Porno con pebre

por · Abril de 2014

El libro El club de la carne se mete de lleno en el duro y corto camino del porno chileno.

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La escena ocurre al minuto 37 de Hanito, el genio del placer. Reichell está acostada sobre una camilla, con un entero azul de lycra que deja en evidencia las excesivas curvas de su cuerpo. En cuclillas, un hombre vestido como un oficinista estándar tiene la cabeza metida entre sus piernas. Lame con ganas y esparce la crema chantilly que acaba de echarle sobre la vagina. En primer plano, una lengua hace de batidora entre la crema, los pelos y los generosos labios de la actriz. Se lee mucho mejor de lo que se ve: la difusa imagen no calentaría ni a una persona encerrada por años en un metro cuadrado. Este es el clímax (por hacerle un favor al guión) de la segunda película porno chilena, y la primera de Reichell, la más importante pornstar criolla.

Con este tipo de grabaciones y guiones, y otros aún peores, se toparon los periodistas Sebastián Alburquerque y Melissa Gutiérrez cuando comenzaron a escribir El club de la carne. La fracasada historia del porno chileno (2013, UDP-Catalonia). Los autores recorren el duro y corto camino de una industria que nunca fue tal, y que se mantuvo a flote entre el 2000 y el 2007 por unos soñadores, con un lamentable e hilarante bonus track cinco años después. Precisamente, eso es lo que logra el libro de estos dos egresados de la Universidad Diego Portales: una mezcla entre una construcción de personajes que permite empatizar con ellos, y un sentido del humor que está presente sutilmente a lo largo del libro. Además de una investigación bastante precisa del tema.

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Si bien los autores culpan al Golpe Militar por el retraso de la llegada de la pornografía a Chile, la verdad es que lo ocurrido el 73 sirve y servirá por mucho tiempo como excusa (quizá válida) de lo pacata y doble estándar que es la sociedad chilena. A esta altura ese argumento parece sobrar, o al menos no tiene sentido entregarle tantas líneas a una idea que basta con nombrarla para que en el lector se desglose el punteo de todo lo malo que Pinochet y sus muchachos le hicieron al país. La larga contextualización se puede entender porque el proyecto de Alburquerque y Gutiérrez tuvo su germen en la tesis que los llevó a licenciarse de la universidad, aunque bien pudo ser editado.

La construcción de los diálogos es la grasa de El club de la carne, lo más sabroso de todo. El libro, editado por Javier Ortega (Los Archivos del Cardenal. Casos reales; Bachelet. La historia no oficial), cada cierto tiempo entrega vetas de conversaciones y situaciones que logran crear una atmósfera impecable:

El club de la carne–Abra su boca. Ábrala grande, grande, más grande –le dice un doctor algo torpe, y con una vocecilla aguda, a una mujer que solloza mientras sigue sus instrucciones. El doctor la examina y de pronto le grita emocionado:

–¡Ahí estás! ¡Ahí estás, pequeño bastardo!

–¿Qué cosa? –pregunta la mujer, compungida.

–Su clítoris, está bien atrás, en el fondo de la garganta.

Ella se larga a llorar.

–Ya, ya, señorita Lovelace. Tener el clítoris en la garganta es mejor que no tener clítoris.

Entre sollozos mal actuados, la paciente responde:

–¡Es fácil para usted decirlo! ¡Imagine que sus bolas estuvieran en su oreja!

Este pasaje, claro, corresponde a la famosa Garganta profunda (1972, Gerard Damiano). La película porno más famosa de la historia, perfectamente construida, y que hizo pensar a los directores locales que en Chile se podía lograr algo así.

Lo proteínico del libro son los Leonardo Barrera, las Maritza Gáez y los Pablo Aguayo. Personas que hicieron de la pornografía su vida. Creyeron que ahí estaba el negocio que los sacaría del anonimato y no lograron darse cuenta de la ingenuidad terrible en que estaban cayendo. En un principio suenan seguros pero, pulgada a pulgada, la historia los va dejando indefensos y los muestra como personas perdidas y abandonadas por una sociedad, la chilena, que no da espacios para utopías, y menos las que tienen culos, tetas y cremas eróticas como principales argumentos.

La dupla de Alburquerque y Gutiérrez consigue en estas 160 páginas asar una historia que, a pesar de poder limpiarse un poco más, se mastica y deja en boca un sabor a sinceridad, ironía y buen periodismo.

El club de la carne. La fracasada historia del porno chileno
Sebastián Alburquerque y Melissa Gutiérrez
Catalonia-UDP, 2013
160 p. — Ref. $10.900

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Sobre el autor:

José Pablo Harz (@jpharz).

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