The Fountain
La historia cuenta que Darren Aronofsky quedó loco, con la cabeza girando como tagadá, cuando vio The Matrix junto a Jared Leto, unos días antes de empezar a filmar Requiem. Quedó enfermo. Más que enfermo, alucinado, epifanizado. Qué clase de películas de ciencia ficción podrían filmarse después de soberano volón de los Wachowski, se preguntaba.
Realmente lo que se cuestionaba era cómo podría él lograr algo parecido: condensar grandes ideas, pensamientos filosóficos, científicos y religiosos de su era y transformarlos en una película que además fuera digerible. Pop. Que no fuera una paja pretenciosa y fome, en términos sencillos. Pero que se diera vueltas, se revolcara entre las sábanas como un borracho despertando de un sueño pesado, por las Verdaderas Preguntas de la humanidad.
Entonces se juntó a conversar la idea con su compadre Ari Handel, con quien ya había trabajado antes en Pi y estaba colaborando también en Requiem. Resulta eso sí que Ari no era cualquier hueón sino que era un hueón tremendamente letrado y culto. Un culeado que había estudiado 8 años neurociencia en la Universidad de Nueva York.
La conversación fue de alto vuelo. Se habló de reimaginar las nociones de tiempo y espacio, tal como lo había hecho Kubrick con 2001: Odisea en el Espacio. O Lucas en SW. Se habló de hacer cine trascendental.
Y le dieron.
Primero The Fountain tendría a Brad Pitt y Cate Blanchet en los papeles principales. Ahí la película costaría entre 75 y 90 millones verdes (según diferentes versiones). Luego Pitt se bajó por diferencias creativas y se fue a hacer Troya. Y The Fountain se fue a la mierda.
Pero Darren persistió luego del bajón inicial y se reconoció a sí mismo que esta era una película que llevaba en la sangre. Que necesitaba hacer. Así que volvió a la carga, esta vez reclutando a Hugh Jackman y Rachel Weisz y rebajando el presupuesto a 35 millones. Y a darle se ha dicho.
El resultado es una de esas películas más-grandes-que-la-vida-misma.
The Fountain plantea e intenta responderse y se contesta con más interrogantes, las grandes Preguntas Humanas a través de una brillante historia de amor. Planteado como catalizador de las más grandes proezas, locuras y dolores de la historia universal. Capaz de lograr- o jugársela por- la trascendencia y dar la pelea al Espacio y al Tiempo. Definiendo a la mujer como fuente de vida, sabiduría y templanza y demencia y energía eterna.
¿Se puede amar tanto como para que ese sentimiento sobreviva a la muerte atravesando como un rayo 1000 años de historia, subiendo al espacio cósmico y místico y bajando de vuelta a la Tierra? De la selva precolombina maya al espacio y al presente, yendo y viniendo en un infinito boleto de ida-vuelta en una nave espacial mental. ¿Qué pasa si se puede? ¿Qué pasa si pasa?
¿Y qué sucede si el hombre logra vencer a la muerte? Vivir eternamente. ¿Seguiriamos siendo humanos? ¿Es acaso la muerte, el hecho de morir, lo que nos convierte justamente en seres humanos? ¿Vivimos porque morimos o nada que ver?
¿No son estas preguntas válidas de plantearse?
Es a veces momento de hablar en serio. No todo puede ser echar la talla. ¿Por qué no hacerle un paréntesis a la Dictadura del humor, de la idiotez, del chiste?
Es momento de subirse al árbol de The Fountain y quedarse ahí un buen rato mirando las estrellas. En silencio, como te prometo que vas a quedar por un buen rato.