Dani Umpi, un aprendiz en la frontera

por · Noviembre de 2012

Dani Umpi, un aprendiz en la frontera

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«Cantante, escritor, artista visual y figura mediática en su país», así comienza la biografía de Dani Umpi en uno de sus tantos perfiles en Internet. Multifacético, el uruguayo invitado a la última versión de la Feria del Libro de Santiago (FILSA) también es conocido por su desvergonzada puesta en escena, en donde no duda en combinar tacos altos y una camiseta de básquetbol para adornar una fachada andrógina y recargada.

Críticas y abucheos ha recibido en latinoamérica por su inclasificable imagen, pero también aplausos gracias a sus discos de pop, Perfecto (2005) y Mormazo (2011), y por sus novelas Aún soltera (2003) o Miss Tacuarembó (2004), cuya versión cinematográfica protagonizada por Natalia Oreiro se estrenó hace dos años.

En su recorrido por la capital, Dani Umpi ejerció su doble militancia: como escritor y cantante, el autor promocionó su última novela Un poquito tarada —que espera editar prontamente en Chile— y su nuevo EP, Piano – Vol.I, en donde repasa alguno de sus clásicos e incluso cuenta con la colaboración del cantante nacional Gepe.

Este nuevo disco recuerda un poco la idea de Piano de Daniel Melero, que es un gran referente.
—Sí, gracias, aunque la comparación me queda un poco grande, jeje. La idea del disco surgió el verano pasado, que fui a tocar a la playa La Pedrera en Uruguay, pero viajé sin mi colaborador de siempre, el guitarrista Adrián Soiza con quien ya había publicado un disco de versiones en guitarra, llamado Dramática (2009). En fin, pasó que para hacer los shows me acompañó el novio de una amiga que toca el piano, Álvaro Sánchez. Nos presentamos, y en seguida nos hicieron un montón de fechas. Le pusimos “Dani Umpi Piano” a ese tipo de presentaciones y después hicimos el disco, que grabamos en una sola toma, haciendo una especie de falso en vivo. Después lo pusimos en bandcamp y se bajó un montón de veces. Creo que el piano es re diferente a la guitarra, y aunque con los dos instrumentos me siento muy intérprete, en este caso es distinto porque todas las canciones son mías, salvo un cover de Carla Morrison. En el disco también está Gepe en la canción “Patas para arriba”. Justo él fue a cantar a Montevideo en la época en yo estaba grabando el disco, así que lo invité a grabar y quedó.

En tu disco Mormazo colaboraste con Wendy Sulca, ¿imposible invitarla a este nuevo proyecto de versiones?
—Es que la grabación de este disco fue muy espontánea, no fue tan planeado. Pero claro, de haber podido lo hacíamos.

Es interesante la defensa que haces de Wendy Sulca como artista. Por ejemplo en Chile, cuando la invitan a tocar, siempre la invitan a fiestas kitsch, y me parece que detrás de esa etiqueta lo que hay es una gran discriminación. Al final se la mira como un chiste y no como una figura con talento. ¿Qué opinas de eso?
—El fenómeno de Wendy Sulca desde un principio me cautivó mucho, porque es muy complejo. Creo que es un detonador de prejuicios musicales y raciales de la sociedad. Si se quiere, por ejemplo, La Tigresa del Oriente parte desde un lugar más humorístico, pero Wendy Sulca es una artista que proviene de una tradición folclórica, y que responde a una historia antiquísima que va evolucionando. Por eso me parece que el fenómeno en torno a ella habla de todos los prejuicios que tiene la gente y cómo se maneja lo exótico y la ignorancia que se tiene hacia otras culturas, pues las burlas a Wendy son básicamente tres: su tono de voz, lo racial cuando la llaman “monito”, y la última que es cultural, cuando se ríen de canciones como “La Tetita”, que habla de amamantar. Y me parece que no se ha reflexionado mucho sobre esto, y lo más curioso es que quienes tienen las capacidades para hacerlo, como los periodistas que están formados para desarrollar otras lecturas, no lo hacen. Se opta por la burla, y en mi caso, un personaje como Wendy Sulca me interesa mucho, porque yo siempre estoy adoptando el personaje del bufón.

