paniko.cl en Coachella 2012: día 2

por · Abril de 2012

paniko.cl en Coachella 2012: día 2

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Ah, el car-camping. Pasillos interminables de gringos en sus autos y carpas, tomando cerveza toda la noche y gritando gritos cada vez que alguien pasa por sus lados. Wassup bro!, lo que más se repite, e interminables conversaciones en voz súper alta que se acaban poquito antes del amanecer, a eso de las 5.45AM.

// Por: Cristóbal Bley y Alejandro Jofré, desde California.

Así nos despertamos y así también nos acostamos anoche, después de ver al número principal del viernes: The Black Keys. Los de Ohio llenaron hasta atrás el escenario principal, abriendo con dos hits al hilo, Howlin’ for You y Next Girl. El público al bolsillo, después algunas nuevas como Gold on the Ceiling, y de ahí lo mejor: las canciones viejas que tocan sólo Dan Auerbach (guitarra y voz) y Patrick Carney (batería). Es rock blueseado intenso e impredecible, que —a diferencia de los temas que los hicieron en famosos en el último año— dejan espacio a la improvisación y evidencian mucho más el espíritu garage y callejeado que siempre los identificó. Es bueno recordar que los Black Keys no aparecieron de un día para otro ni son el último grupo levantado por al revista de moda. Son una banda de casi diez años, casi siempre tocando en pequeños locales o como número secundario en festivales y casi nunca con el reconocimiento que merecían. Hoy, que lo tienen, no olvidan sus raíces sino que las acentúan, como recordándole a todo ese público que impávidos los miraba que los hits podrán pasar, pero que su esencia quedará.

Casi al mismo tiempo, una parte importante del parque -un segmento muy joven y casi en su mayoría femenino- llegaba hasta el galpón Mojave para ver lo de M83, el combo del francés Anthony Gonzalez ahora reforzado por la estadounidense Morgan Kibby. Esto es dreampop que arranca con voces susurradas y reforzadas por la guitarra de Yann Gonzalez, hasta invitarte al baile en la explosión de la batería a doble hit hat de Loïc Maurin. Coachella ya es una fiesta en este escenario, donde la más coreada y bailada y gritada fue la hypeada Midnight city del disco Hurry up, we’re dreaming, pero por lejos We own the sky fue el momento para los abrazos y los susurros más comprometedores de la noche.

11.55 AM (15.55 en Chile). Les contamos que el cielo despejado se ve enorme en medio de esta planicie. Un espacio tan grande y que el festival aprovecha al máximo para lanzar sus características hileras de globos con helio y luces, que la publicidad no puede obviar: un par de avionetas te invitan a disfrutar de Las Vegas con letreros volando como aletas durante la tarde y pantallas bajo las alas durante la noche que emulan fuegos artificiales e inundan con avisaje en scroll el último espacio disponible a la vista.

Ya estamos instalados para este segundo día, que según dicen los pronósticos será el más caluroso de todo el festival. Habrá que ver, mañana alcanzamos los 41ºC acá mismo.

4.10 PM (20.10 en Chile) La caña masiva es la principal novedad de este segundo día de Coachella #2. Sumado al calor cuarentaiún grados que hace, el resultado es un montón de pseudo humanos semi desnudos buscando sombra como moscas la caca, con imprecisión pero insistencia. Por eso, los escenarios secundarios, que son tres enormes carpas, permanecen constantemente llenos, y sobre todo en las pausas. Todo el mundo de espaldas, bajo techo sobre el pasto, buscando una brisa que sople fresca y logre que la botella de agua dure más de dos minutos fría.

Dragonette es la voz detrás de la canción Hello, un minihit de comercial que de seguro lo tarareaste en la ducha, entre el champú y el bálsamo. Con ese tema abre y todo el mundo de pie bailando a full, pero a medida que sigue el show se diluye entre temas menos conocidos y la energía de la gente que a esta hora cuesta encender. Al mismo tiempo, en la carpa de al lado, aparecían The Vaccines, grupo inglés con cara de trasnoche, que entre 2010 y 2011 pasaron de no haber sacado nunca un single a ser portada de revistas y liderar rankings anuales. Antes de subir al escenario sonó Rock&Roll Radio, de los Ramones, y la comparación se hace obvia: un estilo vocal y melódico muy parecido al que daba Joey Ramone, pero que como banda no llegan a ese punto de vértigo frenético necesario en este tipo de rock. Faltó chispa, la que le sobraba a Black Lips.

Es raro, porque entre las dos, Black Lips sonaba mucho más inglesa que Vaccines. Con pintas punketas y gritos y mucho caos en el escenario, con la misma receta de la banda que estaba antes lograron darle el picante y la excitación que el festival pide. Adelante cerca de la reja se vieron los primeros crowdsurfers del findesemana, una energía que se hace difícil de ver entre un público no tan musicalizado, sacado en su mayoría de un capítulo de Jersey Shore que de una tienda de discos.

