El factor humano de 31 Minutos

por · Abril de 2012

El factor humano de 31 Minutos

Publicidad

Hay emociones que aparecen, maracas, cuando uno menos lo espera. El contexto sugería una forma, pero uno —indescifrable como cualquier ser humano— actúa de la otra: riendo en la pena de un funeral, sufriendo en la locura de una fiesta, o llorando en un show de 31 Minutos.

La garganta apretada, el pecho tenso y una lágrima sola que cae representativa, mientras yo nunca vi televisión porque es muy fome suena al unísono entre miles de personas felices, absolutamente felices, las más felices de todas.

El show —ya descrito acá por el colega Dan— es sencillo y sin parafernalias: no hay grandes efectos ni una multitud de marionetas, y lo que más abunda en el escenario son personas reales, carne y hueso a la vista. Pero estoy seguro que es eso, la desaparición del televisor como barrera entre los monos y el público, lo que llenó de emoción y nostalgia a esta interpretación de las grandes canciones de 31 Minutos.

Primero el shock. Llegué diez minutos antes y ya no había lugar. Pude avanzar entre el Woody de lego y unos padres sin optimismo, pero apenas me alcanzaba para ver el escenario. Se escuchaba despacio, también. Pero más que decepción me causó esperanza, porque tanta gente —papás e hijos y muchos jóvenes no tan pendejos— estaba ahí sin el ánimo hedónico de un show de Skrillex o el lisérgico de uno de MGMT, sino que con uno mucho más abierto y limpio, esas ganas felices y casi hippies de cantar todos juntos lo que sabemos, bien fuerte y sin pose. Con el relajo de ser nuevamente un niño.

Y el hecho de ver a los genios detrás de esto ahí, al frente detrás de un micrófono, cantando desafinado y con todo, como una más de las miles de personas que invadieron el Kidzapalooza, le dio una energía que ni Dave Grohl ni Alex Turner ni Björk ni nadie: emoción de principio a fin, que terminó con un Álvaro Díaz solo con su guitarra, cantando la del Dinosaurio Anacleto al filo de las lágrimas, consolado por una ovación eterna y el abrazo de Peirano.

Esta vez, los responsables del éxito de 31 Minutos —sin duda en el toptoptoptop de Lolla 2012— no fueron ni Tulio ni Bodoque ni Juanín; el aplauso infinito, la felicidad del público y las lágrimas del periodista fueron responsabilidad de los humanos que se pararon en el escenario.

// Fotos: Eleonora Aldea.

El factor humano de 31 Minutos

Sobre el autor:

Cristóbal Bley es periodista y editor de paniko.cl.

Comentarios