El frío y la gula

por · Enero de 2016

Lo esplendoroso y lo vacuo cohabitan pacíficamente en El renacido, de Alejandro González Iñárritu, una historia curiosa y efectiva, aunque en ningún momento se trata de una obra maestra.

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Es 1823 y el invierno se desarrolla de manera cruel sobre la América en work in progress, y literalmente a su protagonista, Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), le llueve sobre mojado. Lo ha perdido todo, instigado por su rival, Jonh Fitzgerald (Tom Hardy), quedando sumido en el abandono por parte de su comitiva y al borde de sus propias exequias, debiendo sortear una sucesión de fatalidades que sacadas de la mente del caricaturista Chuck Jones (El coyote y el correcaminos). La situación da pie a un entramado que aspira a la poesía de Aguirre, la ira de dios (1972) o de Apocalipsis ahora (1979), pero más emparentada con alguna de las entregas de Indiana Jones.

Los hombres aquí son monosilábicos, torvos, escindidos. La procesión se lleva por dentro y bien lo sabe Hugh Glass, no es necesario que ellos verbalicen nada, esa tarea es completada exitosamente por Emanuel Lubezki —colaborador permanente del director— desplegando mediante las luces un envoltorio arrebatador: por cada silencio u omisión aparece en su lugar un escenario impactante.

Mientras el hombre blanco colonizador arrasa con todo lo que puede, el indígena se defiende con gallardía. Son paisajes tapizados por cuerpos desmembrados, sociedades en ruinas y la naturaleza mudando de piel durante todo el metraje. Homologar el argumento a la realidad contemporánea termina por deslizar que el proceso colonizador aún no tiene para cuando expirar, esto aunque El renacido no alcance los niveles de mala leche y autocrítica de Los 8 más odiados de Tarantino.

El renacido apuesta por la masividad en sus espectadores, nunca por el gueto ni por el estado maldito de ser «de culto», no solo por un tema del origen de su producción, sino porque es una obra que apunta a múltiples visitantes; los que decidan verla como una ópera de aventuras, o una historia de humillación y venganza o finalmente, como una epopeya de espiritualidad light. Quienes logren apreciarla a cabalidad en esas tres vías quedarán más que satisfechos, como si se tratara de un tenedor libre cinematográfico, un pase libre para engullir sin límite con el riesgo que adjunta suscribirse a semejante arranque de gula audiovisual.

El frío y la gula

Sobre el autor:

Fernando Delgado es comunicador audiovisual y guionista de series y teleseries en TVN, MEGA y CHV.

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