Elogio a las tetas

por · Agosto de 2012

Elogio a las tetas

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Pongámonos de acuerdo. Todo lo que viste antes de terminar cuarto medio fue una mentira. Puros efectos de rellenos y tirantes apretados, amplificados por tus hormonas. Ficción de la buena, sí, una perfecta iniciación selknam para todo lo que viene después, también. «¿Usted cree que mi falacia está equivocada?» (gracias McLuhan). Nos encantan las tetas. Las naturales, con cuerpo, las levemente asimétricas. Podríamos pasar tardes enteras persiguiéndolas con la vista. Ignorar conversaciones eternas, perder la mirada en un horizonte doble y hasta el turno en la fila. Lo extraordinario de las tetas es que, a pesar de estar casi siempre ocultas, es fascinante imaginarlas. Casi tanto como apretarlas o chuparlas o simplemente mirarlas en horizontal al ritmo de una respiración. Parecen mejor así, ocultando un perfecto y fino berry o una café hamburguesa-paty-estilo-casera. Después aparecen, rebotando sin control frente a tu cara, las blandas y muy grandes, que siempre necesitan de una mano amiga y te recuerdan la plasticina. Las pequeñas, que es como pasarse el jabón en la ducha. Y esas tetas ni chicas ni demasiado grandes, que en plena batalla se endurecen y te devuelven a este mundo con pequeñas cachetadas. Punto para las que caben en tus manos, sin espacio de menos y levemente de más. Punto para las que guardan un lunar estratégico. Punto para las grandes con un pezón pequeño, como sacadas de un Botero. Punto para las que saben manipular el axioma del escote con discreción. Lo mejor de las tetas no es verlas enteras y con completa libertad (abajo, un experimento). Al final, no puede haber otra razón para que a un hombre le gusten los climas cálidos y toda esa basura de la primavera.

Gracias, Stefani Germanotta, por mostrar y a la vez no mostrar tus tetas. Feed the troll.

Elogio a las tetas

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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