El Rito (2011) más mi primer exorcismo.
Estrenos Cuevana, especial semana santa. Revisamos El Rito de 2011, más bonus track: mi primer exorcismo (basado en hechos reales). El diablo está entre nosotros.
// ESPECIAL SEMANA SANTA
EL RITO (2011) + bonus track ‘Mi primer exorcismo’
‘Basada en hechos reales‘ dice el comienzo de El Rito. Lo siguiente también es un hecho real. Cruz pa’l cielo. Fue distinto a los métodos más ortodojos de este rito pero no por eso no sucedió.
Era un cálido atardecer dominical de enero en Recoleta.
Metro Einstein.
Santiago de Chile.
Luego de varias rondas de cerveza terminé convulsionando en el suelo de una a-punto-de-venirse-abajo iglesia evangélica con muchas manos de extasiados religiosos sobre mi cabeza pidiéndole al Señor que me sacara al Demonio del alma.
Le había llevado una copia de ‘El Río‘ de Alfredo Gómez a mi amigo Arturo, como regalo de navidad atrasado, o cumpleaños. O porque sí. Porque lo encontré en una caja de libros usados afuera del Hospital Gustavo Fricke, en Viña. La misma copia del año del pico (1962 para ser exactos) mía. Me costó luca, apenas.
Hubiese sido un crimen y una mariconada dejarlo ahí.
En eso estábamos, riendo, conspirando, quejándonos, bebiendo, hojeando el libro, cuando el aire del bar comenzó a llenarse de pequeñas partículas flotantes de color rosado y transparente volando al ritmo de un sonido que parecía ser un taladro.
Mesas más allá se desarrollaba una escena irreal.
Un robusto hombre sostenía con una mano lo que parecía ser una mandibula superior. Encía y dientes. Con la otra agarraba firme con los ojos entrecerrados el taladro y con una delgada broca limaba la prótesis y hacía volar las partículas rosadas y transparentes.
Ambos posamos un mano sobre nuestros respectivos vasos.
Con la otra cada uno se tapó la boca.
Al otro lado de la mesa un flaquísimo vejete de piel color y textura de bolsa de pan arrugada y vuelta a estirar observaba como el tipo pulía su prótesis mientras el labio superior le colgaba jetón sobre la despoblada encía superior.
Cuando acabó aplaudimos e invitamos al artesanal dentista a sentarse en nuestra mesa.
El viejo salió del bar acomodándose la mandíbula de arriba de manera torpe y levemente avergonzado. Se despidió y agradeció con la mano. Era un histórico, prehistórico, jubilado, carterista del sector.
Pedimos más cervezas.
No recuerdo su nombre. Pero decía ser, haber sido mejor dicho, el mejor laboratorista dental de este país. Trabajaba en el Hospital Militar. Hasta que lo perdió todo por una pegada con la gotita adicción al trago y la cocaína. Así que lo que hacía era ir arreglando prótesis dentales con su taladro de bar en bar a cambio de unas copas y algunos billetes suficientes para comprarse bolsas de cinco lucas de quizá la peor cocaína del mercado.
Al cabo de varias rondas más de escucharlo hablar de la familia que había abandonado, Arturo partió rumbo a su hogar.
Pagamos y nos despedimos.
Acompañé al hombre a un maloliente y ahumado Teletrack a comprar una bolsa.
Inicié el regreso profundamente descolocado por la historia, su absurdo final, y sospechosamente acelerado y dispuesto a caminar hasta el fin del universo, pensando diez mil estupideces por segundo, cuando la luz de una pequeña, semivacía y triste parroquia evangélica peruana apareció como un lugar perfecto para hacer una parada.
Sentado en la primera fila, no pasaron dos minutos de oír al pastor antes que un rehabilitado joven disfrazado de adulto con traje, corbata y gel, preguntara honesto y amable qué me traía por ahí.
Hablé de drogas y de alcohol, de brujería y música satánica. Lo único que delataba la patraña era el temblor de mis pupilas, signo inevitable de que gran parte de mí no podía creer qué mierda estaba haciendo.
Corte.
Estoy sobre un débil escenario tambaleándome y un pequeño pastor se para de puntillas para poner su mano sobre mi frente y anunciar a toda voz frente a sus pocos más entusiastas feligreses que estaban frente a un hombre que necesitaba ayuda. Que estaba perdido en las garras del Diablo.
Mientras repetía esto comenzó a involucrarse más. A tomar el asunto con mucha vehemencia, volumen, y algo de teatro.
No me quedó más que seguir el juego y poner los ojos en blanco, decir locuras de poseído, babear y sumirse en espasmos con intensidad en aumento hasta terminar en el suelo en posición fetal con la iglesia completa encima repitiendo en extasiado loop ¡SATANAS LIBERA A ESTE HIJO DEL SEÑOR!
Todo se había ido de las manos, y la idea de estar jugando una broma macabra empezó a deprimirme así que decidí terminarla. Volver sobre mis pies. Sacudirme el polvo y las pelusas y la demencia. Agradecer, gracias hermano, gracias hermana y salir caminando de ahí entre los parabienes de personas que probablemente entendiendo poco y nada de lo que había pasado me invitaban a por favor volver cuando quisiera.
Seguí caminando, pensando en lo sobregiradamente extraño de lo que había pasado recién. Una rara sensación de no poder creer tus propios actos.
Me habían exorcizado recién. Sin embargo sentía haberme asegurado un cupo seguro en el infierno.
La película El Rito trata de exorcismos también, pero mucho más brígidos. Lo de verdad aterrador es que está basada en hecho reales.
Un joven seminarista, escéptico, bueno para el hueveo, ex maquillador de cadáveres, medio cagado de la cabeza, está por renunciar a ser cura pero uno de los curitas jefes con claras inclinaciones homosexuales lo convence de seguir en el camino de la fe y lo manda a estudiar para ser cura exorcista en Roma. Allá conoce a Antony Hopkins que es un viejo y experimentado enemigo de Satán. Que ha ganado y perdido sus buenas batallas, y que enseñará al incrédulo Kovak que no creer en el Demonio no lo salvará de vivir el infierno, sino que todo lo contrario.
Pese a que esta película ha sido bastante trolleada; desde que ví el trailer sabía que se trataba de una película que iba a ver de seguro. No se engañen, El Rito es oscura, cruel, y violenta. Y enfrenta con maestría y satánica elegancia todos los cuestionamientos que a prioi pueden hacerte pensar que se trata de otra mierda de película de terror.
Esta es; o al menos demás que es; o se siente súper inquietantemente real.
Concha de su puta y santa madre, si es así, el Diablo está terrible de entre nosotros, y sorry el spoiler pero la pelea está complicada.
Hágase un favor, aperre, y véala, no sea mamita.