Arctic Monkeys: gracias por la juventud

por · Abril de 2012

Arctic Monkeys: gracias por la juventud

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Quedan 45 minutos para el show y ya no hay espacios. Es principalmente juventud: no cunden las cámaras, el entusiasmo se contagia, la energía se concentra. Esa sensación de que el estallido se viene, que la contención de la masa está a punto de romperse, en cosa de minutos, 45 minutos.

—Que toquen A Certain Romance y Dancing Shoes —le pide una chica que no alcanza a ver el escenario a su amiga, del mismo porte.

El ánimo generalizado es ese. Las primeras primerísimas canciones, los hits de la adolescencia que todavía los hacen bailar, los temas de Whatever People Say I Am That’s What I’m Not. Esas guitarras afiladísimas, y esas letras sobre el carrete que ya termina y los pacos que llegan a apagar los últimos cigarros, la mina que conociste recién y que se va, te mira y quizá si la vuelvas a ver. Eso quieren los jóvenes que se aprietan frente al Coca Cola stage: juventud.

Pero Arctic Monkeys, aunque no parezca, ya no son lo que eran. Ese acné que evidenciaba una pubertad atrasada, el pelo que tapaba la frente espinilluda, las classic Reebok, la polera con cuello; todo eso ha quedado atrás. La banda es hoy lo que Alex Turner desea, y eso no es otra cosa que adultez. O madurez, para los más duros.

Y eso se nota en el escenario. A pesar de que es lo que la gente —los jóvenes— está esperando, las viejas y gloriosas primeras canciones las tocan con desgano e inercia, ese esfuerzo mínimo que permite la genialidad, y que alcanza igual para demoler a las cuatro mil personas de las primeras filas.

Pasan The View from the Afternoon y Still Take You Home como trámites devorados con saltos y manos al cielo por la masa púber, que sigue empujando hacia delante. Nada que sorprenda a Turner, por cierto, que ve cómo pasa otro escenario más de los muchos que pasaron y los tantos que pasarán.

Su pelo engominado hacia atrás, esa onda grease rockabilly más señorial, más sexy y más oscura, es la que proyecta también sus actitudes: mírenme, ámenme; me importan un pico.

Un pico le importa también a la gente, que está ahí para vivir ese sueño tan postergado, estar con la banda inglesa más más de la última década, bailar de nuevo lo que tanto han bailado, saltar lo que ya saltaron, pero esta vez frente a ellos, sus ídolos, también jóvenes pero que ya no quieren serlo, y agradecerles por eso mismo de lo que se distancian: gracias por la juventud.

// Fotos: Daniel Olivares.

Arctic Monkeys: gracias por la juventud

Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

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