Parece de los 70: tiene un ritmo distinto, como si corriera a 80 en una carretera de 120. Revisamos la nueva de Ryan Gossling manejando por Los Ángeles con Kavinsky de fondo.
Es extraña Drive. Tiene un ritmo distinto, como si corriera a 80 en una carretera para andar a 120. Parece película de los 70. Da gusto ver esos pasajes en donde el protagonista avanza manejando de noche y van quedando atrás las luces de los semáforos y de los letreros luminosos.
Parece película vieja, de esas en que importaban más los personajes que la trama y no necesariamente todo tenía que pasar rápido y furioso. En la mayoría de las películas de autos/persecuciones se nos hace fácil deslumbrarnos con la pirotecnia y los giros de cámara, pero muchas veces nos termina dando lo mismo quien gana, muere o se salva. Y uno va al cine a tomar partido.
O para apostar por alguien. En este caso las fichas están por el personaje sin nombre interpretado por Ryan Gosling, que trabaja medio tiempo arreglando autos y la otra mitad como doble de películas que tienen escenas riesgosas. Ahí se encarga de manejar autos, de acelerar, de chocarlos, de correr el riesgo. Si se trata de automóviles, no hay quien conduzca mejor que él. Pero no tiene la misma destreza con los autos que manejando su vida y un día decide meterse en problemas o hacerse cargo de problemas de otro, que es como lo mismo.
Y llegan los tratos con gente de los bajos fondos, los asesinos a sueldo, las amenazas, la sangre, las armas, la violencia y lo inesperado que siempre está a la vuelta de la esquina.
Nicolas Winding Refn es quien dirige homenajeando a esas cintas en las que primaba la lealtad por sobre todas las cosas, como cuando al protagonista -de esos a los que les sobra actitud y onda- termina haciendo cosas como jugarse la vida si es necesario para conquistar a una mujer, como un héroe de otra época.
Es por eso que Drive no parece una película vieja solo en lo estético, sino en la forma de encarar los conflictos que tienen los personajes, en la manera de relacionarse, repleta de gente que se maneja con códigos que hoy parecen desaparecidos. También el espíritu retro está en las pausas, en los silencios, en parecer no tener prisa para llegar a la meta, pero a la hora de acelerar y apretar fondo, no hay temor ni dudas.
Además, el director parece demostrar que para él, la forma más eficaz para dejar claro un mensaje es siendo explícito. Acá la violencia se muestra tal cual. La sangre brota en cualquier momento. Las traiciones también.
Así las cosas, Drive, que demoró su estreno por estos lados, parece un ejercicio que comprueba que en el cine lo novedoso o innovador no es tan primordial como la construcción moral que puede llegar a tener una obra. Suena pretencioso, pero nada tiene sentido cuando todo nos da lo mismo, aunque se llene la pantalla de sangre, o por mucha destreza que muestre el autor. Por eso es tan fácil identificarse en cierta forma con tipos como the driver, que aunque parezca alguien sacado de una de esas películas que uno veía en vhs, igual uno conecta y quiere que gane, que no muera o por último, que se salve.
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