De Prometeo y promesas rotas

por · Mayo de 2012

De Prometeo y promesas rotas

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Prometheus siempre fue sinónimo de promesa en mi diccionario. El regreso de Ridley Scott a la ciencia ficción era algo que había esperado desde hace décadas y la nueva película del director de Alien (1979) y Blade Runner (1982) se había convertido en un evento que añoraba y consideraba de lo más importante. Sin embargo llegó el momento que tanto esperaba y Prometheus destruyó todas mis expectativas.

La trama, difícilmente justificable: un grupo de científicos cree poder encontrar el significado de la vida en un planeta remoto, pero todo sale mal; e increíblemente predecible, combinada con un grupo de personajes genéricos, los astronautas más simplones, imbéciles y erráticos que he visto en la historia del cine (hay que reconocerlo: sacarse el casco y tratar de mimar a una cobra espacial es incluso más tonto que mirar directamente a un huevo alienígena), conforman una película que, sumando la ausencia de tensión y claustrofobia, tan características de este tipo de filmes, resulta sin sentido, fome, larga y con poco y nada rescatable, incluso para un fanático de la Alien original.

Prometheus no conecta en ningún nivel -por más que lo intenta- en sus dos horas de duración y, es más, consigue lo que creo es el efecto inverso a lo que cualquiera podría esperar: alienar al espectador. Es tal la falta de empatía e interés que, por lo menos yo, ya quería ver a todos sus protagonistas descuartizados a la media hora, momento en el cual comienzan a surgir las primeras amenazas y problemas.

Desde el punto de vista de homenajear a Alien, la película hasta cierto punto cumple: se nota la influencia de Giger, aparece la compañía Weyland (sin Yutani esta vez) en conjunto con el inevitable androide de sospechosas intenciones, y hay un par de escenas y diálogos que cualquier fanático reconocerá inmediatamente. Bien. Aunque, principalmente, la historia gira en torno al misterioso “Space Jockey” original, su raza y propósito. Sin embargo, al igual que el objetivo de la nave Prometheus y de las acciones de sus tripulantes, la mayoría de los eventos carecen de lógica y terminan dejando más interrogantes que otra cosa.

Tal vez todo esto se deba a que nosotros, los fans, exigimos a directores superar sus propias obras maestras, algo que bajo la supervisión de los grandes estudios de Hollywood es simplemente imposible. Es triste ver como compañías -por más bienintencionados que sean los directores ligados a los proyectos- explotan franquicias que, como en este caso, han envejecido y ahora solo tienen valor de culto. No es por nada que, al final, son películas independientes -como Chronicle y Moon– las que sí logran entregar algo nuevo y diferenciarse de los que buscan el mero éxito comercial con lo que se ha convertido en un icónico en el transcurso del tiempo.

En fin, no creo que Prometheus sea una buena película ni, mucho menos, una buena obra de ciencia ficción. Así que mi recomendación es la siguiente: si eres fanático de Alien, te gustarán unos 20 minutos del filme. 20 minutos garantizados. El resto: promesas rotas.

De Prometeo y promesas rotas

Sobre el autor:

Franco Iovi (@francoiovi)

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