Fútbol de perros

por · Abril de 2013

A propósito del 8 a 1 entre los clubes que pelean la Champions, la imponencia de un fútbol fresco y nuevo: la juventud alemana, rebelde y hambrienta, sacudiendo a una fatigada y arrogante generación española.

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El recuerdo es difuso, pero permanece con suficiente nitidez. Gol horrible de Oliver Bierhoff y Alemania sale campeón de la Euro 96, ganándole a una República Checa que jugaba mejor y mucho más bonito. Aunque campeones, ninguno de los de blanco parecía celebrar mucho. Era como si ganar fuera parte de la vida.

Me acuerdo de mi padre reflexionando con envidia: «¿Por qué no somos como los alemanes: altos, fuertes y ganadores?».

De ahí en adelante, y también hacia atrás, tanto la selección como sus clubes casi siempre fueron lo mismo: equipos fríos, calculadores y desapasionados. Ganadores, también, pero más por mente que por sangre. Demasiado conscientes, quizá, de que el fútbol es otro trabajo más, y que con hacerlo bien —como todo lo que hacen los alemanes— resultaba suficiente.

SchPero ayer el fútbol alemán —el de los fríos calculadores desapasionados— terminó de entrar a una nueva fase, completamente opuesta, y que muy probablemente dominará al mundo en los próximos años.

Por las semis de la Champions, el Bayern aplastó al Barcelona sin dudas ni misericordia, y lo mismo acaba de hacer el Dortmund con el Madrid. No fueron simples victorias, mucho menos goleadas casuales. Fue la maduración de un proyecto nacional, la imponencia de un fútbol fresco y nuevo; la juventud alemana, rebelde y hambrienta, sacudiendo a una fatigada y arrogante generación española, campeona del Mundo, nada menos, y dos veces de Europa.

Pero esto, decíamos, no es casual.

El Barcelona de Guardiola, aunque no hace falta volver a repetirlo, le dio al fútbol una esperanza que parecía perdida hace tiempo: que el éxito fuera una consecuencia del estilo y no su fin. Los catalanes siempre impusieron la forma —¡y qué forma!— por sobre el resultado, y terminaron ganando muchísimo más de lo que perdieron. Últimamente, sea por agotamiento, por repetición o por falta de renovación, el Barça se fue poniendo soberbio, tan seguro de su forma que perdió el esfuerzo. Se les ha visto confiados, como pensando que con seguir tocando la pelota les alcanzara para volver a ganarlo todo.

Hasta hace poco, de todas formas, no se le veía un recambio al guardiolismo, aunque sí un contagio generalizado del estilo: los principales clubes del mundo, a diferencia de hace unos años, están buscando entrenadores ofensivos, con más sentido del espectáculo que del resultado. Los mourinhos y benítez del mundo empiezan a perder prestigio, y los pellegrinis y klinsmanns han vuelto a revalorizarse. Y justamente con ese rubio ex delantero es que esta historia comienza para Alemania.

Fue el 2004 cuando Jürgen Klinsmann, alguna vez goleador y capitán de Alemania, debutó como entrenador dirigiendo a la selección que sería local en el Mundial siguiente. No se confiaba mucho de sus capacidades estratégicas, siendo él más un atleta que un pensador en sus melenudos años de futbolista, y considerando sobre todo que su formación como DT la vivió en Estados Unidos. Pero pasó que no solo obtuvo resultados con la mannschaft —tercero el 2006, apenas eliminado por Italia en el alargue— sino que además lo hizo con un juego muy poco alemán: ataque constante, velocidad permanente y nada de especulación. Renovó también las estructuras internas de las selecciones germanas, apuró el recambio generacional y modernizó el sistema de trabajo. Los dirigentes lo amaron y al público le encantaba, pero terminada la Copa del Mundo decidió renunciar.

Joachim Löw, su ayudante en ese momento y actual seleccionador, continuó el trabajo de Klinsmann y mantuvo a Alemania como protagonista, tanto por estilo como por resultados. Y esta manera —fútbol directo, físico y técnico—, influenciada también por el toque y la movilidad del Barça y España, terminó contagiándose en los clubes alemanes, en una Bundesliga que aún se mantiene media invisible para el resto del mundo.

«Yo no sólo quiero ganar, ¡también quiero sentir!», dijo Jürgen Klopp, entrenador del Borussia Dortmund, al diario español El País hace dos meses. Todo lo que se entendía por fútbol alemán —de nuevo: los fríos calculadores desapasionados—, Klopp lo quiso al revés. Y tras algunos años, lo consiguió.

«Cuando llegué al Dortmund, dije: ‘Si 80.000 personas vienen cada dos semanas al estadio y en el campo se juega un fútbol aburrido, una de las dos partes, el equipo o los hinchas, tendrá que buscarse un nuevo estadio’», dijo el deté alemán de 45 años. «Muchos de nuestros hinchas recorren 800 kilómetros para vernos y vivir algo especial. Hay que ir a todo gas. Lo hemos llamado fútbol a todo gas. Queríamos derrochar vitalidad. Preferíamos dar cinco veces en el palo que quedarnos cuatro veces sin tirar al arco. Mejor perder. Ese fue el comienzo. Tienes que vincular a la gente al club. Los partidos deben tener un efecto más allá del resultado. Todo el mundo sabe que se ha ganado 3-1. Pero lo que se siente es el tiro, el gol, la parada: eso lo llevas dentro toda la semana. Si ganas 1-0 y el juego ha sido muy vivo, el fútbol queda legitimado».

Es un fútbol de perros. Lo que jugó el Bayern el martes, y lo que hizo el Dortmund ayer fue eso: un fútbol de perros. Pastores alemanes hambrientos, bien entrenados pero rabiosos por morderlo todo. Listos para oler las debilidades de su presa, corriéndola hasta tenerla fulminada en el suelo y despedazarla sin piedad. Inteligencia en el repliegue, furia en la presión y ferocidad en el ataque.

«Nosotros queremos ser muy, muy rápidos con la cabeza y las piernas. Todo a máxima velocidad. No hay defensa frente a lo que hagas de forma rápida y precisa», dijo también Klopp en esa entrevista. Seguramente, lo mismo piensa Jupp Heynckes, entrenador del Bayern Munich, y en eso debe estar pensando ahora Joachim Löw. Son los alemanes, que de varios mordiscos le quitaron la antorcha a los españoles, iluminando ahora al mundo con su fútbol de perros.

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Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

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