Las dudas de Justice

por · Mayo de 2012

¿Algunas vez el dúo de Gaspard Augé y Xavier de Rosnay habrá sido lo que siempre creímos que era?

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A mí Justice no me gusta mucho pero ver a toda esa gente que se acerca como poseída al escenario principal, con cara de endorfina y la energía que se les sale por los ojos, esa cara de estar guardando el último concho de adrenalina que quedó del día para gastarlo en movimientos espasmódicos, gritos aleatorios y algunas dosis de violencia inofensiva, ver a toda esa gente me dan ganas de acercarme y ver si lo que parece que va a suceder, sucederá.

En el último día de Coachella figuran como una de las cuatro máximas atracciones, y esa es la expectativa que generan. Al mismo tiempo tocan Beirut y Girl Talk, pero pareciera que todo el mundo está mirando esa cruz blanca que se asoma entre una pared de amplificadores Marshall de utilería. El nervio que se percibe es el de un gran concierto, y los gringos sin polera se pelean como nunca en todo el fin de semana para estar lo más adelante, garantizar el descontrol. Nadie parece ser capaz de esperar más, en sus miradas está la ansiedad en su máxima pureza y todos, en distintos idiomas, parecen decir lo mismo: se viene, se viene.

De repente, un día de junio de 2007, apareció un disco que se llamaba y que dejó la cagada. De la banda se sabía que eran dos, que eran franceses y no mucho más, pero daba lo mismo porque su electrónica francesa bañada en rock los levantó rápido a la más alta de las cumbres onderas. Toda fiesta, por esos días, vivía su climax con We Are Your Friends, y todos sus videos se hacían adictivos en youtube. Un proyecto perfectamente moldeado, que tenía a los enigmáticos Gaspard Augé y Xavier de Rosnay como los creadores de un fenómeno que aumentó su bacanidad con el documental de su primera gira por Estados Unidos: A Cross the Universe.

Sexo, sangre, drogas, tetas, violencia, vodka, fiesta, luces, piscinas, pistolas, tatuajes y locura. Predicando una distorsión descerebrada y un descontrol absoluto, los Justice se iban haciendo más y más famosos, y la sensación era que después de verlos en vivo uno se podía morir con cierta paz. Pero el tiempo iba pasando y ellos discos nuevos no iban sacando, por lo que el hype se les empezó a acabar y las dudas comenzaron a aparecer. ¿Eran realmente una banda o sólo un invento francés? ¿Es cierto que en vivo no tocan y sólo aprietan play? ¿Cómo fue eso de que los pillaron tocando pero con los instrumentos desenchufados?

Las dudas no parecen interesarle a nadie, porque cuando entre el humo y las luces suenan los acordes de Genesis la euforia es absoluta, un empujón masivo hacia delante y varios incrédulos se toman la cabeza y gritan hacia el cielo, incapaces de convencerse de que están ahí, en el atardecer californiano a punto de delirar con Justice. Pero así como cuando empieza todos están a punto, subidos y expectantes, listos para ese desenlace que los demolerá bailando, así es como se mantienen durante todo el show. A punto. Siempre ahí, cerca, cerquita, a punto del clímax. Pero nunca en él.

Algunos se miran las caras, otros se resignan a sólo observar, pero el espectáculo de Justice termina con la gente más adormecida que enajenada; más bien cansada, chata de esperar un éxtasis que no llegó nunca, ese desenlace desquiciado que tanto se veía por youtube pero que ahora hacía una tapa gigante desde su ausencia. A lo mejor fue el escenario tan grande y abierto —que en un Caupolicán cerrado y apretado no pasaría— o quizá el dúo ya no es lo que fue. Pero la duda grande ahí queda: ¿alguna vez Justice habrá sido lo que siempre creímos que era?

Las dudas de Justice

Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

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