The Walking Dead: los zombies atacan de nuevo

por · Octubre de 2012

The Walking Dead: los zombies atacan de nuevo

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The Walking Dead puede ser leída de dos formas.

Primero, como una película de zombies de larga duración que le hace honor a todos los clichés del género a cada segundo, con un presupuesto no millonario, pero tampoco modesto, que semana a semana busca captar al público base de una moda o tendencia que se quedó en el corazón de muchos, y obtener los réditos comerciales en base a una historia tan clásica como simplona.

Muertos vivientes que recorren una ciudad y un grupo de sobrevivientes que debe escapar, buscar refugio, (re)matar zombies, encontrar armas y, ojalá, no decirnos nada de su futuro, porque en las películas y las series sobre zombies nunca se sabe lo que pasa con los que arrancan por tanto tiempo (salvo que el personaje de color siempre es el primero en morir).

La segunda lectura que podemos hacer de la serie original del canal de cable AMC —y la más interesante—, es que se trata de un pretexto para hablarnos de la legitimidad de la tortura, el asesinato, la tiranía y la crueldad entre seres humanos. Acá, el problema no son los muertos sino los vivos. Durante la primera temporada vemos a una pareja de policías en medio de una guerra fría por el amor de la esposa de uno. Conflictos que se atan y desatan para hablarnos del liderazgo en situaciones de crisis y cuan peligroso es el deseo del ser humano por mantenerse a salvo del otro, del desconocido, sea zombie o compañero de supervivencia.

Ya lo decía hace poco el ex notero de CQC Sebastián Eyzaguirre:

Durante la segunda temporada, el tema que se busca instalar es el liderazgo y cómo pueden actuar como catalizadores los valores morales versus las pasiones a la hora de tomar decisiones que involucren el bienestar de una comunidad o el cumplimiento de un anhelo personal: tomemos como referencia para esto la relación de Shane con Rick, pareja de policías en eterna disputa por el poder en base a distintas motivaciones y naturalezas.

¿A qué nos suena la superposición de las pasiones por sobre la racionalidad y el bien común? The Walking Dead nos muestra lo que nos relata todo buen cómic: la adaptación televisiva de la cual es objeto esta reseña es bastante respetuosa del marco general de la novela gráfica, al menos en cuanto al tono en que se tratan las historias y aparecen o desaparecen personajes dentro de la misma. La historia de un Estados Unidos que se ve reflejado en un héroe de alta moralidad que comienza a corromperse y la historia de un corrupto que se humaniza momentos previos a su muerte son imágenes imborrables y nos pueden ayudar a aproximar lo que viene para la entrante sesión de la producción que en Chile y Latinoamérica llega a través de las pantallas de Fox (o nuestros computadores mágicos).

Mientras ya fue estrenada la tercera temporada que ha sido catalogado en Estados Unidos como «el thriller más excitante de los últimos años», las interrogantes sobre donde apuntará la metáfora de los zombies son variadas: por lo pronto solo sabemos que el escenario es una cárcel, que Rick se ha hecho del control del grupo de sobrevivientes en base a la fuerza de su argumento: «a mi manera o a la calle» y lo más importante: la reacción de los humanos sin esperanza cuando se enteran de la existencia de una civilización libre de la plaga, que los tiene convertidos en huéspedes de su propio planeta.

¿Dará la tercera temporada material para hacer lecturas más profundas que las que se han hecho hasta acá? Esperemos que si. La serie ya cumplió con dos temporadas de más de diez episodios cada una y generó tantos ingresos millonarios como televidentes a lo largo de todo el mundo. La historia, como cuento aparte, es buena, pero sigue al debe. Sobre todo en ritmo. ¿Será la cárcel y la transformación del camino del héroe-estilo-666 suficiente para que valga la pena escribir reseñas y ver la temporada completa? Este mes lo averiguaremos.

Sobre el autor:

Gabriel Labraña (@galabra) es editor y conductor de #MouseLT en La Tercera.

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