Solo dos capítulos han sido suficientes para presenciar los intensos alcances de la nueva producción de HBO, proyectada para heredar la sintonía de Game of Thrones.
Solo dos capítulos emitidos han sido suficientes para presenciar los intensos alcances de la nueva producción de HBO, proyectada en parte para heredar la sintonía de Game of Thrones una vez que llegue a su fin. Westworld ofrece capas de lecturas tan abrumadoras como emocionantes. Como si fuera un juego mecano construido con el material inédito detrás de Jurassic Park, Inception y Blade Runner.
Personajes en crisis rebelándose contra sus creadores, esa podría ser una de las maneras para resumir este estreno. Basado en un best seller de Michael Crichton, quien además se encargó de dirigir la versión para el cine en 1973, siendo esta vez Jonathan Nolan (Hermano de Christopher) el encargado de llevar adelante esta serie donde quedan plasmadas sus obsesiones –y también las de su hermano, aunque no participa del proyecto.
En cambio, sí participan un extenso y fogueado casting proveniente del cine, donde la lista es larga y embriagadora, pero también necesaria con la historia que está en juego. El cartel parte con Anthony Hopkins, Ed Harris y Jeffrey Wright, continúa con Evan Rachel Wood, James Marsden, Thandie Newton y cierra con Rodrigo Santoro Cliffton Collins Jr. y Luke Hemsworth.
Es una historia fraguada por Crichton pero perfeccionada por Nolan, el mismo que ha firmado buena parte de los guiones dirigidos por su hermano (Memento, The Dark Knight e Interestelar). Es un engranaje ambicioso, exquisito y lúdico. Dibujado en las inmensas hectáreas de un parque temático cuyo nombre bautiza la serie. Una improbable Isla de la Fantasía en plan hi tech, un espacio que alimenta las caprichosas fantasías de burgueses aburridos en busca de emociones fuertes, pero siempre controladas.
Es un distrito agreste que libera las pulsiones menos aventureras y más sórdidas de sus clientes, mientras los productores y guionistas del parque, comienzan a inquietarse con sus personajes/robots pauteados con un libreto de frases hechas y bombásticas. Es esa rutina la que vislumbra un futuro positivo en esta primera tirada de cartas, son máquinas en conflicto con su identidad prestada, temerosos de su destino, de sus deja vù ese escenas anteriores que caen como nubarrones que abruman, de esa incomodad de repetir textos a diario que arrojan algo artificial. Son androides, sí. Pero con olfato suficiente para advertir que algo no cuaja por completo.
Esto es el viejo Oeste, cuando la patria norteamericana y su independencia estaban en proceso, y cuando los robots decidieron nunca más mover el interruptor personal de on a off. Es una distopía desbordada en preguntas y misterios por contestar; cual de todos suena más fascinante que el anterior.
Vivimos en un paralelo donde la historia oficial ya fue publicada y anexada a las bibliotecas. Pero en Westworld esa misma historia, se convierte en un libro tipo Elije tu propia aventura. Una ficción de exploración, donde el autor lo domina todo y el espectador/jugador/visitante elije que trama/sendero transitar y revivir.