17:24 (21:24 en Chile). The Vaccines entregó el escenario Gobi completo cuando con varios minutos atrasado apareció el DJ de Azealia Banks. La neoyorkina protegida de la BBC y NME debutó recién a fines de año, momento en que lanzó su single 212 y viene construyendo un camino relativamente firme a punta de ritmos sincopados, melodías futuristas y una metralleta de rimas imposibles de seguir. Eso es más o menos Azealia Banks, de cintura pequeña, delicadas curvas afroamericanas, cabellera fucsia y gruesos labios que complican entender cómo es que esta rapera del Harlem se mueve tan rápido entre palabras y oraciones y sus estrofas.

Al final, lo central de su show es la potencia y la velocidad de su voz, por encima de la producción de corte más House de sus sencillos. Acá un asterisco para tomar en cuenta más adelante, ya que acaba de debutar en este tipo de festivales. Un poco más adelantado está Childish Gambino, el proyecto del guionista de 30 rock, comediante de Community y mc, Donald Glover, que congregó a una buena cantidad de gente para armar algunos distendidos mixtapes en vivo y por supuesto el repaso de su disco debut Camp.


18.05 (22.05 en Chile) Merril Garbus dice cierren los ojos. Cierren los ojos y dense vuelta. ¡En serio! La gente le hace caso, asumiendo la ley tácita de que el que está arriba del escenario es quien manda. ¡Ahora ábranlos!, dice, ¡y miren esa mierda! La clásica escultura gigante de flor de Coachella, vista desde ese lugar, se veía como un pene flaco verde y erecto de veinte metro. Esto es el show de tUne-yArDs.

Basándose en el loop sobre el que agrega capas y capas de su voz y de las percusiones que golpea, Garbus hace de tUne-yArDs un proyecto muy integral: no hay computadores ni sintetizadores, apenas el amplificador del bajo y los micrófonos de los saxos que la acompañan como los únicos artilugios tecnológicos. Pero de esa aparente escasez surge un sonido robusto y profundo, armonizado por el ukelele que ella también toca con dureza y alegría. De pronto en el bajo se percibe algo de funk, y en los saxos algo de jazz, pero al final todo es una mezcla que no vale la pena encasillar sino que alabar por lo que resulta. Es música nueva, arriesgada pero no pretensiosa, capaz de atraer y encender a la gente bajo este sol maraco, que quema y quema sin parar.

19:21 (23:21 en Chile). Nadie toma mucho en cuenta el escenario principal, pero Noel y sus pájaros cierran con un clásico: please don’t put your life in the hands of a Rock n Roll band who’ll throw it all away, canta bien fuerte el mayor de los hermanos Gallagher y Don’t look back in Anger toma forma tras Little by little, en las manos de Noel Gallagher’s High Flying Birds. Eso y un repaso exhaustivo por su disco debut aparecido el año pasado, mostró la banda que refuerzan el bajista y cantante Russell Pritchard, el tecladista Mike Rowe, el guitarrista Tim Smith y el baterista Jeremy Stacey. El trabajo que el ex Oasis comenzó a trabajar en febrero de 2010, cuando se juntó en estudio con el ingeniero de su ex banda, Paul Stacey, fue protagonista y quizás por eso el Coachella stage se asomó muy curioso aunque todavía tibio.

8.20 (12.20 en Chile). Cuatro muchachas caminan riéndose y mirando, sabiendo que las están observando. Llevan faldas cortas, pelos largos y no tienen más de veintidós años. Se miran entre ellas, se vuelven a reír y un viejo que no quiere serlo se les acerca y les pide una foto. Ellas felices. Siguen caminando y ahora es otro tipo, parecido al primero, el que les pide lo mismo. Ellas ningún problema. El resto las miramos sin poder parar, tratando de no tropezar al caminar ni de ser parecer tan bobos por lo obvio: las muchachas todas caminan juntas con faldas, sin nada sobre sus tetas más que flores de colores. Lindas flores.

De los tres días, éste es probablemente el que menos complicaciones trae al momento de decidir qué ver. El plato único obligado es Radiohead, y después están Bon Iver y Flying Lotus que se chocan, pero el resto del día hubo tiempo hasta para pasear y conocer. Una tienda de discos vende discos, y la gente los compra. Algo raro para un santiaguino. Todos los puestos de comida, caros como en cualquier festival, están siempre con mucha demanda, traga traga nachos y tacos y burguers y lemonades. Ya sin sol el pasto es una invitación, y todo está sembrado de cuerpos cansados, desinteresados o pacientes. Aunque sea uno de los más famosos festivales del mundo, mucha gente llega sobre la hora y sin prisa, a ver los últimos cuatro actos y tomarse una cerveza. El VIP, sin los famosos del primer finde, se satura de adultos ejecutivos de altos ingresos, con la edad suficiente para no sentir vergüenza aún por seguir vistiéndose de rock y exhibir a la novia bisturizada de turno. Un festival de música internacional pero puramente californiano.

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PANIKO.cl (@paniko)

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