Puras falacias

por · Junio de 2014

El libro de Cristóbal Joannon fluye como crónica y hace mover las neuronas como un buen ensayo, pero queda la sensación de que debió ser escrito por alguien a quien realmente le gustara el fútbol.

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Ahora es cuando a todo el mundo le gusta el fútbol. En el metro se ve a escolares, oficinistas, rockeros, hipsters y hasta abuelitas leyendo la sección deportiva de algún diario gratuito. Todos opinan —con derecho— acerca de los goles de Messi, el mordisco de Suárez, la mafia de la FIFA o el esquema de Sampaoli. En fin, es el Mundial: treinta días donde, sin exagerar, lo más importante es el fútbol. Es cosa de revisar los medios de países que no están en Brasil (lo de El Comercio de Perú es digno de estudio para una universidad gringa) para darse cuenta que hay miles de millones de personas, en las naciones más recónditas, con la cabeza puesta en la Copa del Mundo. Cada equipo, en cada partido, en cada momento del partido, tiene fanáticos que están esperando para gritar un gol, aunque nunca antes lo hayan hecho.

Una de esas personas debe ser Cristóbal Joannon, autor de No soy de ningún equipo (Lolita Editores, 2014): «Solo sufro cuando veo jugar a la selección chilena en algún partido relevante de unas eliminatorias o, claro, en un Mundial. Nunca en un amistoso. Estoy intranquilo pues confío bastante poco en nuestros defensas: su baja autoestima futbolística puede ser percibida a una legua. La sicología, por otra parte, solo en contadísimas excepciones sopla a nuestro favor (…) El partido de Chile-Camerún, en el Mundial de Francia, lo vi como quien vive una pesadilla. Parecía un oso enjaulado que daba vueltas sobre su eje: me paraba, me sentaba, comía lo que pillaba esperando que terminara de una buena vez esa intolerable guerra de nervios”.

joannon

El poeta y ensayista chileno, con esta especie de bonus-track, cierra la antología Amor a la camiseta, hecha por Lolita, donde distintas plumas-hinchas —Mouat, Zúñiga, Squella, entre otros— le hacen una oda a su relación con el equipo de sus vidas: Joannon explica cómo a alguien que (supuestamente) le gusta el fútbol puede no tener preferencia por ningún club. El texto es inteligente, irónico a ratos, pretencioso y difícil de desarmar. Al final es un ensayo muy personal escrito por un experto en argumentación que se preocupa, cada cierto tiempo, de tapar con elegancia los hoyos que su relato va dejando en el camino. Desde un principio deja claro que el tema le incomoda y que es un ejercicio a pedido. Incluso se encarga de repasar cariñosamente a quienes «charlatanean sobre este deporte, recurriendo por ejemplo a manuales y diccionarios», precisamente lo que Francisco Mouat, dueño de la editorial, ha hecho en varios de sus libros. O de poner en la misma línea a Pedro Carcuro y a Jacques Lacan.

El centro del texto es el fútbol y, aunque el autor comience diciendo que le gusta verlo y jugarlo, durante todo el libro va agotando ese argumento. Cuando niño prefería ser árbitro en las pichangas con los primos, sus mayores hobbies en la adolescencia distaban mucho de la pelota (que a todo esto, tuvo solo una en toda su vida). Y a pesar que regala frases que cualquier amante del fútbol enmarcaría y quisiera atribuir a un erudito del deporte («El fútbol es el subconjunto de un conjunto mayor que se llama vida») y asegura que podría perder hasta sus vacaciones por estar encerrado en una pieza sin muebles viendo el Mundial, al final, con querer o no, tropieza.

Seamos justos: el libro fluye como crónica, hace mover las neuronas como un buen ensayo y se lee de un tirón. Pero al final queda la sensación de que debió hacerle honor a los otros cinco títulos de la colección y ser escrito por alguien a quien realmente le gustara el fútbol (complejo delimitar eso) y no por una persona que intentó convencerse —a sí mismo y al lector—, a medida que pasaban las hojas, de algo que quizá no entiende porque simplemente no le interesa. Aquí pasa lo mismo que con los hinchas irracionales que describe y desmenuza en un pasaje final del libro: «Avizoraba una suerte de teatro en esa conducta, un querer ser lo que no se es, un comportarse según una expectativa —individual o grupal, no importa— que carecía de una base cierta”. Quizás justamente ahí radica el último gran argumento de Joannon. Como diría nuestro Eduardo Vargas, las 84 páginas del libro se van en puras falacias, oe.

No soy de ningun equipo

No soy de ningún equipo
Cristóbal Joannon
Lolita Editores, 2014
84 p. — Ref. $8.700

Puras falacias

Sobre el autor:

José Pablo Harz (@jpharz).

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