Vivir en aeropuertos

por · Noviembre de 2010

Comentario de la novela del periodista, escritor y cineasta chileno

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Este año ha sido movido para Alberto Fuguet. Primero su película Velódromo y ahora su novela Aeropuertos. A continuación nuestro amigo Pablo Rosenzvaig se despacha una texto a propósito del libro.


Un amor real, es como dormir y estar despierto
Un amor real es como vivir en aeropuertos

-Pasajera en Trance- Charly García

A veces es más importante lo que sucede que cómo se nos cuenta eso que sucede. Es como si a veces entre las palabras y las imágenes hubiera que elegir por una, sin que necesariamente eso signifique elegir entre hacer un libro o una película.

Aeropuertos de Fuguet es un libro que más bien parece una colección de imágenes, detenidas en unos casos y ralentizadas en otros. Es un libro arriesgado, si es que podemos llamarlo así . Sobre todo si pensamos que viene después de Missing. ¿Era posible otro Missing o ese nivel de exposición? Yo creo que no, aunque ese no es tema ahora.

Tal vez la respuesta la tengamos en aeropuertos y la vida de los que ahora tienen entre 30 y 40. Esos que comían en el Burger inn y escuchaban Paranoid Android a los 20 o 22 años. Que iban al Au Bon Pain cuando el cine Lo Castillo aún existía. Esos que “Ahora hacen teatro cómico burdo para un público abc1 inculto que circula por Bellavista”.

Aeropuertos es una novela sobre lo difícil que es ser padre y lo a veces imposible de ser hijo. Es sobre las ausencias estando presente y las presencias estando ausentes. Es sobre querer tanto a alguien que te vuelves dependiente y eso te deprime porque no sabes entonces quién puta eres sin ese otro.

Es también como en casi todas las novelas de Fuguet, una millonada de citas a la cultura popular (quienes le critican, le llaman cultura de la elite). En Aeropuertos lo que define a los personajes también pasa por lo que escuchan, por lo que leen, por qué películas vieron o dejaron de ver o cuántas veces vieron Donnie Darko.

-Oye-le dice Pablo-. ¿Esa película…de quién es? La de tu polera, digo.

-Jarmusch. ¿has visto algo de él?

-¿Flores Rotas?

-Sí, pero antes Jarmusch era más Jarmusch que ahora. ¿Has visto Stranger than Paradise?

El de la polera, es el cameo de Lucas García, personaje de Por Favor, Rebobinar, y que acá es el amigo de Álvaro Celis. Pablo es hijo de Álvaro.

Álvaro manda cartas. Pablo, quicktimes medio suicidas. Los dos tienen el momento más real y honesto de la novela en ese formato y se lo dirigen a la misma mujer: Francisca.

No es casual que los dos personajes pasen el resto del tiempo con la dificultad de poder comunicarse primero con los demás y después entre ellos. Esa es una de las razones por las que me gusta Aeropuertos. Por esos diálogos estilo Hal Hartley donde hablas pero sólo porque quieres dejar de pensar en qué decir.

Álvaro quiere ser amigo de su hijo, pero Pablo quiere haber tenido un padre que ya no tuvo. Álvaro no sabe cómo ser padre y Pablo no sabe cómo cargar con el peso de ser un hijo para sus dos padres. No sabe cómo separarse de su madre y no desintegrarse y no sabe cómo querer a su padre sin sentirse una mierda de persona.

Hay mucho del Hornby de About a Boy en la relación de estos dos personajes y tal vez el primer momento donde padre e hijo se entienden un poco, es cuando Pablo habla de una pareja nueva de su madre: “Este huea es como muy North Face, tiran viendo Animal Planet”.

No es casual que este momento en que los dos se ríen pase, primero, por reírse de otro y no de ellos mismos y este paso de los demás (tanto individual como temporal) a ellos mismos (si es que existe eso) me parece uno de los mayores aciertos que tiene la novela.

Y por último, que el final sea tan hermoso, tan terrible y que dependa de una sola palabra y no de un discurso gigantesco, hace que me guste aún más.

Vivir en aeropuertos

Sobre el autor:

Pablo Rosenzvaig

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