Naomi Campbel: la olvidada

por · Abril de 2015

Convertirse en mujer será un acto de reparación y la única salida para evitar el intermedio físico que vuelve invisible a la protagonista de esta película tan emocionante como de cine guerrilla. Un improbable Diario de Ana Frank en clave latina, marginal y queer.

Publicidad
Naomi Campbel

Yermén (Paula Dinamarca) comparte tres marginalidades en una misma vida: la sexual, por su condición de travesti en proceso a la transexualidad. La económica: vive en la población La Victoria y sus vecinos no entienden nada de ella. Y la cultural: es tarotista en una línea telefónica, pero al mismo tiempo, le reza a la Virgen María para que su cirugía de reasignación de sexo salga exitosa.

Tiene un amante ocasional que la visita por las noches y una amiga ya mayor víctima de la represión dictatorial. Y es durante las noches, cuando el alcohol para amortiguar los dolores de la aridez permanente surte efecto en la protagonista, que decide grabar con su cámara la vida de su barrio coronada por perros vagos y jóvenes a la deriva; entonces Yermén, sin querer queriendo, construye un collage de su entorno, un improbable Diario de Ana Frank en clave latina, marginal y queer. Un docudrama de limites ambiguos como la misma Yermén.

¿Es verdad o es ficción? ¿Es hombre o es mujer? ¿De verdad se graba la actriz trans o lo hace desde el personaje con un guión previo? Todas estas dudas no necesitan respuestas porque la pareja de directores —Camila José Donoso y Nicolás Videla— crean un relato tan vivo, tan de cine guerrilla, tan emocionante y doméstico desde el punto de vista de las conversaciones y vivencias. Que si fuera una cosa o la otra, no tiene mayor trascendencia. Lo mismo pasa con Yermén y Naomi Campbel, la inmigrante afrocolombiana que se cruza brevemente en su vida y que sueña con ser como la icónica modelo inglesa. Ambas son entrañables, graciosas y profundamente humanas.

En un mundo de estrictas clasificaciones y etiquetas, lo ambiguo se presenta aquí como una alternativa válida, el estado de «en tránsito» pasa a ser un acto político, de subversión profunda ante la presión social que exige definiciones concretas y donde lo binario se vuelve un sistema injusto y segregador.

Algo hay aquí de Tarnation, la película de 2003, y de los trabajos de Fassbinder y Waters en su apego a las formas del cinema verité, el melodrama y kitsch de los márgenes y en su rechazo por los mandamientos academicistas. Naomi Campbel —con una sola L, porque algo falta aún para convertirse totalmente en la original Campbell, con dos L— está más cerca de todos ellos que de sus coterráneas Drama (2010) y Joven y alocada (2012), pero todavía más en la línea de Caluga o menta (1990), conectándose desde el olvido y la orfandad con ese grupo de amigos que mataban los días inhalando neoprén. Yermén no se droga, pero sí siente angustia por la amplia burocracia por la que debe pasar para alcanzar el anhelado cambio final, que la llevan a postular a un programa de televisión de cirugías para así evitar el papeleo agobiante y la falta de recursos, porque para ella, convertirse en mujer no es un arrebato ni un impulso adolescente, para Yermén es un acto de reparación, de dignidad y la única salida para evitar vivir en el olvido del intermedio físico que la vuelve invisible a los ojos de la mayoría.

Naomi Campbel: la olvidada

Sobre el autor:

Fernando Delgado es comunicador audiovisual y guionista de series y teleseries en TVN, MEGA y CHV.

Comentarios