Un día con el máximo referente del pop alternativo español.
Pasamos un día con el máximo referente del pop alternativo español, que anduvo con su gente hablando de música, de internet, de la radio, pero sobre todo: de fútbol. Seguidor del Barça de Alexis, no se demoró en elogiarlo, y en cuanto a la música, le quitó valor a los medios especializados gringos: “Se sobreestima mucho la influencia de los norteamericanos“.
En un furgón, cuatro españoles se dirigen a una tienda de ropa cara y hipster en el Barrio Italia. No es que quieran ir: les dijeron que fueran y hacia allá van. Uno de ellos, conocido como El Guincho, pondrá música en la tienda mientras la gente compra esta ropa cara y se comenta sus peinados nuevos. Pero a ellos poco les importa la tienda, la ropa y los peinados: la selección de España le está ganando a Venezuela cuatro a cero, y sin ninguno de sus delanteros estrella.
—La Eurocopa de este año estará brutal —dice El Guincho, cuyo nombre real es Pablo Díaz-Reixa—. Alemania tiene un equipazo con Özil, Müller, Neuer y los demás, e Italia está ahí, durísima como siempre. Es lejos el torneo de selecciones más duro del mundo, más que el mundial.
Los otros tres —sus músicos, Aleix Clavera y Borja Rosal, y su sonidista— tratan de sacarle fotos con sus teléfonos a cada anuncio en el que aparece Alexis Sánchez. Los dos primeros son hinchas del Barça, y están encantados con el juego del chileno.
—Alexis es un búfalo, cómo corre cada pelota. Da placer verlo jugar —dice Pablo, de short y camisa de mezclilla, barba de algunos días y cara de sueño. El Guincho es hoy un músico que ha tocado en todo el mundo, pero que hace unos años fue casi un futbolista: hizo todas las inferiores en la Unión Deportiva Las Palmas, que es junto al Tenerife el club más grande de las Islas Canarias. O sea: el fútbol es su otra pasión.
De hecho, lo primero que hicieron esta mañana fue jugar un partido en el primer pedazo de pasto que encontraron en el Parque Forestal. El equipo de Pablo, por supuesto, fue el ganador.
El furgón finalmente llega al Barrio Italia, la tienda los recibe con redbulls, champaña y la ropa cara en los colgadores, pero ellos no dejan de discutir: ¿fue Alexis el primer jugador chileno en fichar por el Barcelona? ¿Sí? ¿No?
—Cuando escuchas un disco como Aries, de Luis Miguel, y ves la producción que tiene, quién lo mezclo y la calidad de la gente que trabajó en él, más allá de tu gusto personal por el estilo de música, ves que es un disco muy valioso. ¿Por qué es menos valioso que un disco de Nirvana? ¿Por qué? —se pregunta El Guincho, esta vez sentado frente a la grabadora.
Es que las mentes están abiertas. Esos viejos días noventeros, grises y prejuiciosos, en los que el pop era el diablo y el rock era lo único válido, han quedado atrás. Cuando susurrar una melodía de Chayanne era un crimen o reconocer el gusto por el mismo Luis Miguel, que ayer era resistido por los alternativos pero que hoy se hace tan bacán alabar y reconocer como un prodigio absoluto. ¿Es el triunfo de lo kitsch? ¿El gusto de valorizar lo que ayer valía callampa? ¿O simplemente la caída de los sucios muros del prejuicio y el fundamentalismo, y el surgimiento de oídos amables y tolerantes?
—Es interesante que hoy haya un punto de vista más crítico. Antes la gente decía: no, esto es comercial, es un desastre. Prejuicios muy grotescos, cero análisis —dice El Guincho, que es un ejemplo de apertura total. En su sitio web comparte distintas canciones que fueron influencia en la grabación de su último disco, Pop Negro. Están David Bowie, Michael Jackson, Mecano: enormes referentes pop de todos los tiempos, indiscutibles. Pero también está Luz Casal. ¿Luz Casal? Luz Casal. Ese es el mérito de este español hincha del Barça: el talento para extraer valor incluso de lo que parece invalorizable.
Pero en El Guincho esta mentalidad se justifica mucho más allá de su gusto por la música toda, o de esa moda que hay de mostrarse a uno mismo como alguien ecléctico, capaz de entender a Stravinsky y de valorizar a Chichi Peralta, de postear seguidos en el muro de facebook videos de Misfits y de Myriam Hernández, de relativizarlo todo y no juzgar nada.