¿Hasta qué punto tuviste que enfrentar ese tipo de discriminaciones, considerando que la opinión más inmediata no es aceptarte como una propuesta artística válida, sino como el tipo raro?
—Desde el primer día que subí a cantar supe que quería ser una entidad o una construcción icónica que tuviera en cuenta ese factor: ser un freak, un bufón. Eso me permitió tomar distancia, observar y detectar las críticas, y me siento muy orgulloso de contar con esas críticas, como cuando dicen que no canto bien o cuando dicen que es todo sobreactuado. Eso es obvio, porque es un producto camp. Lo más interesante es que lo dice gente preparada, gente que sabe. De hecho tengo un archivo de críticas de discos, muchas de ellas de diarios o medios re progres que se cuestionan por qué enfatizo tanto lo marica, que por qué tengo esa necesidad.

Finalmente, creo que es una postura política presentarme así, porque es una propuesta muy fronteriza, y no es que eso sea un riesgo, sino que esos son los objetivos: lograr que no se sepa donde ubicarme, si está bueno o si está malo. Además, qué sé yo, pensá que hace poco abrí el show de Junior Boys y también canto con grupos de cumbia, entonces bueno, cuesta ubicarme…

Respecto a tu forma de trabajar llama la atención que a la hora de publicar tus discos no existe una continuidad temporal clara. ¿Qué hay con los tiempos, cómo manejas ese factor?
—Soy muy caprichoso y también hago muchas cosas a la vez, porque también escribo y tengo que vivir y alimentarme. Pero con la música pasó que Perfecto se editó en 2005 en Uruguay y al año siguiente en Argentina, pero dos años después en México, entonces me demoré en publicar algo nuevo porque tuve que hacer promoción. Igual con eso no me fue muy bien, jejeje, porque en México habían varios sellos interesados en editarlo, y yo al ser tan pueblerino opté por el más grande, EMI. Y bueno, no me daba cuenta que estaba en el medio de cientos de artistas. No era prioridad y si quería moverlo tenía que hacerlo yo mismo y estando en Uruguay todo es más difícil. Igual en esa época fui descubriendo cómo era el mundo de la música, porque yo nunca tuve un plan o un sueño de ser cantante. Yo vengo del mundillo del arte, nunca se me había ocurrido hacer música. Con el tiempo empecé a hacer mis propias canciones, y yo no toco instrumentos. Solo las hacía como una señora, mientras limpiaba, con mi voz. Todo era melodía de mi voz y todo fue muy rápido. Y hasta ahora siempre siento que estoy empezando de cero. A la vez, el producto que hago era re raro y bueno, hasta ahora no sé cómo manejarlo.

Eso es con la forma en que encaro el tiempo. Aunque bueno, también tengo que trabajar. De hecho recién ahora, desde hace poco más de un año, vivo de lo que hago. Antes hacía mil cosas; tenía un programa de radio, escribía en revistas con seudónimo o sin seudónimo, trabajé en una casa de cambio, repartía volantes, también pasaba música cada tanto, qué sé yo, hice un montón de trabajos. Y por eso, al no tener dinero dependo de un sello, o en el caso de los libros, de una editorial que me publique. Yo no puedo solo, siempre tiene que haber alguien que esté convencido de lo que yo hago. Nunca me autofinancié y por eso defiendo la industria y me jacto de eso un poco, porque me costó mucho. No puedo ser tan independiente, porque eso es el doble de trabajo.

Esa defensa de la industria es medio difícil de escuchar entre los artistas actuales. Parece un poco anticuada.
—Sí, pero yo no puedo autogestionarme. Es decir, claro que lo hago, pero tengo varias carencias, y la primera es económica, porque no puedo hacer nada por mi cuenta; ni grabarme, ni publicar, no tengo los medios para hacerlo. Y después tengo otra traba, que es que no sé relacionarme mucho, siempre dependo de un manager o de alguien. No soy tan experto en mis relaciones públicas y mucho menos en conseguirme los shows. ¿Y armarme los discos? ¡No tengo ni idea! Por eso dependo de una infraestructura que me pueda potenciar, porque a la vez también quiero crecer.

