reivindicación, como recurso de dignidad y respeto dentro de una cancha. La violencia es parte esencial del fútbol, y su pérdida transformaría este deporte, todavía rústico e irascible, en uno muy sutil y delicado, más cobarde […]
Yo creo en la violencia. Y porque he jugado y juego a la pelota la justifico como forma de reivindicación, como recurso de dignidad y respeto dentro de una cancha. La violencia es parte esencial del fútbol, y su pérdida transformaría este deporte, todavía rústico e irascible, en uno muy sutil y delicado, más cobarde que valiente, más exagerado que templado.
No confundamos, aunque puede ser sencillo, la violencia intrínseca de este juego —las faltas, los choques, las caídas, las patadas— con la que se manifiesta, disfrazada de fútbol, fuera de los estadios. El fútbol es la gran excusa de Chile: excusa para emborracharse, para salir antes del trabajo, para exigir lo que no nos corresponde, para putear. Para no hablar de lo que hay que hablar —y hablar, entonces, de fútbol. De la misma manera, la violencia de las barras y los hinchas no es del fútbol, sino que ocupa al fútbol como gatillo para detonarse. Es una violencia que está ahí, acumulada, replegada en los suburbios pero lista para dispararse ante la menor oportunidad.
Volviendo a la cancha. Es fácil, de cualquier manera, equivocarse e igualar a las violencias, y comparar a propósito un golpe honesto, de frente y sin disfraces, a uno pusilánime, dado a espaldas, escondido entre el tumulto o camuflado por la jugada. La violencia que vale es la que se da sin ánimo de sacar ventajas, sólo ejecutada por el honor y la vergüenza.
Pegar no cuando el otro es mejor que tú, sino cuando a propósito te hace sentir que eres peor. Pegar cuando con palabras o filigranas te humillan por el puro gusto de hacerlo, por el mediocre placer de la superioridad sin méritos.
Hace un año, una estatua se le hizo en Francia al famoso cabezazo de Zidane a Materazzi en la final del mundial 2006. No conozco los motivos, no sé si es broma o es en serio, pero me gustaría creer que es un homenaje, un reconocimiento a la violencia necesaria. Golpes para rescatar el honor, aunque puedan costar la gloria.