—En España de alguna manera siempre hubo un pop interesante. Se perdió quizá en los noventa, cuando salió de la radio con toda esta emulación de la música anglosajona, el indie rock, con Los Planetas como su máxima expresión de estos sonidos gringos pero cantados en castellano. Pero antes de eso, en los ochentas, en España hubo una radio muy, muy interesante. Grupos que salían en las horas pico de las radios más importantes haciendo música interesante. Mecano, que es un grupo mega, hacía cosas interesantes. Entonces, de alguna manera, los que nacimos y crecimos con esa música siempre tuvimos una visión un poco más poliédrica del pop.
Y no sólo eso: además está la geografía. Su geografía. Pablo Díaz-Reixa nació a comienzos de los ochenta en Gran Canaria, una isla de ese archipiélago español ubicado en la costa africana del Atlántico, a dos horas en avión —o un día en barco— del continente. Sin internet, habían dos formas de acceder a la música: o resignarse a lo que pasaba la radio, o elegir con cuidado los discos por catálogo, que se demorarían varios meses en llegar. El joven Pablo optaba por las dos.
—Para mí la radio era ese lugar para soñar. El lugar donde descubrías música moviéndote por el dial a ver si encontrabas algo a alguna hora de la noche, algún programa pirata o algo.
—¿E influyó mucho en la música que hiciste o que estás haciendo?
—Sí, Pop Negro tiene reminiscencias de la radio, porque quería hacer un disco de eso. Basarme en el concepto de hits de la radio para poder hacer cosas más subversivas, más contraculturales a partir de esas estructuras. Creo que no me salió del todo, porque el disco se ha hecho muy popular en el sentido de que la gente lo acaba viendo como un disco de pop. Está bueno eso, pero el disco tiene una parte más subversiva a nivel de timbres, de textos, de rimas, que no terminó siendo comprendido así del todo porque llegó a mucha más gente de lo que hubiese imaginado.
En la tienda, mientras El Guincho pone algo de house y el local se llena de juventud tatuada con poder de consumo, su banda sigue hablando de fútbol. Saben que viven en la misma ciudad donde juega el mejor equipo de todos los tiempos. El Barcelona de Messi lleva tres años de sinfonía ininterrumpida, que recién hoy se ve amenazada un poco por el Real Madrid de Mourinho.
—El equipo ha perdido a Xavi muchas fechas, por lesión, y cuando no está, se nota —dice Borja, guitarrista e hincha enciclopédico del Barça—. Pero Cuenca y Tello, los extremos que han llegado de la cantera, sumados a Alexis, le dan mucha verticalidad al equipo.
De lejos, sí que parecen músicos indie. Es más, lo primero que pensaría si los viera en la calle sin conocerlos es: son músicos. Y son indie. Jeans ajustados que no bajan del tobillo, zapatos alargados, muchos rulos en la cabeza, lentes, algo de barba. Hablan despacio como cualquier músico, caminan lento como cualquier músico, y tienen ese leve olor a ala que cualquier músico exuda por donde quiera que va. Pero de cerca son tan futboleros y normales como el que más, algo raro de encontrar.
Al llegar a Santiago, El Guincho y sus músicos se han encontrado con una pequeña manifestación a favor del pueblo de Aysén, que fue reprimida como siempre con todo el gas lacrimógeno que la policía pudo lanzar. No es algo raro para ellos: en España se viven días jodidos. La crisis inmobiliaria de 2008 está teniendo sus peores efectos hoy, con tasas de desempleo históricas que superan el 22%, y el cambio a un gobierno de derecha sólo ha aumentado la tensión.
—Podría estar hablando horas de este tema, ¿no? Para resumirlo, no estoy nada de acuerdo con las leyes que propone el gobierno nuevo. Me parece que son pésimas para todo: para la economía, para la situación real de la gente. Y esta gente que está solucionando la crisis es la misma gente que, con una política pésima que produjo una falsa bonanza en España, generó este problema que ahora ellos tienen que resolver. Está todo mal. Recientemente se manifestaban estudiantes en Valencia porque no tenían calefacción en invierno. Y lo que hacen es hacer actuar a la policía con muucha violencia, para marcar una raya muuy fuerte para que la gente no se manifieste en contra de los recortes. Pero yo creo que se les va volver en su contra —dice El Guincho, sincero pero también muy serio.
No debe ser fácil: mientras a ti te va bien y haces lo que más te gusta, tus mejores amigos, con uno o dos títulos universitarios, tienen que conformarse trabajando en un bar. Si es que tienen suerte: a muchos no les queda otra que irse del país porque ya no hay espacio para ellos. O que la cultura de conciertos locales que se vivía tan intensa en Barcelona hace algunos años, ahora se vea opacada por la falta de dinero, por el cierre de locales y también por la supremacía de los grandes festivales al estilo anglo.