Viniste a FILSA justamente a hablar de la relación entre música y literatura. ¿Cuál es tu opinión sobre el posible vínculo entre ambas expresiones?
—La verdad es que durante estos últimos días lo estuve pensando, porque nunca antes había reflexionado lo suficiente sobre esto. Siempre para mí fueron cosas diferentes, pese a que una canción se puede pensar como un relato. No le encontraba mucho el link, pero si me pongo a pensar hay algo en la estructura de una novela que puede ser parecida a la de una canción en el sentido del ritmo. También siempre estoy leyendo en voz alta, me fijo mucho en el sonido de lo que escribo, y ahí hay algo musical, porque de acuerdo a cómo suena lo voy modificando. Y ni que hablar de cuando hago una novela: lo que más me fascina es el tono de los personajes. Pero ahora, estos días en Santiago, pensé lo siguiente: a mí me gusta la numerología y ahora estoy muy interesado en la cábala, en donde las letras están muy asociadas a los números y a los sonidos. Y como me gusta la numerología me fijo mucho en los números y me guío mucho por los principios herméticos, y en el caso de mis novelas, ocupo algunos criterios numerológicos.

Por ejemplo, mi última novela, Un poquito tarada, tiene 33 capítulos, y el 33 es un número maestro igual que el 22 y el 11. Entonces en mi cabeza, los capítulos 33, 22 y 11 son los fundamentales. Y de alguna manera, pensar en números es pensar en ritmos, porque la música es matemáticas, y yo amo a Pitágoras, siempre lo estoy leyendo, y Pitágoras fue el primero que asoció los números con la música y la proporción de los movimientos de los planetas, que a su vez, equivalían a notas musicales… Y así, a la hora de escribir pienso mucho en la estructura, no es que me baje una musa inspiradora, sino que pienso de qué voy a hablar de cada capítulo y esa estructura es como una música, y cuando hago canciones, sigo una estructura que es pop y la estructura del pop es bastante rígida. Justamente, esa rigidez me da mucha libertad y por eso mis canciones son muy de historias y quizá es por eso me seduce tanto el formato pop.
También me gusta mucho lo simbólico y creo que lo simbólico siempre atraviesa lo estético, entonces, por más que yo haga un trabajo muy estético y muy a nivel de superficie, en realidad siempre estoy mucho más preocupado por lo simbólico y por eso me interesan tanto las tradiciones como la cábala. No sé, me gustan y trabajo mucho desde ahí. Por ejemplo siempre ocupo mucho la figura de la androginia, y la despolarización, aunque recién ahora estoy saliendo de ese closet y lo puedo decir más abiertamente. Antes me daba pudor porque ya era demasiado para mi propuesta que es muy exagerada, jeje, y además creo que uno puede hablar de estas cosas sólo cuando sabe mucho y en mi caso ni siquiera soy un aprendiz.

Siguiendo con la relación entre música y literatura, en 2009 hiciste un musical, “Nena no robarás”. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Me encantan los musicales y creo que hacer musicales es en donde más cerca he estado de trabajar música y literatura al mismo tiempo. Primero hice “Nena no robaras” en 2009, que fue una comedia muy clásica, toda cantada y con todo los clichés. Después, este año hice “Marta, la musical” que fue un proyecto re extraño, medio musical, medio performance, medio reality, muy raro, pero fue el que más me gustó porque quedó en algo muy inclasificable. Creo que es una de las cosas más interesantes que hice y también la más personal. Estuve trabajando como tres meses en ese proyecto y durante ese tiempo cambié mucho mi proceso de creación. Además me cuesta mucho trabajar con otras personas, y también logré pasar esa barrera con este musical.

En todos estos casos, tanto en los libros como en tus discos, el tema del amor está muy presente. ¿Por qué siempre hablas de esto y no de otros motivos?
—Más que el amor me interesa el discurso amoroso, como Roland Barthes en su libro Fragmentos de un discurso amoroso, que es lo más, es mi libro favorito. Pero personalmente, mis historias de amor no son interesantes. De hecho ahora no es algo que me mueva porque siempre voy a tener otros problemas que resolver, jejeje. Sin embargo, cuando escribo me interesa el amor, porque lo veo como discurso y estructura artificiosa, y a veces lo tengo demasiado idealizado, pero a nivel artístico. En mi vida personal, no tanto. No sé, a veces mis amigas se enojan porque les copio todo lo que ellas dicen, jejeje y después hago libros o canciones, pero no son cosas que me pasen mucho. Qué sé yo, me encantan los teleteatros y los cuentos de mis amigas con sus novios, entonces claro, es el imaginario del que me nutro. Después con mi psicólogo no hablo nunca del amor, jajaja, hablo de que no me da la plata u otros temas; siempre estoy más obsesionado con el trabajo o en otras cosas.

