Adolescentes, cirujanos y monstruos

por · Diciembre de 2014

El director, productor y guionista de Glee y Nip/Tuck vuelve a la carga con otra temporada de American Horror Story

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Las obras de Ryan Murphy se mueven entre tres tópicos permanentes, siempre con un carácter corrosivo: morbo, perversión y marginalidad. El director, productor y guionista norteamericano, ha sabido crear una marca registrada que se veía venir en Popular (1999), donde dos adolescentes diametralmente opuestas dentro de la estructura social de una secundaria, se veían obligadas a interactuar entre ellas y sus bandas rivales para separar a sus padres una vez que estos decidían comprometerse.

El sello Murphy se asentaría con fuerza con la llegada a las pantallas de Nip/Tuck (2003), que durante seis temporadas catalizó sin concesiones todas las adicciones, parafilias y deformidades morales, síquicas y físicas de los pacientes que pasaban por la exclusiva clínica de McNamara/Troy. Como un reflejo de los excesos materialistas de la sociedad moderna, como si fuera la evolución temporal de series míticas como Dallas o Dinastía, pero trasladada a Miami y al mundo de las cirugías plásticas. En Nip/Tuck los afligidos que llegaban a las manos de los prestigiosos cirujanos buscaban cambiar su exterior, mientras que Christian, Sean, y Julia (la mujer del segundo y objeto de deseo permanente del primero) buscaban intensamente cambiar su interior, demasiado corrompido por las tentaciones carnales, el exitismo, la ética inestable y el permanente acecho de estar rodeados por toda clase de mafiosos y psicópatas que amenazaban con romper el ya delicado tinglado de los protagonistas.

Luego vendría otro exitazo llamado Glee (2009). ¿Qué mejor manera de sobrevivir al colegio y a la adolescencia que a través de un club de canto cuando eres un rechazado? Cantar para sobrellevar los dolores de la discriminación y el bullying cuando eres inmigrante, obeso, discapacitado, homosexual, etc. La música como un acto de escapismo a la violencia del entorno, mientras cantan, las víctimas del Club Glee revisitan el cancionero americano contemporáneo a modo de exorcismo.

En el sitcom The New Normal (2012), las nuevas formas de hacer familia, los vientres de alquiler, la homofobia y la incorrección política, eran parte del nuevo cóctel de Murphy que solo alcanzó a durar una temporada por diferencias editoriales con una de las cadenas involucradas en su exhibición, para dar paso entonces al universo murphyista en todo su esplendor, y junto a la siempre bien recibida Jessica Lange: American Horror Story. Una exploración al lado oscuro de la bandera de cincuenta estrellas y líneas rojas. Contada con el mismo elenco en cada temporada pero en diferentes épocas y con nuevos argumentos, siempre con los tres ejes citados al inicio.

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La primera temporada, llamada “Murder house”, funciona como un remix perfecto entre Sombras tenebrosas, Ojos bien cerrados y El resplandor. Una pesadilla suburbana que ni las Desperates Housewives se hubieran imaginado, poblada de espectros sufrientes, dueños de casa hedonistas, íncubos de inspiración bondage y adolescentes perturbados. La casa y la familia como la base de la estabilidad y moral norteamericana entraban en un irreversible proceso de descomposición con el pasar de los capítulos. Matar para mantener la estructura social aceptada, morir para buscar desde otro plano la estabilidad no hallada estando vivo. A veces es mejor fallecer, podría ser una de las grandes bajadas de título de la génesis de esta serie.

“Asylum” se llama la siguiente temporada y toma lugar en los lúgubres pasillos de un hospital psiquiátrico para criminales, lugar dirigido con mano de hierro por la emocionalmente inestable Hermana Jude. Esta vez, el miedo está centrado en los horrores de la locura, como también del abuso del poder y la injusticia hacia los marginados. Atroces experimentos perpetrados por un médico nazi prófugo, una cándida monja poseída, una reportera lesbiana injustamente apremiada ahí y su psiquiatra que la tortura bajo la máscara de un asesino serial, funcionan como el reflejo de toda la impunidad y excesos de la historia oficial americana.

American Horror Story: Coven es el punto débil de esta saga. Una academia para brujas adolescentes puestas al mando de “La suprema” Fiona Goode. Bruja en la práctica y en la teoría que debe lidiar con la inminencia de su muerte y encontrar a una digna sucesora que tome su lugar para seguir la casta de brujas blancas americanas en abierta guerra con las brujas negras, que en rigor, son las madres del vudú originado en los húmedos paisajes de Nueva Orleans. La falta de verosimilitud en un relato demasiado adolescente y cargado a las chambonadas argumentales, movido por figuras más que fondos, hacen que sea la temporada menos inquietante de todas.

Entonces, llegó el esperado estreno de “Freakshow”, que ya va en el capítulo ocho al aire y que supo enmendar con creces los errores de la temporada pasada, adentrándose en la decadencia de uno de los últimos circos de fenómenos en EE.UU. La segregación a los mal llamados fenómenos, la búsqueda de la aceptación y la violencia que reciben en el intertanto son los puntos fuertes de esta temporada.

La carpa que acoge a toda esta pandilla de rechazados hace sus nexos más fuertes con los primeros trabajos de Murphy. Los parias, unidos en sus deformidades y sometidos a la ley del más fuerte en una sociedad segregadora, deben batallar contra el establishment dominante. Aquí no hay clubes de canto ni cirujanos redentores. Aquí hay mucha sangre, represión sexual, crueldad abyecta y Jessica Lange como la maestra de ceremonias del circo reversionando “Life on Mars?”, de David Bowie, y “Gods and Monsters” de Lana del rey con el desplante de cualquier rockstar.

Ante este inmenso curriculum en IMDB, ¿qué más le queda a Murphy por hacer? Recoger los cadáveres acumulados en estas cuatro temporadas, limpiar las manchas de sangre, y presentar un nuevo escenario para la siguiente, y así seguir mirando las páginas negras de los Estados Unidos de América.

Adolescentes, cirujanos y monstruos

Sobre el autor:

Fernando Delgado es comunicador audiovisual y guionista de series y teleseries en TVN, MEGA y CHV.

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