—Ahora en España hay festivales muy fuertes, Benicassim, Primavera Sound, Sonar, que provoca que la gente tenga mucha menos mentalidad de concierto de sala. No sé cómo será acá en Santiago, pero en España la gente se guarda el dinero para ir al festival y a lo mejor se pasa cuatro meses sin ir a conciertos locales. Eso es mortífero para las bandas pequeñas, ¿no?
Sí que lo es. El Guincho no lo sabe pero nosotros sí: en Santiago la gente se endeuda por ver el decimonoveno show de U2 en el Nacional o por la tercera vez de Roger Waters en Chile, pero no es muy capaz de gastarse dos lucas un viernes cualquiera para descubrir alguna banda nacional buena. Algo para enorgullecerse: en este sentido, Santiago es la Barcelona de Sudamérica.
—Cuando yo empecé a tocar en Barcelona, tocaba cada findesemana. Viernes o sábado (o incluso viernes y sábado) tocaba en salas muy pequeñas o boliches, lo que fuera, pero tocaba. Eso te formaba de alguna manera. También había menos verticalidad con el público, porque tocabas con la gente a la cara, de frente, que es una cosa buena para luego. Entonces todas esas cosas las bandas nuevas las pierden porque no hay circuito de salas: el ayuntamiento va cerrando salas, cerrando discotecas. No es un momento bueno —dice, y se rasca la barba.
—Yo empecé en una época divertida, en la que los promotores españoles no sabían donde programarme ni a qué hora. No entendían la propuesta. Me ponían a las cinco de la mañana en un club, y era fatal. A las doce de la noche en un festival, y fracasaba. A las siete de la tarde en un museo, fracasaba. No sabían donde colocarme porque claro, era una cosa nueva.
A pesar de las dificultades, El Guincho logra ser humilde. Para sobrarse tiene de sobra: mejor disco español del 2010 por Rockdelux y Mondo Sonoro, un video —Bombay— muy visto y premiado, y además el premio sin galardón que significa ser el músico español que logró ser editado en Inglaterra y Estados Unidos con su primer disco, Alegranza. Fue hace cinco años, cuando pasó de hacer él mismo sus discos a estar firmando contratos en Londres.
—Es raro, porque luego también la prensa norteamericana defendió mucho mi primer disco pero no el segundo. En cambio, el segundo vendió muchísimo mejor que el primero. Es un poco grotesco, visto de esa manera. Se sobreestima mucho la influencia de los norteamericanos.
—¿Y tú lees críticas?
—Yo no soy de leerlas, también porque tengo suerte de tener mucha relación con un par de tiendas en Barcelona, donde yo voy a la tienda, hablo con el tiendero, que sabe mucho, conoce mis gustos y me dice ‘prepárate porque va a salir un disco de tal’. Tengo esa relación buena con la tienda, a la antigua, que ya casi no queda. Porque yo crecí de esa manera, yendo a la tienda con un catálogo, diciendo dame éste y éste y éste, crecí así, y no tanto leyendo portales en internet. Los portales en internet que dicen lo que es cul, a los seis meses ya no son más cul, ni siquiera el propio medio es cul, se hace viejo. La velocidad de las cosas es tal que no te acabas de fiar.
Igual, El Guincho no se separa de su iphone, ni tampoco el resto de su banda. Siempre conectados, chequeando mails, viendo qué pasa. Y es que ser músicos en gira no los hace unos vagos: todos están llenos de proyectos aparte, sobre todo el mismo Guincho, que además de su música produce la de otros, incluyendo ahora último a la eterna Björk.
—En internet se llega de una manera un poco histérica a la música nueva. “Oh, me he perdido de estos ocho nuevos grupos que han salido en Tennessee. Ahora no sé nada”. No, a ver. Si uno busca música por internet puede terminar en algo casi histérico. Yo prefiero confiar en lo que me dice mi amigo de la tienda, y yo recomendarle también algo a él.
—¿Que se edite Pop Negro en Chile es lo más raro que te pasó en la vida?
—No, no es lo más raro que me pasó en la vida, me han pasado cosas muy raras. Tocar en Vietnam, en Tailandia, en Singapur, en Etiopía, en Ghana. Nunca piensas que vas a ir a esos sitios. En Ghana recuerdo nuestro concierto, donde al final subió la gente a tocar y a cantar. Tocamos como tres horas, improvisando ritmos para que la gente cantara, y al final nos pidieron dinero por haber cantado en nuestro concierto. ¡El público nos estaba cobrando! Cosas de este estilo puedo contar un millón. Para mí tiene más sentido que se edite en Chile que muchas de las cosas que me han pasado.