¿No sería errado catalogar eso como algo frívolo? ¿Qué hay con la posibilidad de ampliar las temáticas en tu obra?
—Me gustan los clichés, los estereotipos y la frivolidad como un lenguaje. Es raro, pero de alguna manera transformo eso en un fetiche que me permite reflexionar sobre otras cosas. Y en realidad no sé si lo amplío mucho, pero siempre acumulo mucho los clichés del amor. Por ejemplo, cuando canto, el personaje que interpreto además de ser un bufón, también cumple con la lógica romántica.

Igual creo que todo esto es re político. Ser un bufón es algo político, manejar la figura de la androginia también es re político. Por ejemplo, estar siempre con elementos masculinos y femeninos es evidenciar los dos polos y eso es una cuestión hermética. Me interesa ser ambiguo, porque ser contradictorio con uno mismo o ser difuso con la propuesta es un lujo que poca gente se puede dar. Y yo trabajo mucho para conseguir ese lujo. Siempre quiero estar en la frontera, y me gusta que lo que hago para algunos sea muy raro, para otros algo muy visto o que incluso para otros no sea lo suficientemente hipster y para otros sea lo más. Eso hace que vibre la propuesta. ¿Hablar de otros temas? Qué sé yo, me parece bien que se haga y puedo admirar a los artistas que lo hacen, pero creo que todos esos temas –como la pobreza, la discriminación, u otros-, ya están en mí. No lo hablo directamente, pero hice una canción con Wendy Sulca y Fito Páez. Eso es re político. Y no te voy a decir yo lo que tenés que interpretar, pero hacer una canción así habla de cómo se divide la sociedad y los distintos lugares que hay. Creo que soy redundante en otras cosas y no con los discursos políticos. No hago una canción a los pobres, porque yo ya soy pobre, jajaja.

Ocupas bastante Facebook, Twitter, y antes también Fotolog. ¿Cómo influyen esos formatos en tu creación, tanto literaria como musical?
—Influyen mucho, porque a veces mi contacto con el mundo pasa por ahí, pero a la vez siento que no los aprovecho lo suficiente porque me quedo muy a nivel de usuario. No sé, en twitter no promociono tanto mis shows, sino que lo ocupo como un chat con mis amigos. Y eso me fascina, porque surgen formas de escribir o frases que me gustan mucho, y como paso mucho tiempo ahí, las voy ocupando. En mi última novela justamente el personaje principal es una chica que se inventa a sí misma en internet y va haciendo su vida en base a las redes sociales. Y eso es un poco lo que hago yo, jejeje. No sé, también les debo mucho, porque si no fuera por estas plataformas no se distribuiría mi música.

Justamente en Facebook escribiste algo tras la muerte de Leonardo Favio, un clásico que logró vincular música, literatura, cine, todo al mismo tiempo.
—Me enteré de la muerte de Leonardo Favio en Chile y me choqueó porque siempre me gustó, sobre todo su tono. A mí me encanta el melodrama y él era un maestro. Por ejemplo, la película Nazareno Cruz y el lobo siempre la amé, siempre me pareció lo más, lo más sublime de todo, creo que es una película muy perfecta, con todos sus discursos. Leonardo Favio respetaba los géneros populares, que a mí me encantan, y su tono era perfecto, sus imágenes también lo eran. Siempre hacía lo que se le daba la gana y yo quiero hacer lo que se me da la gana, entonces es más que un referente. Además, creo que las primeras canciones que recuerdo en mi vida, son las de él, entonces es muy fuerte su figura. Me marcó muchísimo, fue un grande. Enterarme ahora de su muerte fue… No sé… Recuerdo que siempre antes escribía en Twitter «Fuerza Leonardo!» y tal, pero ahora… Qué sé yo, otros como Sandro nunca me interesaron tanto.

Dani Umpi, un aprendiz en la frontera

Sobre el autor:

Felipe Mardones (@soytutorito)

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