Jonás Sanche, la voz de la avenida
Jonás Sanche llega vestido de What up street wear y me entero que es la marca que lo auspicia. Es simpático, disperso, hiperkinético. Es más o menos bajo. Muy risueño. No es tarde y pide un pisco sour cuando empezamos a conversar.
Para escribir rap dice que tiene que oír la música primero y que con las ondas y el bajo se imagina de qué tratará la canción.
No está ni ahí si hablan mal de él porque piensa con simpleza y con seguridad: «si les gusto, bien, y si no, bien también». Su estilo de vida y su rap son de barrio. Él canta lo que vivió y lo que le toca vivir, lo que piensa, lo que siente, lo que deja atrás, lo que odia y lo que ama. En diciembre sale Verdades, la voz de la avenida (2012), su primer disco solista. Tiene 24, en diciembre cumple los 25 y parece que ya está listo.
Ahora vamos a la casa de su amigo Cea, con quien hace Cream Gang, un proyecto en común de beats gordos.
Tomamos la micro y me cuenta que es índigo y que ahora lo acepta, que lo lleva consigo, pero que antes, cuando era más chico, vivía con miedo a la sensibilidad a cosas de otras frecuencias, lo que le hizo ver a su abuelo fallecido y conocerlo en dimensiones que no todos podemos ver.
Ahora estamos en el Centro Arte Alameda, en la Fiesta Rap Planet Tv. Acá todo es grande: una fila enorme y ancha de raperos espera ansiosa en la Alameda. Ya adentro, las luces verdes, azules y moradas se mezclan. Está todo más oscuro que iluminado. Fourd es el conductor del evento y un conocido de Jonás: es nada menos que su DJ.
En el ambiente todo se mezcla con la música que retumba en el suelo y me hace sentir como si estuviera atrapada, pero sin gente alrededor. No hay tanta todavía.
En algún momento Fourd presenta a Jonás y todos alzan sus manos, las mueven de arriba abajo y, en entre tanto movimiento, él es el que más se mueve, pero para todos lados.
Ahora es Jonás el que invita a Cea para hacer juntos “Días grises” y cerrar este show. Rápido. Luego vendrán acá mismo Ley 20mil, Portavoz y otras bandas.
Un rato después ya abajo del escenario, entre el público, Jonás sonríe tiernamente y me dice que va a estar con su polola, porque no la quiere dejar sola. Desaparece entre el humo de cigarro.